221pipas, la monografía

El barco humeante de Watson (degustación)

¿Le molesta el olor del tabaco fuerte?, pregunta Holmes. Yo mismo fumo siempre Del Barco, responde Watson. Dicho diálogo constituye la primera referencia tabaquística del canon sherlockiano, apuntada en las páginas iniciales de Estudio en Escarlata (1). Durante décadas, la cita en cuestión ha despertado mucha curiosidad entre expertos, historiadores, críticos literarios y lectores en general. Los interrogantes son tan naturales como obvios: ¿qué era ese producto de nombre enigmático y pintoresco? ¿Por qué razón se llamaba Del Barco un simple tabaco para pipa? (2) En principio, parece tentador relacionar semejante apelativo con alguna marca simbolizada por la imagen de un navío, pero su origen -que no tuvo ninguna motivación industrial o comercial- es mucho más antiguo. Básicamente hablamos de cierta manufactura casera realizada durante siglos por los hombres de mar a bordo de sus mismos buques, aprovechando algunos insumos muy típicos del lugar y la época: tabaco, agua, sogas y lona. Dicho de otra manera, se las arreglaban con lo que tenían a mano.


Aunque existen numerosas menciones en textos de los siglos XVIII y XIX, la mejor explicación sobre el modo de preparar tabaco Del Barco aparece a comienzos del siglo XX, cuando un cronista incidental describe muy bien las labores involucradas en el proceso (3). En sus palabras, el bloque de hojas enteras se moja primero y se envuelve en lona de barco (...) A horcajadas (entre las piernas) el marinero le va ajustando una soga alrededor hasta que la lona queda completamente cubierta. Luego define el resultado visual como un "torpedo" de tabaco compacto que lógicamente debía ser cortado y desmenuzado antes de fumarse. Afortunadamente se conservan algunos escasos pero muy ilustrativos testimonios fotográficos del producto terminado, tal cual se observa en las dos imágenes arriba de este párrafo. En una podemos ver el "torpedo" completo (con cierta etiqueta que muestra su nombre alternativo Naval Corded Plug) y en la otra se aprecia a dos marineros en plena faena de elaboración sobre la cubierta de lo que parece ser un buque de guerra británico.


Si bien ya no hay Del Barco hecho a la usanza marina de antaño, aún se puede conseguir alguno de sus émulos en la modalidad denominada twist o rope, es decir "giro" o "soga", que consiste en una especie de salchicha de tabaco prensado. El producto -siempre de manufactura rústica- es bastante abundante en el sur de Brasil, Paraguay, el norte de Argentina y Uruguay, por lo cual me propuse conseguir un ejemplar emblemático para su evaluación, en este caso proveniente de la provincia argentina de Misiones. Primeramente procedí a cortar la salchica en "monedas" angostas para después desmenuzarlas en copos. Ya en la pipa tuvo alguna que otra tardanza para completar su encendido (posee un grado de humedad bastante alto), pero una vez caliente no hubo problemas para saborear su humo espeso, corpóreo, bien acorde con los aromas que recuerdan a la carne o los embutidos en combustión junto con un marcado toque mineral. Sin dudas tiene todas la características de los tabacos intensos, con mucha presencia, aunque no es tan áspero ni picante como aparenta; más bien se trata de un contundente "bloque" de sabor. Su silueta tampoco esconde sutilezas dulces o especiadas: es honesto y directo de principio a fin.


Arthur Conan Doyle trabajó algunos años como médico en naves de la marina mercante. Seguramente por eso tuvo un contacto directo con este viejo tabaco de los mares, al que luego plasmó en sus escritos.

Notas:

(1) Varios años después de aquella alusión temprana, el tabaco Del Barco (ship's tobacco) vuelve a aparecer en la historia El negro Peter. Su vínculo con la vida náutica se hace aquí mucho más evidente: quien lo fuma es un viejo marinero con larga trayectoria en buques balleneros.
(2) En esos tiempos, la expresión Del Barco se hacía extensiva para cualquier producto consumido por el gremio naval. Un caso emblemático es el ron, bastante recurrente en crónicas antiguas y del que aún subsisten algunos émulos meramente nominales.


(3) The Handyman afloat and ashore (George Goodenough, UK, 1901)

Dos Borgoñas en Londres

La intensa relación histórica de amor-odio en Francia y Gran Bretaña se remonta a la Edad Media. Entre tantos siglos de guerras, invasiones, conquistas, alianzas e intrigas políticas (al fin y al cabo, interacciones humanas), terminaron consolidándose fuertemente los lazos comerciales y culturales. Desde la segunda mitad del siglo XIX ambas naciones pasaron a ser aliadas, pero lo cierto es que el comercio de vinos entre una (productora) y otra (consumidora) es tan antiguo como ellas mismas, vigente incluso durante los períodos de mayor rivalidad. Para una imperio naval como Gran Bretaña, la cercanía de Francia fue siempre un gran atractivo en vista de su sólida reputación como tierra de buenos productos. Durante todo el período victoriano las importaciones vínicas inglesas estuvieron claramente encabezadas por las procedencias francesa, portuguesa y española, aunque la primera constituía casi el 65% del rubro hacia 1890. En los textos holmesianos originales existen numerosas alusiones a los vinos galos, con un leve predominio del tinto bordelés (1), tan afamado en aquellos tiempos. Pero, ¿sólo ese? ¿Qué otro podemos encontrar?


Borgoña ha sido la única región francesa capaz de rivalizar con el renombre de Burdeos, su "competidora" histórica, junto a la cual componen el dúo de áreas vitivinícolas más prestigioso del mundo. Aunque cuenta con una producción mucho menor (la cuarta parte) y siempre corrió con desventajas logísticas (2), pudo enfrentar durante siglos al coloso comercial de Aquitania. Algunos viñedos comunales y ciertos vinos borgoñones han logrado una categoría de leyenda comparable a la de los Grands Crus Classes del Medoc. Ciertamente no hay cita específica alguna de sus míticas etiquetas en el canon (o sea, marcas), pero sí aparecen al menos los nombres de dos apelaciones geográficas muy reconocidas en el corazón mismo del territorio, que son Beaune y Montrachet. La primera produce un delicado tinto que Watson señala haber consumido durante su almuerzo en El signo de los cuatro. La otra es célebre por sus sofisticados vinos blancos a los que Holmes y Watson hacen honor mediante una botella abierta para acompañar perdiz fría en el relato La inquilina encubierta.


No hay manera de saber lo que Watson comió en aquel almuerzo ya que no hay referencias adicionales, pero podemos asegurar que la elección de Holmes para madirar con el ave de caza fría es digna de un sommeliere bien entrenado. De hecho, ese tipo de viandas resulta muy típica de la gastronomía europea continental extendida al Reino Unido, donde perdices, codornices, faisanes, gansos, patos y becadas han sido especies que vistieron sus mesas desde la antigüedad (3). En semejante contexto, los vinos de Borgoña se perfilan como "ideales" para dichas ocasiones, especialmente considerando el caso concreto que nos ocupa. Con su carne de sabor intenso pero también equilibrado, la perdiz fría -seguramente cocinada al horno- constituye un matrimonio perfecto junto al Montrachet, blanco originado de la uva Chardonnay que crece en terrenos calizos y pedregosos para producir vinos frescos y a la vez profundos, de sabores minerales, complejos, definidos y prolongados en el paladar.


Por lo visto, las sapiencias del detective iban más allá de lo meramente profesional y de sus aficiones conocidas por el violín, la química o la arqueología. También sabía de vinos.

Notas:

(1) Hablamos de clarete, tema del cual nos vamos a ocupar muy pronto.
(2) Mientras que Borgoña se ubica en el centro-este de Francia (antiguamente la ausencia de vías navegables implicaba dificultades de transporte), Burdeos está pegada al mar y posee un gran puerto operativo desde el siglo XII.
(3) Por supuesto, eso ha cambiado en nuestros días merced al peligro de extinción que sufren algunas de ellas.