Durante
la época victoriana tardía (1870-1900) los puros manufacturados en
la India encabezaban holgadamente el mercado británico por razones
de disponibilidad y precio, si bien eran casi desconocidos fuera de
los dominios imperiales. Un distrito en particular llevaba la
delantera frente a todas las demás procedencias tabacaleras de esa
colonia: la ciudad de Trichinopoly
(Tiruchirappalli
en su idioma original), al sur del país. Para los tiempos de la
reina Victoria existían allí unas 4000 unidades de producción
entre fábricas, talleres y emprendimientos caseros. El tabaco se
cultivaba principalmente en las cercanas poblaciones de Dindigul
y
Kadur,
con eventual agregado de algunas otras áreas. Hay incontables
documentos que atestiguan la popularidad y extensión de consumo que
tenía el producto en el período victoriano, como publicidades,
estadísticas aduaneras, reportes consulares y catálogos de
exposiciones. Ahora bien, ¿cómo eran esos cigarros de origen
exótico en términos cualitativos? La respuesta no es simple: a
pesar de tan notoria y bien documentada celebridad, hallar
referencias históricas coincidentes sobre su perfil organoléptico
resulta bastante difícil.
Algunas
añosas reseñas definen a los trichys
(apócope
cariñoso de la época) como “toscos” y hasta “abominables”
mientras otras hablan de ellos como “suaves” o “ligeros”. Una
explicación para opiniones tan opuestas podría ser la gran
atomización local de dicha industria, ya que cuatro mil productores
no elaboraban -casi seguramente- con idéntica calidad. En los
relatos canónicos, Sherlock Holmes menciona los cigarros de
Trichinopoly sólo durante las dos primeras novelas Estudio
en Escarlata y
El
signo de los Cuatro,
pero debido a su gran profusión entre el público inglés de la
época podemos suponer razonablemente que la mayor parte de todas las
demás citas sobre puros de la saga aluden a ellos, aún sin
nombrarlos de modo explícito. En El
misterio del Valle de Boscombe
el detective agrega un dato histórico adicional sobre la actividad:
se refiere a los “cigarros de la India, de la variedad que se
enrolla en Rotterdam”, lo cual evidencia que no todo el tabaco
indio para cigarros se procesaba en origen, sino que también
existían manufacturas en la Europa continental.
Atendiendo
esa contundente carga de referencias pretéritas, hay enormes
posibilidades de que los prototipos fumados por Holmes y Watson
fuesen de aquel lejano país (la mayor colonia británica de
entonces), y lo mismo sucede con el abundante consumo de los
inspectores Jones, Gregson y Lestrade, de Scotland
Yard,
quienes visitaban Baker
Street en
forma cotidiana sin rechazar nunca los convites tabaquísticos del
detective. Los personajes involucrados en el “humo indio” podrían
seguir con ejemplos como el Dr. Roylott (La
banda de lunares),
Stapleton y Henry Baskerville (El
sabueso de los Baskerville)
o Charles Augustus Milverton (de la aventura homónima), entre otros. Y
si acaso quisiéramos extender el área de búsqueda a las versiones
del cine y la TV la cosa se volvería inabarcable por una simple
razón: son demasiadas. No hay forma de individualizar a tanta gente
fumando en miles de filmes y capítulos seriales.
Así y todo, los registros del pasado nos dan un claro mensaje: a fines del siglo XIX ningún otro cigarro puro era tan popular en territorio inglés como el Trichinopoly.
Notas:
(1) Luego de un siglo y poco más, ¿qué paso con aquella singular producción practicada por tantos emprendedores? Los datos son cataclísmicos: hoy queda una única fábrica que comercializa con la marca Black Tiger, sólo a pedido y por internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario