221pipas, la monografía

Un cordero al curry para Ned Hunter (degustación)

Luego de sus dos primeras novelas largas Estudio en Escarlata y El signo de los cuatro, los relatos cortos publicados por el Strand Magazine demostraron ser un formato más adecuado para difundir masivamente las andanzas del gran detective creado por Arthur Conan Doyle. El exitoso devenir literario del personaje quiso que tales narraciones fueran compiladas en cinco volúmenes bastante ordenados respecto a la cronología de su aparición original, cuya nomenclatura y cantidad de relatos (entre paréntesis) no han variado en más de un siglo: Las aventuras de Sherlock Holmes (12), Memorias de Sherlock Holmes (12), El retorno de Sherlock Holmes (13), Su última reverencia (7) y El libro de casos de Sherlock Holmes (12). En ese orden de cosas, Silver Blaze es la primera historia dentro del segundo tomo antológico mencionado. Hace poco tiempo repasamos someramente su argumento netamente hípico en ocasión de reseñar un tabaco cavendish y ahora haremos lo propio para contextualizar la cata de cierto plato con improntas coloniales británicas: el cordero al curry.


La trama -enfocada en la desaparición de un acreditado equino y el asesinato de su cuidador- comprende no pocos enigmas que deben ser develados por nuestro héroe. Entre ellos, por qué el encargado de vigilar al caballo la noche de los hechos (Ned Hunter) se durmió profundamente luego de la cena. La respuesta pronto sale a la luz: su comida, un plato de cordero al curry, había sido "condimentada" con un poderoso somnífero. Lo que nos interesa aquí es la esencia de la vianda, ya que hablamos de una preparación verdaderamente emblemática por sus ingredientes sustanciales, uno típico de producción granjera inglesa (el cordero) y otro con aires índicos (la salsa). Bien sabido es que la formulación de la mezcla conocida como curry contiene numerosas especias como comino, canela, cúrcuma, jengibre, pimienta y nuez moscada, entre muchas otras. Su antigua popularidad en los territorios del imperio se extendió luego al resto del mundo hasta ser producido y consumido globalmente, aunque aquellos provenientes de sus terruños nativos son considerados superiores aún hoy.


Para preparar el plato que nos ocupa en una versión fácil, además de la legendaria sazón, son necesarios el cordero (en este caso cortado en lonjas), cebolla, tomate, pimiento verde, ajo, aceite, crema de leche, laurel, perejil, caldo (puede ser de res, ave o verduras indistintamente), sal y pimienta. El procedimiento es bien sencillo: primero hay que sofreír la cebolla y el pimiento, después agregar el ajo y al cabo de cinco minutos añadir el cordero junto con el tomate. Un par de minutos después se incorporan el caldo y todas las especias, incluyendo sal y pimienta. Al cabo de otros 15 minutos se agrega la crema removiendo hasta lograr la consistencia deseada. El resultado es un guisado de carne con mucha personalidad, lleno del inconfundible sabor algo "salvaje" que brinda el cordero junto a la impronta aromática intensa -pero equilibrada- del curry. No por nada es tan popular desde antaño, considerando que la mención de Doyle data de fines del siglo XIX, cuando la vitualla era ya ampliamente conocida.


El bueno de Ned Hunter se durmió a causa de los narcóticos agregados maliciosamente a su pitanza, pero hoy podemos reproducir aquel momento de un modo más grato, o sea durmiendo bien luego de cenar de manera simple y a la vez rica.
 

Las pipas de Brett, Hardwicke y Burke

Junto con la realización de los años sesenta para la BBC de Londres, el serial británico de Granada TV iniciado en 1984 se considera una de las mejores adaptaciones televisivas holmesianas por su fidelidad respecto a los relatos originales. El notable trabajo protagónico de Jeremy Brett apoyado por David Burke y Edward Hardwicke como Watson (1) justifica plenamente dicha reputación, que se entiende también por el minucioso cuidado puesto en los detalles de época. Como suele ocurrir siempre con el negocio del entretenimiento, la feliz correspondencia mutua entre actores, directores, productores y guionistas talentosos dio como resultado esta histórica saga filmada y emitida a lo largo de 41 entregas. La muerte de Brett en 1995 impidió continuar con las historias faltantes, pero lo hecho hasta entonces fue más que suficiente para perdurar en la memoria de fanáticos y entusiastas de Sherlock Holmes. Lejos del ámbito fan propiamente dicho, la serie es igualmente elogiada en función de sus sólidos argumentos y puestas en escena. A fuer de ser sinceros, mayoritariamente se  la sitúa como número uno.


Como toda fiel representación canónica que se precie podemos ver a Holmes haciendo uso intensivo de su cachimba, aunque con un criterio estético bastante alejado de las narraciones primigenias. Los modelos observables son heterogéneos respecto a sus materiales de confección (hay arcillas, brezos y alguna espuma de mar) y un poco menos diversos en cuanto a diseños. Amén de la pequeña arcilla que fuma en Escándalo en Bohemia, una clásica billiard recta de brezo, la calabash presentada en El problema final y algún otro caso aislado, el prototipo favorito del detective encarnado por Brett parece ser la estilizada pipa churchwarden, tanto en modalidades cerámicas (al menos dos ejemplares diferentes) como de madera. Aquí las semejanzas con el canon se esfuman por completo, si bien sería demasiado pretender una similitud tan ajustada a los textos para detalles escenográficos muy específicos como las pipas. Después de todo, las series de televisión se hacen para satisfacer el gusto del público masivo y no para la aprobación de los estudiosos perfeccionistas.


Sin embargo, todo lo contrario ocurre con el doctor Watson. Las pipas elegidas para adornar su personaje son casi "de manual" considerando los dibujos originales del Strand Magazine y las derivaciones posteriores en la pantalla, que muestran siempre al leal compañero de Holmes portando tipos clásicos, nada extravagantes, con formatos sencillos y tamaños moderados. De esa manera, las sobrias billiard y apples no son para él la excepción sino la regla general. Si queremos añadir cierto detalle llamativo -de esos que deleitan a los observadores minuciosos-, hay muy pocas escenas piperas que involucren a David Burke y muchas de Edward Hardwicke. La relación proporcional supera incluso el hecho de que el primero filmó menos de la mitad de capítulos que el segundo, lo que lleva a pensar si no tendrá que ver en ello la actitud de cada uno frente a semejante modalidad de fumar. Y eso parece, en efecto: basta ver la expresión forzada típica de los no fumadores que exhibe Burke (ceño fruncido, pipa sostenida con dos dedos, etcétera, tal cual se aprecia en la foto del caso) (2) en comparación con la serenidad que brindan el gusto y la costumbre, propia de las muchas intervenciones tabaquísticas de Hardwicke.


Una excelente versión televisiva (tal vez la mejor) y actores bien profesionales representando historias repetuosas del espíritu de Arthur Conan Dyle. ¿Qué más se puede pedir?

Notas:

(1) Dato curioso: durante los 29 episodios de los sesenta hubo dos Holmes, Douglas Wilmer (13) y Peter Cushing (16), pero un solo Watson interpretado por Nigel Stock. La de los ochenta, en cambio, mantuvo el mismo Holmes en los 41 capítulos pero cambió de Watson, representado primero por Burke (13) y luego por Hardwicke (28).


(2) La imagen corresponde a la parte final del episodio El jorobado, por si alguien quiere observarla con mayor precisión.