221pipas, la monografía

Mostrando entradas con la etiqueta bebidas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta bebidas. Mostrar todas las entradas

¿Holmes y Watson bebían vinos adulterados?

Mañana, señor Bennet, seguro que nos verá en Camford. Hay, si recuerdo bien, una posada llamada "The Chequers" donde el oporto solía estar por encima de la mediocridad. Este comentario sutil del detective -plasmado en El hombre que gateaba- es un indicio de su buen conocimiento sobre los vinos que se consumían en Gran Bretaña a fines del siglo XIX. Sabemos asimismo que las alusiones canónicas más numerosas coinciden con los dos tipos de mayor éxito en volumen de ventas: el oporto y el clarete de Burdeos. Pero cierta coyuntura histórica genera algunas dudas acerca de estos productos, ya que las imitaciones, los fraudes y las adulteraciones estaban muy extendidos. ¿Acaso nuestros paladines llenaban sus copas con brebajes de dudosa procedencia y turbia elaboración? ¿Eran timados en su buena fe? ¿Qué tan sencillo resultaba detectar las estafas? Veremos a continuación que el tema es bastante complejo y atañe a realidades económicas y sociales propias de un tiempo en el que la autenticidad de los vinos estaba en tela de juicio (1).


Lo primero a considerar es que tanto Portugal como Francia sufrían entonces la peste de la filoxera, que azotó los viñedos europeos desde mediados de la década de 1860 hasta prácticamente el fin de la centuria. Para Burdeos y Oporto, eso trajo aparejada la inevitable necesidad de recurrir al corte con vinos de otras regiones menos prestigiosas, que resintieron la calidad. Incluso se llegaron a utilizar métodos muy irregulares para mejorar los niveles de alcohol y color recurriendo al azúcar y las bayas de saúco, entre otras sustancias. No obstante, la peor cara del asunto aparecía cuando los vinos llegaban al Reino Unido (mayormente en barricas), donde eran presa fácil de la corrupción enológica mediante otras mezclas, agregados y diluciones antes de su embotellamiento. Todo ello generaba desconfianza entre los consumidores, aunque era prácticamente imposible conocer los alcances del asunto debido a su alta popularidad: la demanda británica por oportos y claretes baratos era enorme. Sólo los vinos de mayor renombre que se importaban en botellas cerradas estaban libres de sospecha, al menos en las etapas finales de la comercialización.


Las frecuentes citas sobre ambos vinos en los textos sherlockianos lleva a pensar que quizás Holmes y Watson fuesen ocasionalmente víctimas de alguno de estos fraudes. Personalmente creo que consumían ejemplares de buena reputación cuando compraban para el consumo de Baker Street (2) o durante sus visitas a los opulentos restaurantes de Londres, pero estaban librados a su suerte durante los almuerzos rápidos en estaciones de ferrocarril, posadas campestres y otros lugares de naturaleza semejante. En esa misma línea parecen haberlo entendido los guionistas del recordado serial de la BBC protagonizado por Douglas Wilmer y Nigel Stock. En el capítulo correspondiente al relato El pintor retirado podemos observar una escena que recrea muy bien la situación. Durante el viaje en tren junto al sospechoso Josiah Amberley, Watson comienza a echar mano de cierto almuerzo frío adquirido en la estación antes de partir. Lo primero que hace es descorchar y probar el vino clarete incluido en la vianda, tras lo cual su expresión alegre cambia por otra de desagrado mientras murmura: oh Dios!, Chateau Liverpool Street... (3)


Tenemos así otra realidad histórica asociada a la gran saga detectivesca que nos convoca en este blog, reflejada en las letras y también en la pantalla.

Notas:

(1) Un interesante trabajo (en inglés) sobre la realidad del mercado británico de vinos en la época victoriana puede leerse en el siguiente link: Selling to reluctant drinkers: the British wine market, 1860–1914 - Simpson - 2004 - The Economic History Review - Wiley Online Library
(2) También es posible que dichos quehaceres estuviesen a cargo de la señora Hudson. ¿Tendría ella la capacidad, los conocimientos y el presupuesto suficiente para efectuar una buena selección de botellas?
(3) Liverpool Street es una de las estaciones terminales más importantes de Londres. Aunque la mención de Watson podría referirse a una etiqueta real (los ferrocarriles de la época ofrecían vinos de bajo precio embotellados con marcas propias) me inclino a pensar que se trata más bien de un comentario irónico.

La receta del doctor Watson y el "hot toddy" (degustación)

Pocas ciudades poseen una situación atmosférica tan característica como Londres, al punto de haberse convertido en un verdadero cliché del clima lluvioso y húmedo. Si retrocedemos en el tiempo hasta fines del siglo XIX, a ese panorama se agregaba el denso y penetrante smog producido por la quema intensiva de carbón mineral en industrias, comercios y hogares, que no era otra cosa que la antiguamente famosa "niebla londinense". Como si todo eso fuera poco, los inviernos eran extremadamente crudos, tal cual sucedió en enero de 1895, cuando la temperatura media mensual no llegó a superar los cero grados centígrados. Repasando los datos precedentes, para los tiempos de Sherlock Holmes existía una sobrecogedora combinación de frío, humedad y aire contaminado durante la mayor parte del año, lo que generaba un lógico y consecuente cuadro de enfermedades respiratorias. En ese contexto, las gripes, las anginas, los resfríos, las bronquitis, las neumonías y el asma eran afecciones endémicas entre la población de la metrópolis más importante y cosmopolita del mundo.


Hace tiempo dimos cuenta del papel medicinal que los victorianos le asignaban al alcohol, lo cual queda perfectamente demostrado en las historias canónicas a través del brandy, utilizado asiduamente como remedio casero. Y otras bebidas también, ya que en Estudio en Escarlata podemos apreciar al policía John Rance relatando lo mucho que le hubiera gustado disfrutar de un cuatro de gin caliente durante cierta ronda en una noche destemplada (1). Pero hay un caso que excluye el elemento etílico de acuerdo con cierta receta simple del doctor Watson mencionada por el propio Holmes. En efecto, promediando el relato Los lentes de oro, el inspector Stanley Hopkins llega a Baker Street en medio de una tormenta. El detective lo recibe del siguiente modo: ahora, mi querido Hopkins, acérquese y caliéntese los pies (...) El doctor tiene una receta con agua caliente y limón, que es un buen remedio en una noche como ésta. Sabia recomendación, por cierto, cuyo consumo debe haber sido un alivio cálido y vivificador para el funcionario de Scotland Yard.


En Las hazañas de Sherlock Holmes, Adrian Conan Doyle plantea una estampa provista de los elementos principales que estamos analizando: un convaleciente muy resfriado y una reconfortante bebida de larga tradición "terapéutica". Se trata de la narración La saboneta de oro (2), cuya trama incluye un crimen que exige la presencia de cierto médico jurista. Cuando una comisión es enviada por él a su domicilio lo encuentran en cama "con una bolsa de agua caliente, un vaso de hot toddy y un resfrío en la cabeza". ¿Qué es el hot toddy? Si bien la coctelería moderna lo define como un simple trago caliente del tipo ponche (con muchas variantes), la añeja y genuina versión a la que se refiere la historia es apenas más complicada que aquella receta de Watson, por lo cual me dispuse a prepararla. Para un prototipo bien "cargado" primero se coloca en la taza o vaso un pequeño rollo de canela y el jugo de una rodaja de limón, seguido por la rodaja misma. Acto seguido se añade una cucharadita de miel y finalmente whisky y agua hirviendo en partes iguales hasta completar el recipiente. Por supuesto, la proporción final del elemento alcohólico (que también puede ser brandy o ron) queda a criterio de cada consumidor.


Enfermos en el lecho, vías respiratorias congestionadas y bebidas calientes que brindan algo de alivio. La vida cotidiana decimonónica y sus hábitos singulares plasmados en las aventuras del detective ficticio más famoso de la historia.
 
Notas:

(1) Tanto el brandy como el four of gin hot fueron repasados en sendas entradas subidas en mayo de 2022 y noviembre de 2023 respectivamente.
(2) Saboneta (gold hunter watch en inglés) era el antiguo reloj de bolsillo con tapa que se sostenía del cinturón mediante una cadena.

Historias con textura victoriana en "Las hazañas de Sherlock Holmes"

Se iniciaba la década de 1950 cuando Adrian Conan Doyle, hijo del insigne creador de Sherlock Holmes, tuvo la idea de asociarse con el célebre escritor John Dickson Carr (ampliamente reconocido en el mundo de la literatura detectivesca) para realizar una serie de relatos basados en el personaje concebido por su padre (1). Como fruto de dicha colaboración nacieron doce historias cortas (2) publicadas individualmente por las revistas Life y Collier's entre diciembre de 1952 y octubre de 1953, y posteriormente reunidas en un volumen titulado Las hazañas de Sherlock Holmes. Queda claro que hablamos de un pastiche, pero no de uno cualquiera: a mi modo de ver, se trata del conjunto de aventuras más identificadas con el estilo original de Arthur Conan Doyle. Ello constituye un mérito notable frente a los miles de refritos editados a lo largo de los siglos XX y XXI, caracterizados -muchas veces- por fallidos intentos de originalidad mediante la ubicación de los protagonistas en épocas diferentes, lugares distantes o situaciones absurdas.


En este caso, los textos transcurren a fines del período victoriano, en los mismos entornos del canon primigenio y con idénticos personajes. Además del detective y el doctor están presentes la señora Hudson y los inspectores Lestrade y Gregson. Los pormenores suceden en el Gran Londres y algunos pueblos cercanos de la campiña inglesa donde hay niebla, lluvia y viajes en tren. La chimenea, el reloj en la repisa, el ruido de los carruajes transitando por la calle y los héroes sentados en el sofá encarnan la atmósfera típica de Baker Street 221b, demostrando así un respeto casi reverencial por los ambientes y panoramas fundacionales de la saga, muy bien reproducidos por las ilustraciones de Robert Fawcett (3). Para muestra va el siguiente párrafo del relato "El horror de Deptford": al descender del landó que nos había llevado hasta allí (4) nos encontramos entre un conjunto de casas desvencijadas, según pude juzgar a través de la niebla amarillenta que parecía rezumar la orilla del río. A un lado había un muro de ladrillos descascarado y carcomido, con una verja de hierro, por encima de la cual divisamos un sólido caserón en medio de una especie de jardín. ¿No es acaso la descripción perfecta del característico paisaje sherlockiano de los suburbios?


Lo bueno de todo es que esa misma veneración por los tiempos y lugares tradicionales se verifica también en los temas que aquí nos interesan. Podemos apreciar los desayunos rotundos con tostadas, mantequilla, huevos, jamón y tocino, así como las cenas frías de apuro cuando hay alguna investigación en marcha. Incluso se mencionan un par de restaurantes italianos, de esos a los que la dupla protagónica suele concurrir cada tanto. No faltan en Baker Street el café, el té, el brandy ni el whisky con soda, como tampoco los vinos Beaune y Montrachet durante las comidas y el oporto para la sobremesa. En materia tabaquística hay -como no podía ser de otra manera- muchas referencias a las pipas y a los respectivos tabacos favoritos de ambos paladines: shag y Del Barco. Tampoco se omiten la zapatilla/tabaquera persa de Holmes ni el cubo de carbón conteniendo los cigarros puros. Podemos afirmar entonces que Las hazañas de Sherlock Holmes conforman una legítima continuación editorial del espíritu canónico, precisamente porque respetan su naturaleza.


En el transcurso de próximas entradas, seguramente, desarrollaremos un poco alguna de estas genuinas estampas sherlockianas.

Notas:

(1) Con diferentes nombres, todos corresponden a "casos no contados" del canon original.
(2) Dickson Carr colaboró en las primeras seis historias de la serie. Las seis restantes fueron escritas exclusivamente por Adrian Conan Doyle.
(3) Famoso y respetado artista especializado en ilustrar libros y revistas. En el caso de las historias detectivescas para Collier's, la clave de su estilo está en los rasgos coloridos pero a la vez lúgubres, casi góticos.


(4) Landó: carruaje cubierto de cuatro ruedas y dos caballos.

Un vaso de grog para Peter Carey (degustación)

El negro Peter es un relato corto publicado originalmente en USA y UK por las revistas Collier's y Strand Magazine respectivamente (1), con sendas ilustraciones de Frederic Dorr Steele y Sidney Paget. Junto con La Gloria Scott integra el dueto de historias con mayor espíritu naval de todo el canon holmesiano. Su trama gira en torno al asesinato de cierto capitán de buque llamado Peter Carey, apodado "el negro" y reconocido en el gremio por su carácter irascible y violento. Aunque el hecho sucede en tierra firme, la escena del crimen exuda elementos vinculados a la vieja vida del mar. Para empezar, Carey encuentra su muerte atravesado por un arpón ballenero, mientras que en el lugar son hallados otros elementos del mismo tenor, como una tabaquera de piel de foca con tabaco Del Barco y un tántalo (2) con botellas de brandy y whisky. Sin embargo, lo que víctima y victimario estaban consumiendo al momento de los sucesos (de acuerdo a una tercera botella y a los restos hallados en ambos vasos) no era ninguno de estos brebajes, sino la más marinera de todas las bebidas antiguas: el ron.


El origen del ron como bebida navegante data del siglo XVII y se relaciona con el establecimiento de colonias británicas en Barbados, Jamaica, Trinidad y Guyana, donde abundaba la caña de azúcar. Con el correr del tiempo, los problemas disciplinarios causados por el alcohol hicieron que las raciones puras fueron achicándose y diluyéndose paulatinamente. Para este último fin se decidió el corte con agua al cincuenta por ciento y más tarde el agregado de jugo de lima o de limón, favoreciendo la ingesta de vitamina C que previene el escorbuto. Ya no era entonces aquella "bomba" etílica sino el resultado de cierta fórmula bautizada grog, que se mantuvo vigente como un derecho de las tripulaciones por casi doscientos años, más precisamente hasta 1970. Aunque el grog pertenecía al suministro de los buques de guerra, queda claro que su consumo estaba igualmente extendido entre el personal de la marina mercante. Para los tiempos victorianos, sin dudas, un veterano capitán de carrera como Peter Carey estaba familiarizado con el producto, en virtud de lo cual me decidí a prepararlo con ingredientes asequibles en nuestros días.


Hoy se lo considera un cocktail clásico con decenas de variantes que incluyen ingredientes para endulzarlo, aromatizarlo, texturizarlo e incluso calentarlo al estilo ponche, lo cual es muy lógico en vista del carácter parco, recio y austero que presentaba la verdadera receta original, compuesta sólo por ron, agua y jugo de lima. En esa línea lo preparé recurriendo a una marca de bebida espirituosa sumamente famosa y fácil de conseguir: el ron Havana Club Añejo Especial Dorado. Dicha elección apunta a una calidad buena sin ser superior considerando la evidente sencillez de los rones utilizados en la antigüedad, carentes por completo de exclusividad o sofisticación (3). Cortado a la mitad con agua y tocado por un buen porcentaje suplementario de jugo cítrico (alrededor del 20%) concluye en un trago para paladares fuertes, con el alcohol moderado por la dilución, aunque la lima le otorga cierto temperamento ácido de naturaleza filosa, vibrante y bastante refrescante. Los únicos agregados "modernos" que no existían a bordo de los buques del siglo XIX fueron un pedazo de hielo, una rodaja decorativa de lima y el vaso de vidrio, dado que los marineros bebían sus raciones en simples jarros metálicos.


En los relatos de Sherlock Holmes son frecuentes las alusiones al mar y los barcos, pero en El negro Peter las costumbres cotidianas del gremio naval están particularmente bien delineadas.


Notas:

(1) Con muy poco tiempo de diferencia entre ambas, aparecidas en febrero y marzo de 1904. Estos lanzamientos casi simultáneos de las ediciones norteamericanas y británicas fueron una constante entre 1903 y 1908.
(2) El tántalo (tantalus en inglés) era un pequeño mueble portable muy popular en el siglo XIX. Sus fines eran tanto decorativos como prácticos, ya que servía para guardar o transportar botellas y garrafas de vidrio.


(3) Actualmente existen controversias sobre cómo eran los rones elaborados en aquellos tiempos. Además de rústicos, todo indica que también eran jóvenes, es decir que se los consumía a los pocos meses de su elaboración. Podemos suponer así que tendrían menos color y complejidad (pero no menos alcohol) en comparación con el tipo utilizado para esta entrada.

Navidad de 1888 con cerveza, vino y un tabaco misterioso

¿Qué historia canónica transcurre durante la época navideña? Frente a semejante interrogante, ningún aficionado sherlockiano de la vieja escuela dudará en responder El carbunclo azul con absoluta seguridad. En efecto, este relato publicado por el Strand Magazine en enero de 1892 transcurre entre la navidad y el año nuevo de un año indeterminado (1). Su temática gira alrededor del insólito descubrimiento de cierta piedra preciosa en el buche de un ganso, lo cual no deja de ser una contundente señal costumbrista acerca del amplio consumo de aves en la Gran Bretaña victoriana para aquellos típicos festejos cristianos. Además de la abundante información histórica sobre la crianza y comercialización de dichos animales, tanto el relato original como sus derivaciones posteriores en la televisión nos ofrecen un puñado de momentos con presencia de bebidas, tabacos y comercios típicos que vale la pena pormenorizar. Por si no fuera suficiente, también tenemos al Watson televisivo haciendo obsequios de navidad a Holmes, algo que difícilmente haya imaginado jamás el propio Arthur Conan Doyle.


La narración cuenta con varios pasajes que son verdaderos clásicos (las deducciones acerca del sombrero o la visita al mercado de Covent Garden, por ejemplo), pero nuestro interés inicial se enfoca en el paso de los protagonistas por el Alpha Inn, un bar ubicado en el vecindario de Bloomsbury (2), donde piden cerveza. Yendo a las versiones de televisión, la serie de Granada TV reproduce muy bien aquel ambiente que hoy asociamos con los viejos pubs, incluyendo barriles, jarras de gres y otros detalles ornamentales de época. Al final del episodio, la cena en Baker Street vuelve sobre las bebidas sin hacer ninguna mención en los diálogos, aunque la botella con formato burdeos (3) sobre la mesa sugiere que se trata del característico vino tinto clarete bordelés. Un dato no menor es que durante las sesenta historias del canon la cerveza apenas se menciona en dos oportunidades y de manera genérica, mientras el vino cuenta con decenas de referencias, muchas de ellas bien puntualizadas en cuanto a clases y procedencias. Una vez más nos preguntamos si esta abrumadora diferencia numérica no será acaso un reflejo de los propios gustos de Doyle, trasladados inconscientemente a sus obras.


Como ocurre siempre con los relatos más populares de Sherlock Holmes, no faltan los reversionamientos y las modificaciones, desde cambios profundos en la trama hasta pequeños detalles circunstanciales. Entre estos últimos, el capítulo de la BBC de 1968 esconde una verdadera "perla" tabaquística, cuando Watson le presenta a Holmes su inesperado obsequio de navidad. El sorprendido detective agradece efusivamente, abre el paquete, huele su contenido y comienza a preparar una pipa. Es allí cuando su compañero realiza la siguiente aclaración: me temo que no es su mezcla habitual, ese terrible black shag, pero creo que le gustará. Al no haber ningún otro comentario revelador sobre la identidad del producto, una primera inferencia lógica es que podría tratarse del célebre tabaco Arcadia fumado en ese entonces por el buen doctor. Sin embargo, esta deducción se derrumba enseguida porque sabemos positivamente que Holmes conocía bien dicha marca y la fumaba mediante convites ocasionales de Watson (4). Parece claro que es una mezcla nueva para el obsequiado, pero: ¿cuál? Nunca lo sabremos, desde luego, tratándose de algo inventado por un guionista televisivo hace más de medio siglo.


Así, mientras realizamos un viaje por libros en papel y viejas series de televisión, podemos imaginar las navidades en Londres, sus bares y sus calles, pero muy especialmente en el 221 de la calle Baker.

Notas:

(1) El texto sólo puntualiza "dos días después de navidad" (27 de diciembre), sin más datos. Los cronólogos sugieren distintas posibilidades entre 1887 y 1890. Personalmente adhiero a 1888.
(2) Aunque no hay precisiones sobre el domicilio exacto del comercio, uno de los mejores candidatos actuales a ser lugar de referencia (o lo que allí existía en el siglo XIX) es el Museum Tavern sito en la esquina del 49 Great Russell Street. https://gazetteer.sherlock-holmes.org.uk/places/museum-tavern/


(3) Cilíndrica de bordes rectos y hombros altos, bien definidos.
(4) Como sucede en El Jorobado.

Desayunando cocoa en el colegio Priory (degustación)

El colegio Priory es un relato corto cuya publicación original fue realizada casi en simultáneo por las revistas Collier's y Strand Magazine (enero y febrero de 1904 respectivamente). La historia se presenta bien oscura y complicada desde el principio, ya que sus ingredientes incluyen la desaparición de un alumno, el asesinato de cierto profesor y otros pormenores que transcurren en la pequeña localidad de Mackleton, al norte de Inglaterra, hacia donde los personajes centrales deben viajar con celeridad. Ahora bien, aunque las precisiones cartográficas suelen ser elementos que adornan constantemente los textos de Doyle, tal vez ningún otro caso resulte tan "geográfico" como el que nos ocupa. Tanto es así que el propio Holmes, a la hora de explicar sus avances investigativos, se ve obligado a improvisar un mapa que sería reproducido por los artistas profesionales encargados de ilustrar las ediciones correspondientes mencionadas al principio: Frederic Dorr Steele para Collier's y el gran Sidney Paget para el Strand.


Esta no es una de esas aventuras que se analizan y resuelven en el sillón de Baker Street. Por el contrario, el detective y su compañero se ven a obligados a hacer mucho trabajo de campo. Mientras ello ocurre cuentan con el hospedaje brindado por el propio colegio (1), lo cual lleva a pensar que las tareas domésticas del lugar estaban a cargo del personal interno del establecimiento, compuesto quizás por un cuidador y su esposa. Pero lo que aquí nos importa es cierta frase expresada por Holmes al comienzo de una jornada de trabajo: ahora, Watson, hay cocoa caliente en la habitación de al lado. Debo rogarle que se apresure, porque tenemos un gran día por delante. Vale aclarar que la palabra cocoa no es otra cosa que el modo inglés para referirse al cacao (2), especialmente cuando se trata de su versión líquida caliente. En el Reino Unido del siglo XIX, si bien no era tan popular como el té o el café, contaba con un importante y dinámico mercado de producción, comercialización y consumo. Algunas renombradas marcas de la época perduran en nuestros días, como Cadbury, que resume muy bien el gusto británico por el chocolate en general.


Preparar una taza de chocolate parece tarea fácil, pero ocurre que existen más versiones de las que muchos pueden imaginar. A los ejemplares modernos del estilo "instantáneo" (que por supuesto descartamos en esta oportunidad) se suman variantes tradicionales con distintos tipos de chocolate, con leche, con agua y con agregados de todo tipo: canela, frutos secos, especias, cáscara de cítricos y un largo etcétera. Como de costumbre, mi versión se adapta a los modos y las posibilidades históricas considerando el lugar y la época. En primer término, se ralla una buena cantidad de chocolate oscuro en barra (aquí en Argentina se lo llama "de taza"), el cual se coloca en el recipiente de consumo junto con azúcar a gusto. Estos dos ingredientes se disuelven en un poco de agua caliente, y recién después se procede al agregado de leche hirviendo. Finalmente se retoca con un hilo frío de crema de leche (nata) para darle una consistencia más espesa. De manera optativa -pero muy recomendable- se puede espolvorerar por encima el remanente de chocolate rallado al comienzo.


¿A quién no le gusta una taza de cocoa caliente para desayunar? A nuestros héroes también, y así lo hicieron cierta mañana en aquel paraje inglés.

Notas:

(1) Del mismo modo que ocurre en Los tres estudiantes (otro relato focalizado en un centro educativo), el lugar preciso de alojamiento no se menciona de manera explícita. Como dato interesante, en este caso se les ofrece un albergue alternativo mucho más cómodo (la casa del Duque de Holdernesse), pero Holmes lo rechaza aduciendo que prefiere permanecer "en el lugar de los hechos".
2) Las versiones del origen del vocablo son dos: una asegura que fue el resultado de un entrevero ortográfico entre "coco" y "cacao", mientras otra sostiene que la deformación se produjo porque cocoa es mucho más fácil de pronunciar que cacao para los angloparlantes.

Palacios de Gin en el Londres victoriano

Como bien sabe cualquier aficionado sherlockiano medianamente ilustrado, Estudio en Escarlata y El hombre con el labio retorcido son dos historias del canon (una larga y otra corta), publicadas en 1887 y 1891 respectivamente. En la primera, el acusado Jefferson Hope refiere haber pasado de manera episódica por determinado lugar que señala como palacio de gin. En la otra, Watson emprende una búsqueda de paradero por los barrios más peligrosos de la capital británica. Posteriormente relata lo siguiente: Upper Swandam Lane es un callejón vil que se esconde tras los muelles que bordean el río al este del Puente de Londres. Entre una tienda de baratijas y una tienda de gin encontré el antro que buscaba. Desde luego, los comercios de bebidas presentan un interés especial para la temática que nos convoca en este blog. Veremos a continuación que los llamados "palacios de gin" (gin palaces) o "tiendas de gin" (gin shops) fueron establecimientos típicos de las actividades nocturnas en la gran capital británica.


Durante las primeras décadas del siglo XIX comenzaron a aparecer novedosos emprendimientos llamados inicialmente bares de gin. No obstante su nombre, estaban obligados a ofrecer otras bebidas alcohólicas (vinos, cerveza) para conseguir la correspondiente licencia de funcionamiento. Como bien asegura el especialista Pete O'Connell (1), eran elegantes sitios que buscaban cambiar el estigma sórdido del gin (bebida de las clases bajas) ofreciendo locales acogedores y bien iluminados. (...) El título de "palacio" se lo ganaron no sólo por su enorme tamaño sino también por la decoración. Las paredes estaban adornadas con vidrieras y mosaicos mientras espejos y paneles de caoba tallados ocupaban su lugar en cada barra pulida. Con el correr de los decenios, muchos empezaron a perder ese halo fastuoso junto con el apelativo palaciego, para convertirse simplemente en "tiendas". Decadencia acentuada, seguramente, por la invariable ubicación dentro de los barrios portuarios signados por la pobreza y el delito, tal cual describe Watson en su evocadora reseña.


Saliendo del mundo literario para ingresar en sus alegorías del cine y la televisión, hay numerosas ocasiones en la saga de Sherlock Holmes que ofrecen vistazos relacionados con el ambiente nocturno que pretendemos analizar. Pero ninguna logra resultados tan acertados como la película A Study in Terror (1965), donde podemos observar al gran detective (John Neville) y su inseparable compañero de aventuras (Donald Houston) dentro de un ámbito que se ajusta perfectamente a lo que parecen haber sido los palacios de gin en tiempos de la Reina Victoria. La secuencia se inicia con una vista exterior del local, emplazado en cierta esquina coronada por un cartel que reza Angel & Crown. Además de los elementos decorativos históricos, el interior reproduce muy bien el bullicio y la atmósfera "pecaminosa" que cabe esperar en una actividad de semejante naturaleza. Otros detalles logran consolidar ese efecto de lugar y época, como el heterogéneo origen social de los parroquianos -vestidos con muy distintos grados de elegancia- y la oferta de los destilados más populares (whisky, brandy, gin) dispuestos en sendos barriles.


Lo hemos dicho muchas veces: la pluma de Doyle no solamente ofrece suspenso, intriga y tramas detectivescas, sino también invalorables postales de su tiempo.

Notas:

(1) Editor de VinePair.com

Watson, Stamford y los cocktails de Leo Engel en el American Bar del Criterion (degustación)

Estaba de pie en el Criterion Bar cuando alguien me tocó el hombro y, al volverme, reconocí al joven Stamford, que había sido mi asistente en Barts. (1) Para cualquier sherlockiano ilustrado, esta frase plasmada en Estudio en Escarlata simboliza como pocas el inicio de los sucesos que darían lugar al primer encuentro entre el doctor Watson y Sherlock Holmes, quienes estaban destinados a formar el dúo protagónico de la saga detectivesca más célebre que haya existido. No obstante, aquí nos interesan especialmente ciertos detalles relativos al lugar y las circunstancias del suceso. Ya hemos analizado alguna vez los antecedentes del Criterion, un restaurant emblemático de Londres, pero hoy vamos a hacer foco en su anexo, el American Bar, que funcionó entre 1880 y 1884, reconocido por muchos (como el propio Doyle) bajo la denominación simplificada de Criterion Bar. Veremos asimismo una coincidencia cronológica que permite inferir con bastante grado de certeza el tipo de bebidas que se ofrecían al momento de aquella histórica ocasión, a la vez de preparar y probar algunas de ellas.


Leo Engel (1844-1893) fue un bartender de origen alemán que trabajó muchos años en Nueva York y es considerado uno de los pioneros en materia de coctelería. En 1878, ya instalado en Londres, publicó su manual de cocktails caracterizados por la impronta norteamericana. La segunda edición del año 1881 (2) (3) deja claro un dato fundamental: para ese entonces el American Bar estaba gerenciado por Engel, precisamente cuando la mayoría de los cronólogos holmesianos ubican la trama de Estudio en Escarlata. Dicho de otra manera, las preparaciones presentadas en American & Other Drinks son las mismas disponibles allí el día que Watson estaba parado en la barra (quiméricamente hablando) bebiendo un trago. ¿Qué podemos hacer mejor que experimentar algunas de aquellas recetas fundacionales? El catálogo de posibilidades es amplio (más de 300) y se encuentra prolijamente separado por tipos según la nomenclatura técnica de la especialidad: punchs, egg nogs, juleps, smashes, cobblers, cocktails y un largo etcétera,. De todos ellos elegí tres por su sencillez en cuanto a ingredientes y preparación: el Alabazam, el Gin Punch y el Jersey Cocktail.


El Alabazam contiene 1 toque de bitter Angostura, 2 cucharaditas de curazao triple sec, 1 cucharadita de azúcar, 1 cucharadita de jugo de limón y 1/2 copa de brandy. Se mezcla bien, se agrega hielo y se sirve. Resulta muy rico, algo así como un brandy refrescado y afrutado con el toque cítrico del limón. El Gin Punch (Ponche de Gin) se prepara con 1 cucharadita de jugo dulce de frutillas (fresas) (4), 1 cucharada de azúcar, 1 copa de agua, 1 y 1/2 copa de gin, el jugo de 1/2 limón y 2 rodajas de naranja (una trozada dentro del trago y otra para decorar). Se agrega hielo, se mezcla y se sirve con sorbete agregando alguna baya de estación. Otro ejemplar sabroso, con el gin redimensionado por la fruta y los cítricos. Para el Jersey Cocktail se necesitan 1 cucharadita de azúcar, 2 toques de bitter Angostura y sidra dulce hasta llenar el recipiente. Se mezcla bien y se decora con láminas de cáscara de limón. Aunque no deja de ser una fórmula extremadamente sencilla, vale la pena apreciar el buen resultado que ofrece la interacción entre sidra y bitter.


Tres cocktails preparados según las instrucciones textuales del American & Other Drinks con su estilo innovador del Nuevo Mundo, quizás sorprendente y novedoso para los británicos victorianos que asistían al Criterion hace más de ciento cuarenta años. Y también, por qué no, para Watson y Stamford.

Notas:

(1) Barts es el apelativo cariñoso y abreviado de St Bartholomew's Hospital.
(2) Algunos ubican dicha impresión en 1882, pero las fuentes más confiables (como la casa de remates Toovey's de Washington) la sitúan entre 1880 y 1881.
(3) De acceso libre en el sitio https://euvs-vintage-cocktail-books.cld.bz
(4) Que se obtiene luego de una o dos horas macerando frutillas trozadas con azúcar.