De acuerdo con los textos y
dibujos que publicó el Strand Magazine en los años de esplendor,
Sherlock Holmes tenía la pipa de arcilla entre sus favoritas. Sin
embargo, las escenas reflejadas luego por el cine y la TV raramente
muestran al detective haciendo uso de su cachimba cerámica. Para la
mayoría de las producciones modernas siempre resultó mucho más
simple recurrir al consabido y artificioso modelo Calabash o
cualquier otra pipa de madera, pero aún así algunas pocas lograron
mantener intacto el espíritu original del personaje respetando los
detalles visuales apuntados por Conan Doyle. En este punto volvemos
otra vez a las mismas series británicas que resultan emblemáticas
en el ámbito especializado de estudiosos y fanáticos: los episodios
protagonizados por Peter Cushing en 1968 y la versión más divulgada de
los años ochenta consistente en 41 entregas con Jeremy Brett a la
cabeza del elenco. Ambas cuidaron con singular esmero la minuciosidad
escenográfica, incluyendo pormenores gastronómicos y tabaquísticos.
Para
un fumador empedernido y apresurado como Holmes nada mejor que una
pequeña pipa de arcilla a imagen y semejanza del prototipo ilustrado
varias veces por Sidney Paget. Dicha característica volumétrica
(que no es excluyente, ya que las hay también portentosas) permite
consumir pequeñas dosis de tabaco comparables con un puro de tamaño
reducido o un par de cigarrillos. Así lo entendían los victorianos,
quienes lograron que la arcilla dominase el mercado británico
durante la mayor parte del siglo XIX (1). Reforzando este argumento
tenemos otro personaje sherlockiano dentro de semejante línea de
costumbres: Reuben Hayes, el malicioso dueño de la "escuálida
y amenazante" (en palabras de Watson) posada campestre The
Fighting Cock, referenciado en la historia El colegio Priory. Con
todos estos antecedentes encaré una reseña sobre el tópico en base
a numerosas degustaciones efectuadas en mi costumbre de fumar la pipa
chica de arcilla con bastante regularidad.
El
ejemplar en cuestión pertenece a la marca Semper Fidelis, de
fabricación artesanal argentina. Está hecho siguiendo un molde
inglés Broseley datado hacia 1856 (2) con magnitudes que acusan 16,5
cm de largo, cuenco de 3,2 cm de altura y diámetro externo de 2,2
cm, todo ello en un modelo recto, de líneas simples, pensado sin
dudas para fumar rápido y sin complicaciones. Las pipas de arcilla
proporcionan además una experiencia de sabor más fresca y genuina
ya que no guardan "residuos" aromáticos de fumadas
anteriores, lo cual sucede frecuentemente con las pipas de madera
luego de varios usos. Cargada a pleno, el tiempo necesario
para consumirla depende del tipo de tabaco, su corte y su grado de
humedad, pero estamos hablando de períodos que oscilan entre diez y
veinte minutos. Las descripciones cotidianas sobre Holmes nos llevan
a pensar que en su caso dicha banda cronológica estaba siempre en el
borde inferior, o incluso menos: el detective solía fumar "como
chimenea", sobre todo al encontrarse inmerso en la resolución
de casos.
También guardaba su tabaco en una zapatilla persa cerca de la chimenea, lo que equivale a un grado de humedad prácticamente nulo. Pero así era él, y por esas mismas excentricidades (aparte de su genialidad) ha sido venerado por tantas generaciones que atravesaron tres siglos en todo el mundo occidental.
Notas:
(1)
Durante las últimas décadas se manifestó un fenómeno de disputa
con la raíz de brezo. Ambos materiales competían por predominar en
la industria y los hábitos de la población, pero es evidente que el
uso de la arcilla se iba apagando de forma irremediable (para más
datos históricos ver monografía).
(2)
Broseley alude a la localidad inglesa homónima donde -se cree-
fueron manufacturadas las primeras pipas británicas de arcilla en el
siglo XVII. La última factoría allí existente (que cerró sus
puertas hacia 1957) es actual sede de un museo dedicado a la
actividad.
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