221pipas, la monografía

Posadas típicas de la campiña inglesa en las historias originales de Sherlock Holmes

Hace poco mencionamos el carácter andariego del trabajo detectivesco y su reflejo en los numerosos viajes que deben realizar Holmes y Watson fuera de Londres. También señalamos cierta característica meridional de esos periplos, concentrados en localidades y parajes relativamente cercanos a la gran metrópoli. Tratándose de un país pionero en cuestiones de vías y trenes, no resulta extraño que el devenir de casos esté cargado de referencias sobre el típico ambiente ferroviario europeo de la época, sus tradicionales coches-compartimiento y sus clásicas estaciones de campaña. Si bien muchos trayectos son realizados con ida y vuelta el mismo día, más de una vez los protagonistas se ven obligados a pernoctar en las residencias de sus clientes o en hostales pueblerinos de carácter semi rural. Por supuesto, no faltan allí las citas descriptivas enfocadas en diversos temas que nos convocan, pero lo más interesante de todo es la extensa serie de pintorescas estampas sobre entornos y personajes bien asentados en la Gran Bretaña decimonónica al filo del 1900.


Si hacemos un análisis ordenado encontramos varios establecimientos dando albergue y/o alimento al dueto estelar de la epopeya holmesiana. En El misterio del Valle de Boscombe, Holmes y Watson tienen como escenario de su almuerzo al mesón Escudo de Hereford, del condado homónimo, y algo similar ocurre en Copper Beeches con la posada Cisne Negro, de Winchester. A las afueras de Camford (localidad imaginaria), el hotel Las Damas (1) sirve de alojamiento para el detective y el doctor mientras Holmes hace alusión al vino Oporto que allí sirven durante los aconteceres de El hombre que gateaba. Escudo de Westville es otro comedor-alojamiento donde el héroe de la saga consume una abundante merienda promediando El valle del Terror. No faltan pormenores del suspenso investigativo enfocados en el tema que nos ocupa, tal cual sugiere Watson en El colegio Priory al definir la posada El gallo de pelea, de Hallamshire, como "escuálida y amenazante". La antigua casona de Shoscombe tiene algo sobre el tópico: en el Dragón Verde, de Crendall, los dos ídolos traban cierta amistad con su propietario, beben su vino especial y cenan truchas pescadas por ellos mismos en un arroyo de la zona.


El cine y la televisión no se privaron de retratar estos reductos ampliamente difundidos por la literatura del Reino Unido en los siglos pasados. ¿Quién no se ha topado alguna vez en el texto, el dibujo o la pantalla con una taberna inglesa de campo colmada de campesinos y aldeanos disfrutando su robusta cerveza o su comida sencilla? Y no hablamos de los pubs urbanos, que sólo tienen cierta familiaridad de rubro, sino de comercios tradicionales que aún hoy -transformaciones mediante- subsisten en antiquísimos poblados enmarcados por colinas, campos y bosques. Lo notable es que su atmósfera no cambió mucho a través de los siglos: podemos apreciar cuadros de situación semejantes en obras de escritores británicos como Thomas Hardy, Jane Austen, G.K. Chesterton y J.R.R. Tolkien, que transcurren en épocas medievales, renacentistas o victorianas por igual, con tono histórico, costumbrista o épico, de la realidad y la ficción. Allí reside precisamente lo genial y grandioso de Sherlock Holmes, tan situado en un período específico pero a la vez tan atemporal. ¿O no es prueba de ello la plena vigencia del personaje cuando han pasado 135 años desde su primera aparición?


Hoteles, mesones y posadas en plena campiña inglesa. Lugar de tradiciones y parroquianos, pero también de misterios y detectives...

Notas:

(1) The Chequers, juego de damas en inglés (más conocido por su sinónimo checkers).

Fumando en arcilla al estilo victoriano (degustación)

De acuerdo con los textos y dibujos que publicó el Strand Magazine en los años de esplendor, Sherlock Holmes tenía la pipa de arcilla entre sus favoritas. Sin embargo, las escenas reflejadas luego por el cine y la TV raramente muestran al detective haciendo uso de su cachimba cerámica. Para la mayoría de las producciones modernas siempre resultó mucho más simple recurrir al consabido y artificioso modelo Calabash o cualquier otra pipa de madera, pero aún así algunas pocas lograron mantener intacto el espíritu original del personaje respetando los detalles visuales apuntados por Conan Doyle. En este punto volvemos otra vez a las mismas series británicas que resultan emblemáticas en el ámbito especializado de estudiosos y fanáticos: los episodios protagonizados por Peter Cushing en 1968 y la versión más divulgada de los años ochenta consistente en 41 entregas con Jeremy Brett a la cabeza del elenco. Ambas cuidaron con singular esmero la minuciosidad escenográfica, incluyendo pormenores gastronómicos y tabaquísticos.

Para un fumador empedernido y apresurado como Holmes nada mejor que una pequeña pipa de arcilla a imagen y semejanza del prototipo ilustrado varias veces por Sidney Paget. Dicha característica volumétrica (que no es excluyente, ya que las hay también portentosas) permite consumir pequeñas dosis de tabaco comparables con un puro de tamaño reducido o un par de cigarrillos. Así lo entendían los victorianos, quienes lograron que la arcilla dominase el mercado británico durante la mayor parte del siglo XIX (1). Reforzando este argumento tenemos otro personaje sherlockiano dentro de semejante línea de costumbres: Reuben Hayes, el malicioso dueño de la "escuálida y amenazante" (en palabras de Watson) posada campestre The Fighting Cock, referenciado en la historia El colegio Priory. Con todos estos antecedentes encaré una reseña sobre el tópico en base a numerosas degustaciones efectuadas en mi costumbre de fumar la pipa chica de arcilla con bastante regularidad.

El ejemplar en cuestión pertenece a la marca Semper Fidelis, de fabricación artesanal argentina. Está hecho siguiendo un molde inglés Broseley datado hacia 1856 (2) con magnitudes que acusan 16,5 cm de largo, cuenco de 3,2 cm de altura y diámetro externo de 2,2 cm, todo ello en un modelo recto, de líneas simples, pensado sin dudas para fumar rápido y sin complicaciones. Las pipas de arcilla proporcionan además una experiencia de sabor más fresca y genuina ya que no guardan "residuos" aromáticos de fumadas anteriores, lo cual sucede frecuentemente con las pipas de madera luego de varios usos. Cargada a pleno, el tiempo necesario para consumirla depende del tipo de tabaco, su corte y su grado de humedad, pero estamos hablando de períodos que oscilan entre diez y veinte minutos. Las descripciones cotidianas sobre Holmes nos llevan a pensar que en su caso dicha banda cronológica estaba siempre en el borde inferior, o incluso menos: el detective solía fumar "como chimenea", sobre todo al encontrarse inmerso en la resolución de casos.

También guardaba su tabaco en una zapatilla persa cerca de la chimenea, lo que equivale a un grado de humedad prácticamente nulo. Pero así era él, y por esas mismas excentricidades (aparte de su genialidad) ha sido venerado por tantas generaciones que atravesaron tres siglos en todo el mundo occidental.

Notas:


(1) Durante las últimas décadas se manifestó un fenómeno de disputa con la raíz de brezo. Ambos materiales competían por predominar en la industria y los hábitos de la población, pero es evidente que el uso de la arcilla se iba apagando de forma irremediable (para más datos históricos ver monografía).
(2) Broseley alude a la localidad inglesa homónima donde -se cree- fueron manufacturadas las primeras pipas británicas de arcilla en el siglo XVII. La última factoría allí existente (que cerró sus puertas hacia 1957) es actual sede de un museo dedicado a la actividad.

El Tokay Imperial de Francisco José

Existen dos líneas de tiempo diferentes a la hora de establecer una cronología literaria de Sherlock Holmes. La primera, que podríamos llamar "editorial", abarca cuarenta años durante los cuales fueron escritas y publicadas las 60 narraciones originales (1887-1927). La segunda comprende la secuencia de hechos según los propios relatos y está plasmada en una placa a la entrada de Baker Street 221b. Comienza en 1881, con el encuentro primigenio entre los dos personajes estelares, y culmina en 1904, cuando el detective ya vive retirado en una pequeña casa cerca del mar, al sur del país. Pero semejante data se basa sólo en el período de mayor actividad profesional del dúo protagónico y claramente no es definitiva. Luego de 1904, sin otras referencias intermedias registradas por las memorias del doctor Watson, hay una notable aparición final de los héroes el 2 de agosto de 1914, pocos meses antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. (1) Significativamente, esta historia lleva por título algo bien propio de un desenlace: Su última reverencia.

La trama gira alrededor de dos espías alemanes llamados Von Herling y Von Bork, a los cuales Holmes y Watson deben neutralizar dentro de una mansión, evitando así el robo de importantes documentos secretos británicos. Para ese fin utilizan identidades falsas, ayudadas por el hecho de que sus respectivas fisonomías han cambiado bastante en los diez años transcurridos desde la última aventura documentada: Holmes porta una barba tipo herradura y Watson luce bastante más grueso que en sus tiempos de Baker Street. Ahora bien, lo que nos interesa reside en la bebida que disfrutan los allí presentes: nada menos que una botella de vino Tokay Imperial. Los adjetivos son todos elogiosos, empezando con la frase ¡qué Tokay! expresada por uno de ellos. Luego le sigue el enunciado Altamont tiene un buen gusto por los vinos, y le gustó mi Tokay, y finalmente las palabras del propio Sherlock Holmes cuando afirma: un vino notable Watson; nuestro amigo en el sofá (2) me ha asegurado que es de la bodega especial de Francisco José en el palacio de Schönbrunn.


¿De qué se trata este elixir objeto de tantas loas? Pues del legendario Tokay (Tokaj o Tokaji en su idioma original) (3) producido en la región homónima al nordeste de Hungría, que se elabora en distintas facetas de sabor pero cuya mayor expresión es reconocida por ciertos ejemplares dulces de cosecha tardía hechos bajo condiciones muy particulares que incluyen la sobremaduración extrema de las uvas y un cuidadoso añejamiento en barricas y botella. Su historia se remonta a la Edad Media y fue durante siglos una especie de "gema" enológica bien apreciada por las aristocracias del Viejo Mundo, sobre todo en el caso de los monarcas y las cortes imperiales. Así, por ejemplo, lo bebían tanto la reina Victoria de Inglaterra como el kaiser Guillermo de Alemania o el zar Nicolás de Rusia. Respecto a la mención explícita de Sherlock Holmes, existen sobrados indicios que señalan su abundancia en las diversas residencias del emperador austro-húngaro, más que nada en el soberbio palacio a las afueras de Viena, propiedad de los Habsburgo desde 1569.


Casi como al pasar, el autor nos brinda aquí otra pincelada costumbrista a fines del siglo XIX y principios del XX, en las postrimerías de la amable y decadente Belle Époque.

Notas:

(1) Pocas veces vemos a Watson siendo tan preciso. La frase inicial es incontrovertible: eran las nueve de la noche del 2 de agosto, el agosto más terrible en la historia del mundo. La oración lleva implícita una evidente nota sombría -no es para menos- ya que el texto se publicó en septiembre de 1917, con el conflicto desarrollado a pleno.
(2) Se refiere a uno de los agentes alemanes, ya narcotizado con cloroformo.
(3) No debe confundirse con otros especímenes europeos de nombre similar: el Tokay Pinot Gris de Alsacia y el Tocai Friulano del norte de Italia, ambos vinos blancos secos.