221pipas, la monografía

A la carta en el Holborn (degustación)

Si atendemos la extensa lista de establecimientos gastronómicos mencionados en el canon holmesiano vemos una interesante colección de tipos, estilos y ubicaciones diferentes. Hay cervecerías, tiendas de gin, tabernas, hoteles (urbanos, suburbanos y rurales), posadas, bares y restaurantes. De estos últimos hemos hecho el análisis genérico hace ya tiempo, pero esta vez nos vamos a concentrar en los tres más emblemáticos dentro de la ciudad capital del Reino Unido. Así será a lo largo de tres entradas consecutivas, comenzando hoy con el legendario bar, restaurant y "grill room" Holborn, sito en la esquina de Kingsway y High Holborn, más precisamente en el número 129 de la primera. Desde 1874 hasta 1954 fue un destacado lugar de reunión para las clases pudientes, los hombres de negocios y todo tipo de gentelmen en el sentido más amplio que esa palabra tuvo durante el período victoriano. Allí, a lo largo de todo el día, se podía beber una copa, almorzar o cenar de acuerdo con las novísimas tendencias internacionales en el universo de la cocina y las bebidas.


Siendo un lugar extremadamente representativo del Londres decimonónico no resulta sorprendente que su mención sea una de las primeras en el acontecer literario del detective. De hecho, forma parte del encuentro entre el doctor Watson y su ex ayudante Stamford durante un almuerzo previo a la presentación formal de los protagonistas y su alquiler conjunto en Baker Street 221B, promediando las primeras páginas de Estudio en Escarlata (1). Es decir que hablamos de una locación canónica fundacional reverenciada por todos los fanáticos sherlockianos (aunque ya no exista físicamente), al igual que pueden serlo la mansión Baskerville o las estación Charing Cross. Desde ya que la referencia apuntada en el relato es puramente episódica, sin ningún dato adicional. Pero existen suficientes testimonios documentales sobre el Holborn como para ensayar una preparación genuina con los ingredientes propios de la cultura culinaria británica tradicional  y sus marcadas influencias extranjeras, que no eran pocas en una metrópolis tan heterogénea y cosmopolita.


Un menú del año 1913 me proporcionó cierta receta de neta raíz popular británica (carne con papas) conjugada con el aire afrancesado que se le daba a la presentación de los platos, tan propio de la época: Filet de Boeuf piqué Nicoise y Pommes Chateau, que traducido es bife de res con papas al horno adornado por el toque de condimentos al modo nizardo, o sea, de Niza (2). Tanto los ingredientes como la preparación son por demás simplísimos: se cocina un bife vacuno grillado o al horno (elegí lo que en Argentina llamamos cuadril, o sea el rabillo de España) y se acompaña con papas también horneadas (de preferencia, con breve hervor previo), teniendo la precaución de pintarlas antes con un abundante aderezo compuesto por aceite de oliva, orégano, perejil, ajo (sólo para perfumar), sal y pimienta. Cuando papas y carne están listas se sirven conjuntamente, incorporando encima de esta última el aderezo principal que le da el toque nicoise del Mediterráneo francés: pimiento rojo, tomate, aceitunas negras, perejil (todo picado) con aceite de oliva, sal y pimienta. Realmente queda delicioso, especialmente por la singular combinación entre aceitunas y carne, que no suele ser frecuente.


Watson y Stanford almorzaron en el Holborn antes de ir a ver a Sherlock Holmes por primera vez. ¿Por qué no con este plato tan sencillo y a la vez tan rico?

Notas:

(1) Hay otra mención posterior en Los tres gabletes, pero de carácter incidental, esta vez como el Bar Holborn (que también lo era).
(2) Como ejemplo, un menú mucho más antiguo (1881) presenta otro plato bastante similar basado en carne y papas, demostrando que dicha fórmula tan apetecida por ingleses, escoceses, galeses e irlandeses encontraba diferentes maneras de llegar a las mesas, desde las más humildes hasta las más opulentas.

Los cigarrillos egipcios del profesor Coram

Los lentes de oro (1) es un relato corto publicado en julio de 1904 por el Strand Magazine y compilado luego en La reaparición de Sherlock Holmes. Hacia el final de la historia nuestro detective se las ve cara a cara con el pérfido profesor Coram, un mañoso anciano sospechado de varios delitos. El susodicho se encuentra postrado en la cama de su dormitorio particular, pero Holmes parece abrigar sospechas sobre algunos asuntos poco claros de su conducta. Ahora bien, el decrépito erudito resulta ser un fumador pertinaz, tal cual describe el doctor Watson del siguiente modo: un cigarrillo brillaba en medio de la maraña de cabello blanco y el aire estaba fétido con humo de tabaco. Mientras le extendía la mano a Holmes percibí que también estaba manchada de amarillo con nicotina. Con todo, tamaño personaje no pierde sus modales invitando al protagonista con los cigarrillos Ionides que le son especialmente preparados y enviados "frescos" desde Alejandría. Holmes, otro fumador impenitente, acepta y consume rápidamente cuatro de ellos, a los que califica como "excelentes". (2)


De acuerdo a los señalado aquí y en la monografía de 221pipas, los escritos de Doyle acreditan un gran valor testimonial costumbrista. La presencia de cigarrillos egipicos constituye todo un dato de época, ya que dicha industria creció y prosperó significativamente durante el período en cuestión hasta originar cierta "moda" en todo el mundo occidental. Merced a la importación tabacalera de la cercana Turquía (los tabacos egipcios nativos no eran de buena calidad), un puñado de fábricas de Alejandría y El Cairo comenzó a manufacturar productos finos hacia fines del período decimonónico logrando un importante suceso de ventas y exportaciones, primero en el Reino Unido (Egipto era entonces colonia británica) y luego en el resto de Europa y Estados Unidos. La actividad de referencia perduró hasta fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando la masificación del consumo y la aparición de nuevos competidores fue marcando su ocaso hasta hacerla desaparecer casi por completo. No obstante, esa aureola de calidad continúa hasta nuestros días entre los tabacos llamados "orientales".


La narración original del Strand Magazine fue ilustrada por el insigne Sidney Paget, pero elegí adornar esta entrada con un dibujo casi contemporáneo realizado por Frederic Dorr Steel para la revista Collier's por tener una vista más completa de la escena que nos interesa. La misma imagen se asemeja mucho a los cuadros obtenidos en el capítulo correspondiente filmado noventa años después por Granada TV para la serie protagonizada por Jeremy Brett, bien conocida y festejada por su cuidadosa atención hacia los detalles canónicos. Pero no es el único caso en el que se hacen alusiones sobre los tabacos egipcios, turcos u orientales en general; de hecho, hay un par de casos adicionales para analizar (3). El más notorio se percibe en Vestida para matar (1946), donde observamos al emblemático Basil Rathbone haciendo algunas averiguaciones en cierta tienda del ramo. La propietaria habla allí de cigarrillos hechos en Egipto cuya mezcla incluye tabacos Latakia y Perique, todo ello con una enorme publicidad de la legendaria casa Peterson por delante.


Los hábitos tabaquísticos de Coram son otro ejemplo del prisma histórico que representa la saga del detective más famoso de todos los tiempos.

Notas:

(1) The golden pince nez en inglés. El término pince nez alude específicamente a los antiguos lentes sin varillas que se ajustaban por la nariz. En español se los denomina quevedos.


(2) Por supuesto, ello no es casual. El genial sabueso fuma mientras camina por la habitación, esparciendo una gran cantidad de ceniza sobre la alfombra. Dicha conducta lo ayudará luego a descubrir (por las marcas de pisadas) que en ese recinto hay una segunda persona oculta.
(3) El otro es el film La solución del siete por ciento (1976), una buena versión cinematográfica basada en la novela-pastiche de Nicholas Meyer con artistas de renombre como Nicol Williamson, Robert Duvall, Alan Arkin y Vanessa Redgrave.