Luego de sus dos primeras novelas
largas Estudio en Escarlata y El signo de los cuatro,
los relatos cortos publicados por el Strand Magazine
demostraron ser un formato más adecuado para difundir masivamente
las andanzas del gran detective creado por Arthur Conan Doyle. El
exitoso devenir literario del personaje quiso que tales narraciones
fueran compiladas en cinco volúmenes bastante ordenados respecto a
la cronología de su aparición original, cuya nomenclatura y
cantidad de relatos (entre paréntesis) no han variado en más de un
siglo: Las aventuras de Sherlock Holmes (12), Memorias de
Sherlock Holmes (12), El retorno de Sherlock Holmes (13),
Su última reverencia (7) y El libro de casos de Sherlock
Holmes (12). En ese orden de cosas, Silver Blaze es la
primera historia dentro del segundo tomo antológico mencionado. Hace
poco tiempo repasamos someramente su argumento netamente hípico
en ocasión de reseñar un tabaco cavendish y ahora
haremos lo propio para contextualizar la cata de cierto plato con
improntas coloniales británicas: el cordero al curry.
La trama -enfocada en la
desaparición de un acreditado equino y el asesinato de su cuidador-
comprende no pocos enigmas que deben ser develados por nuestro héroe.
Entre ellos, por qué el encargado de vigilar al caballo la noche de
los hechos (Ned Hunter) se durmió profundamente luego de la
cena. La respuesta pronto sale a la luz: su comida, un plato de
cordero al curry, había sido "condimentada" con un
poderoso somnífero. Lo que nos interesa aquí es la esencia de la
vianda, ya que hablamos de una preparación verdaderamente
emblemática por sus ingredientes sustanciales, uno típico de
producción granjera inglesa (el cordero) y otro con aires índicos
(la salsa). Bien sabido es que la formulación de la mezcla conocida
como curry contiene numerosas especias como comino,
canela, cúrcuma, jengibre, pimienta y
nuez moscada, entre muchas otras. Su antigua popularidad en
los territorios del imperio se extendió luego al resto del mundo
hasta ser producido y consumido globalmente, aunque aquellos provenientes de sus terruños nativos son considerados superiores aún hoy.
Para preparar el plato que nos ocupa en
una versión fácil, además de la legendaria sazón, son necesarios
el cordero (en este caso cortado en lonjas), cebolla, tomate,
pimiento verde, ajo, aceite, crema de leche, laurel, perejil, caldo
(puede ser de res, ave o verduras indistintamente), sal y pimienta.
El procedimiento es bien sencillo: primero hay que sofreír la cebolla
y el pimiento, después agregar el ajo y al cabo de cinco minutos
añadir el cordero junto con el tomate. Un par de minutos después se
incorporan el caldo y todas las especias, incluyendo sal y pimienta.
Al cabo de otros 15 minutos se agrega la crema removiendo hasta
lograr la consistencia deseada. El resultado es un guisado de carne
con mucha personalidad, lleno del inconfundible sabor algo "salvaje"
que brinda el cordero junto a la impronta aromática intensa -pero
equilibrada- del curry. No por nada es tan popular desde antaño,
considerando que la mención de Doyle data de fines del siglo XIX, cuando la vitualla era ya ampliamente conocida.
El bueno de Ned Hunter se durmió a
causa de los narcóticos agregados maliciosamente a su pitanza, pero
hoy podemos reproducir aquel momento de un modo más grato, o sea
durmiendo bien luego de cenar de manera simple y a la vez rica.