Al momento de visitar cierta
escena del crimen, Sherlock Holmes afirma lo siguiente: recogí un
poco de ceniza esparcida por el suelo. Era de color oscuro y
escamosa, como la que sólo produce un Trichinopoly. Semejante
sapiencia se basa en su estudio sobre la materia, volcado en la
célebre monografía que abarca 140 variedades correspondientes a
tabacos para pipa, puros y cigarrillos. Ahora bien, aunque los
cigarros mencionados aparecen de manera explícita únicamente durante la trama de Estudio en Escarlata y El signo de los cuatro, su amplio consumo entre el público
británico victoriano se encuentra muy documentado, tal cual vimos
hace tiempo en la entrada Los cigarros de Trichinopoly, un furor
victoriano. Allí también apuntamos la gran atomización de esa
industria, con casi 4000 productores acreditados en informes y
estadísticas de época. A falta de ejemplares actuales que puedan
aproximarnos al antiguo estilo de los tabacos indios (1), la pregunta
queda servida. ¿Cómo serían aquellos singulares puros mencionados
por Doyle y fumados por millones de británicos a fines del siglo
XIX? ¿Es posible hallar algo parecido en nuestros días?
Según entiendo, el sondeo debe apuntar
hacia especímenes que no provengan de las regiones tabacaleras más
tradicionales, en especial el Caribe y Centroamérica. Un perfil
considerado exótico tiene mejores equivalencias en países que no
forman parte del "olimpo" habanero ni de sus miles de
imitaciones globales. En otras palabras, lo ideal es buscar productos
típicos, de alcance local, elaborados en modo artesano (o apenas
industrializados), que conforman prototipos menos acreditados pero
más singulares e infrecuentes, tal cual eran -y siguen siendo- los
de la India. Por supuesto, para hacer una degustación, debe
agregarse forzosamente que yo tenga dichos cigarros a mi alcance.
Afortunadamente así fue: unos recios puros paraguayos, por un lado,
y unos deliciosos caliqueños valencianos, por otro. Las propias
diferencias entre ellos (bastante pronunciadas) suman
además sendas siluetas para analizar en función del tema que nos
convoca.
El modelo paraguayo pertenece a la
empresa familiar de Juan Fretes, ubicada en el municipio de Caazapá,
al sudeste del país. Se elabora con el vehemente y rústico tabaco
local, cultivado allí desde los tiempos de la colonia española. El
ejemplar español proviene de Valencia, más precisamente de la zona
denominada Canal de Navarrés, en este caso bajo la manufactura de la
fábrica homónima. La comarca también tiene una larga tradición en
plantaciones de tabaco Burley y fabricación de puros conocidos como
caliqueños. Una vez encendidos y tras unos minutos de consumo
comienzan a percibirse dos trazos aromáticos bien dispares pero
igualmente aplicables (ambos) a lo que pudo haber sido el cigarro
Trichinopoly en los tiempos de Sherlock Holmes. El paraguayo se
presenta agreste, con tonos herbáceos positivos, levemente especiado
y provisto de bastante fuerza en su humo denso de color gris
amarronado. El caliqueño valenciano muestra una personalidad
civilizada propia del tabaco estacionado y trabajado, sin rasgos
indómitos, con dejos dulces muy sutiles, tonos almendrados y un humo
igualmente robusto pero mucho más cremoso que su contraparte del
Nuevo Mundo.
Los "trichys" eran juzgados
de maneras muy opuestas: algunos aseguraban que eran suaves y
fragantes mientras otros los definían como abominables. Esa aparente
incongruencia estaba originada, seguramente, en el alto número de
productores elaborando con múltiples métodos y calidades. Mediante
un puro paraguayo montaraz y otro valenciano de sabor redondo nos
hemos acercado un poco a los viejos Trichinopolys, los mismos cuya
ceniza era reconocida con un simple golpe de vista por el detective
ficticio más exitoso de la historia.
Notas:
(1) Como industria, la producción
cigarrera India ha desaparecido casi por completo, excepto una única
manufactura oficialmente constituida y algunos torcedores callejeros
que fabrican y venden a los turistas en pequeños puestos urbanos.
Merced a ese turismo, tal vez pueda resurgir en el futuro.