Durante el relato Los planos del
Bruce-Partington, Holmes se reúne con Watson en el restaurante
italiano Goldini, de Kensington Road. Dicho encuentro se produce
luego de la cena del primero (Watson llega más tarde), por lo cual
no comparten la comida completa sino sólo una sobremesa bien regada
con café y curaçao. En ese momento el detective le sugiere al
doctor lo siguiente: pruebe uno de los cigarros del propietario. Son
menos venenosos de lo que parecen. La afortunada escena plasmada en
el texto resulta invalorable al enunciar varios retazos sobre las
costumbres gastronómicas y tabaquísticas en el Reino Unido
decimonónico. Son tres los ejes centrales para el análisis
considerando el contexto urbano de Londres a fines del siglo XIX: la
existencia de locales gastronómicos italianos, el consumo de licores
exóticos y la posibilidad de que alguien tan compenetrado con las
tradiciones inglesas como Sherlock Holmes (o sus contemporáneos en
la vida real) fumase toscanos u otros prototipos cigarreros
peninsulares. Con el fin de reforzar la argumentación histórica
realicé también una cata actual de los productos involucrados.
Los emprendimientos gastronómicos
italianos en la antigua metrópolis londinense están ampliamente
documentados y se sustentaban por sí mismos gracias a la numerosa
colectividad allí presente. Con todo, no hay ningún registro sobre
alguno en particular llamado Goldini, por lo que no sería más que
un nombre imaginario creado por Doyle (1). Tampoco debe extrañar el
consumo de curaçao, un licor originario de la isla y colonia
holandesa homónima del Caribe. Se obtiene por una triple destilación
de cáscaras de naranja y su abundancia en las tiendas europeas de
antaño puede equipararse a muchas otras bebidas espirituosas
igualmente populares en la época. Los cigarros italianos parecen
conformar una hipótesis menos probable, pero de hecho no es así:
para 1900 ya funcionaba en Londres una oficina del gobierno de Italia
(Monopolio di Stato) encargada de introducir, promocionar y
comercializar los tabacos de la península. A la habitual venta de
productos típicos en los resturantes de colectividad se suma un
dato que ayuda a revelar la identidad del misterioso espécimen
tabacalero: la ironía plasmada al decir que los cigarros "son
menos venenosos de lo que parecen". Según mi modo de entender, la frase, por
lógica, habla de toscanos (2).
Luego de entrar en ambiente cenando un
plato de spaghetti me dispuse a realizar una degustación alegórica
echando mano a los elementos más genuinos que tenía a disposición:
una vieja botella holandesa de curaçao y un legítimo Antico Toscano
de manufactura itálica. El licor de Holanda fue adquirido a través de
internet a un particular y pertenece a la legendaria casa Bols de
Amsterdam. Como todo buen ejemplar de su categoría, presenta el
tipico aspecto cromático incoloro (3) y sabores que retrotraen a
otros tipos y marcas que tienen cierta familiaridad de estilo, como
el Grand Marnier o el Cointreau. Rico, dulce, de marcada untuosidad y
bien espirituoso, fue un excelente compañero para el toscano, dotado
a su vez del perfil que le es tan propio y característico: potencia
nicotínica, intensidad de sabor y ese inconfundible tono ahumado que
proporciona el curato a fuoco del tabaco Kentucky. Personalmente creo
que Watson hizo caso al consejo de Holmes, es decir que ambos
fumaron aquellos cigarros del propietario. Algo muy coherente con sus
respectivos gustos en tabacos para pipa, ya que tanto uno como otro
consumían especímenes que se contaban entre los más potentes del
mercado.
Puede decirse que, en mi caso, la
sobremesa acabó siendo mucho más fastuosa que la propia comida por la excelencia de los ejemplares degustados. ¿Habrá sido
así en el Goldini?
Notas:
(1) Algo semejante ocurre con el
restaurante Marcini mencionado en El sabueso de los Baskerville.
(2) Debido a su formato singular, no
caben dudas de que los toscanos deben haber llamado la atención del
público británico acostumbrado a los modelos habaneros
tradicionales (más información en la monografía).
(3) Lamentablemente abundan las
siniestras versiones del llamado "blue curaçao", obtenidas mediante colorantes artificiales.