Silver
Blaze es un relato de
carácter turifístico publicado por el Strand Magazine en diciembre
de 1892 y recopilado luego en las Memorias de Sherlock Holmes. El
argumento gira alrededor del caballo que da nombre a la historia, su
misteriorsa desaparición y cierto homicidio de naturaleza extraña.
Dado que el suceso ocurre pocos días antes de la prestigiosa Copa
Wessex, su propietario, el coronel Ross, no duda en recurrir al
famoso detective de Baker Street 221b. Desde luego, entre todos los
enigmas involucrados hay uno de importancia prioritaria: la muerte de
John Straker, cuidador y entrenador del valioso animal. Al final
nuestro héroe demuestra que el susodicho no era más que un renegado
desleal a su patrón y que el asesinato fue perpetrado a través de
una certera coz propinada
por el mismísimo Silver Blaze. Pero lo que nos interesa en este
espacio es un fragmento de la lista de objetos encontrados en los
aposentos de la víctima, más precisamente (textual) una pipa de
raíz de brezo A.D.P. y una bolsa de piel de foca con media onza de
cavendish en corte largo.
Dejando para nota al final el dato de
la pipa A.D.P. (1), la mención de cavendish no resulta sorpresiva. Se
trata de un tipo de tabaco muy antiguo y extremadamente popular en
todo el mundo occidental, cuyo nombre se basa en cierto proceso
específico de elaboración y curado. Básicamente consiste en
prensar la materia prima en "pasteles" de una pulgada de
espesor (2) mientras se aplica calor de vapor y/o fuego con posterior
fermentación hasta que los jugos de la planta impregnan las hojas,
lo cual otorga un carácter dulce y suave. No obstante, ese dulzor
también hace que se lo utilice mayormente para el agregado de
sustancias aromatizantes: casi todos los tabacos frutales,
achocolatados o avainillados provienen de una base cavendish. Pero no
por ello dejan de existir los del tipo natural, sin añadidos de
ninguna clase. Aunque es imposible saber qué prototipo estaba en la
mente de Doyle al momento de escribir Silver Blaze, asumimos que
alude a un estilo más bien puro, lo cual tiene además su lógica
histórica (3). Así las cosas me propuse degustar un espécimen en
sintonía con lo antedicho.
El ejemplar en cuestión es bien
conocido y bastante respetado por los pipafumadores aficionados de
todo el mundo occidental: Amphora Black Cavendish, manufacturado en
Dinamarca por la firma Mac Baren. A la vista y en crudo muestra una
mezcla de hebras bien oscuras con otras más claras (lo cual le ha
valido algunas críticas por no responder cabalmente al rótulo de
black), pero el perfume análogo al té dulce no deja dudas sobre su
identidad. En combustión también exhibe esa personalidad levemente
dulce, definida, rica, llena de tonos sutiles que recuerdan a una
especie de melaza tostada sin perder nunca el patrón nicotínico que
todo buen tabaco debe tener. Sin dudas se trata de un producto
prolijo, bien elaborado, no muy distinto a lo que -seguramente- han
sido los buenos cavendish naturales de todos los tiempos. A modo de
conclusión podemos avalar que es un buen representante histórico de
su tipo, respetuoso de la tradición europea, cuya probabilidad de
semejanza con los equivalentes del siglo XIX parece bastante alta.
Y también, aunque de manera puramente
ficticia, parecido al tabaco del malogrado John
Straker.
Notas:
(1) Durante décadas se especulaba con
que las siglas A.D.P. correspondían al reconocido fabricante Alfred
Dunhill Pipes, pero luego se descubrió que en realidad pertenecen a
la manufactura establecida en Londres por los hermanos Adolph y David
Posener. En 1877 dicha sociedad se disolvió quedando sólo Adolph al
frente del negocio, aunque no tuvo inconvenientes legales para seguir
usando las mismas siglas porque su segundo nombre era -curiosamente-
el primero de su hermano: se llamaba Adolph David Posener. La
siguiente foto fue publicada por www.arthur-conan-doyle.com e incluye
un antiguo ejemplar con la marca en relieve y cierta publicidad del
año 1885.
(2) Equivalente a 2,54 centímetros.
(3) A principios del siglo XIX Gran
Bretaña promulgó algunas normas para limitar severamente la
práctica de aromatizar el tabaco con sustancias adicionadas. Tales
disposiciones perduraron hasta bien entrado el siglo XX, por lo que
es razonable establecer un perfil mayormente natural en los cavendish
decimonónicos.