221pipas, la monografía

En busca del tabaco "shag" - Versión V (degustación)

Para mediados del siglo XIX, más del veinte por ciento del tabaco norteamericano provenía del estado de Kentucky, desde donde era transportado en grandes cantidades al puerto de Nueva Orleans para su envío al exterior. Considerando que Gran Bretaña era el principal mercado de la abundante producción tabacalera estadounidense, no debe extrañar que el tipo así llamado fuera (junto con Virginia) un componente muy común entre las mezclas disponibles en el Reino Unido. Pero la denominación Kentucky no es solamente geográfica, sino que alude además a cierto proceso típico de esa región llamado fire cured, que consiste en secar las hojas cosechadas mediante calor y humo del leña. Ello le otorga al producto final colores bien oscuros junto a una personalidad ahumada y mineral con elevado nivel de potencia. Tales cualidades se encuentran presentes en muchas picaduras para pipa y en algunos cigarros puros, como el célebre toscano italiano.


Los documentos antiguos no dejan dudas sobre la presencia de Kentucky en la fórmula shag de manufactura británica que se fumaba algunas décadas después (1), mientras eran publicadas las primeras obras del canon holmesiano y cobraban entidad los hábitos de su protagonista. Ahora bien, si queremos ser todavía más rigurosos, la data del pasado es contundente respecto a tres condiciones básicas que tenía aquel tabaco de Sherlock Holmes, sintetizadas con la sigla SFB: simple, fuerte y barato. Parafraseando al detective, nos movemos en aguas profundas, ya que la identidad del shag serpentea entre distintos vectores que involucran no sólo aroma y sabor, sino también origen, aspecto visual, mezcla y precio, todo ello dentro de una industria cambiante a lo largo de la centuria decimonovena. En principio, la participación mayoritaria de Kentucky y la pertenencia al segmento más económico parecen ser buenos puntos para abordar, mejor aún si se conjugan en un mismo prototipo. Hacia allí nos dirigimos, entonces, sin más demora.


La marca Forte constituye una tradición en el universo de los tabacos italianos. Muchas reseñas de consumidores regulares citan su humo evocador de efluvios característicos que retrotraen los sentidos a épocas pasadas, o sea que hablamos de un rótulo histórico. Está elaborado con tabacos Kentucky y Burley, lo que implica un blend adecuado al perfil que pretendemos reproducir. Y para completar el cuadro de semejanzas, es decididamente barato. Con sólo abrir el paquete ya se perciben los aromas de tipo ahumado (maderas tostadas) y terroso (hongos silvestres), que una vez en combustión se traducen en trazos torrefactos bien intensos, punzantes, casi agresivos. No es injusto evaluarlo como un tabaco rudimentario, nada sofisticado y muy fuerte, pero eso no es un problema sino todo lo contrario: gracias a las atinadas descripciones de Watson, sabemos que el detective prefería los especímenes de shag ubicados en el extremo superior de la fortaleza y el contenido nicotínico. De esa manera, el Forte parece evocar algo muy cercano al legendario "perfume" que saturaba las habitaciones de Baker Street 221b.


Sin embargo, aún hay un borde sensorial que nos falta añadir. Entre 1880 y 1900 el shag contenía pequeñas proporciones de algunos tabacos sudamericanos, africanos o asiáticos del Lejano Oriente. Las versiones I y II de esta serie transitaron por ese camino, pero en forma de componentes aislados. ¿Existe hoy alguna variante comercial que combine todo lo necesario en un mismo producto? Lo comprobaremos muy pronto, en la próxima y última entrada de nuestra búsqueda.

Notas:

(1) Las referencias al respecto son tantas y tan explícitas que resultan incontrovertibles, como ocurre con decenas de menciones en el informe Report of the Select Committee on Tobacco Trade, de 1844, entre otros testimonios documentales.


En busca del tabaco "shag" - Versión IV (degustación)

Durante los primeros tiempos de este blog publicamos una serie de entradas consecutivas tituladas En busca del tabaco shag. En ellas intentamos reproducir, apelando a marcas de nuestros días, los aromas y sabores del viejo producto que fumaban millones de británicos victorianos y que Arthur Conan Doyle decidió poner en la pipa de Sherlock Holmes. Ahora bien, desde aquellos posteos hasta hoy hubo un período de sondeos e investigaciones que lograron ampliar la perspectiva del tema y dieron lugar a la monografía Un Estudio en Tabaco. Por lo tanto, aunque los primeros intentos fueron válidos como aproximaciones al modelo histórico que nos proponemos reproducir, esta nueva nitidez me hizo direccionar la búsqueda hacia nuevos rumbos. Comenzamos así otra terna de catas con el propósito de revelar la gran incógnita tabaquística sherlockiana conjugando elementos reales y ficticios en tiempos diferentes: un personaje literario que fumaba en pipa, un artículo masivo del período victoriano y tres rótulos elaborados por la industria tabacalera del siglo XXI.


La revisión documental permite comprender los cambios que sufrió el significado de la palabra shag en la jerga tabacalera de habla inglesa. Para 1800 era un apelativo evocador de filamentos tan angostos que semejaban "pelusa" (de allí el nombre), pero varias décadas después hacía referencia al producto más barato, áspero y rudimentario del mercado, cortado de manera totalmente irregular. Esta última semblanza es la que mejor coincide con la publicación de las primeras novelas y relatos canónicos (1887-1891) y se ve confirmada por las propias reseñas de Watson cuando habla del tabaco oscuro y fuerte que consumía el detective, entre otros adjetivos del mismo tenor. Como señalamos, ya entonces había dejado de ser visualmente "peluche" y se veía más bien como una serie de tiras y fragmentos cortados toscamente, aunque la gran cantidad de fábricas existentes no permite descartar la posibilidad de que al menos una lo procesara distinto en vista del creciente consumo de cigarrillos de papel. Al filo del siglo XX, un shag de corte pequeño y delgado permitía el uso con doble propósito: para pipa o para liar, lo cual se volvería muy común luego de la Primera Guerra Mundial (1).


El Cheetah Kentucky es un típico espécimen para armar cigarrillos elaborado en Alemania con las variedades Virginia, Burley y Kentucky. Dicha mezcla añade una perspectiva renovada y permite ajustar el enfoque poniendo énfasis en el último componente, que no había sido probado durante las catas anteriores no obstante su frecuente mención en testimonios decimonónicos. Las fotos adjuntas muestran un aspecto casi capilar equiparable con aquella referencia de "pelusa", bien diferente a cualquier picadura para pipa confeccionada como tal. Luego del encendido y tras unos minutos aparece el borde aromático ahumado seguido por un sabor corpulento, con nervio, incluso algo mordaz hacia el final de la fumada. Sin dudas se trata de un ejemplar caracterizado por la fortaleza y el picor, lo cual suena muy familiar para todos aquellos holmesianos que hayan leído las historias originales. Entre muchos otros detalles descriptivos sobre los hábitos de Holmes, el de su tabaco vehemente resulta ser una constante que adorna la ambientación victoriana de los relatos.


Podemos decir que nos acercamos un poco más al modelo de tabaco shag que consumían los británicos hace más de ciento veinte años. Y en esa misma dirección nos seguiremos moviendo, muy pronto.

Notas:

(1) Reforzado, seguramente, por los hábitos adquiridos en la dura vida de trincheras. Muchos testimonios visuales del conflicto muestran a miles de soldados fumando profusamente tanto cigarrillos como pipas. Los propios ejércitos suministraban el tabaco -que por entonces era un artículo de primera necesidad- y no hace falta ser demasiado perspicaz para inferir que dicha provisión correspondía a un único tipo simple, económico y práctico, apto para cualquier modalidad de consumo.