Hace poco mencionamos el carácter andariego del trabajo detectivesco y su reflejo en los numerosos viajes que deben realizar Holmes y Watson
fuera de Londres. También señalamos cierta característica meridional de esos periplos, concentrados en localidades y parajes relativamente cercanos a la gran metrópoli. Tratándose de un país pionero en cuestiones de vías y trenes, no resulta extraño que el devenir de
casos esté cargado de referencias sobre el típico ambiente ferroviario europeo de la época, sus tradicionales coches-compartimiento y sus clásicas estaciones de campaña. Si bien muchos trayectos son realizados con ida y vuelta el
mismo día, más de una vez los protagonistas se ven obligados a
pernoctar en las residencias de sus clientes o en hostales pueblerinos de carácter semi rural. Por
supuesto, no faltan allí las citas descriptivas enfocadas en diversos temas que
nos convocan, pero lo más interesante de todo es la extensa serie de pintorescas estampas sobre entornos y
personajes bien asentados en la Gran Bretaña decimonónica al filo del 1900.
Si
hacemos un análisis ordenado encontramos varios establecimientos
dando albergue y/o alimento al dueto estelar de la epopeya
holmesiana. En El misterio del Valle de Boscombe, Holmes y Watson
tienen como escenario de su almuerzo al mesón Escudo de Hereford,
del condado homónimo, y algo similar ocurre en Copper Beeches con la
posada Cisne Negro, de Winchester. A las afueras de Camford
(localidad imaginaria), el hotel Las Damas (1) sirve de alojamiento para el detective y el doctor mientras Holmes hace alusión al vino Oporto
que allí sirven durante los aconteceres de El hombre que gateaba.
Escudo de Westville es otro comedor-alojamiento donde el héroe de la
saga consume una abundante merienda promediando El valle del Terror.
No faltan pormenores del suspenso investigativo enfocados en el tema
que nos ocupa, tal cual sugiere Watson en El colegio Priory al
definir la posada El gallo de pelea, de Hallamshire, como "escuálida
y amenazante". La antigua casona de Shoscombe tiene algo sobre
el tópico: en el Dragón Verde, de Crendall, los dos ídolos traban
cierta amistad con su propietario, beben su vino especial y cenan
truchas pescadas por ellos mismos en un arroyo de la zona.
El
cine y la televisión no se privaron de retratar estos reductos ampliamente difundidos por la literatura del Reino Unido en
los siglos pasados. ¿Quién no se ha topado alguna vez en el texto,
el dibujo o la pantalla con una taberna inglesa de campo colmada de
campesinos y aldeanos disfrutando su robusta cerveza o su comida
sencilla? Y no hablamos de los pubs urbanos, que sólo tienen cierta
familiaridad de rubro, sino de comercios tradicionales que aún hoy
-transformaciones mediante- subsisten en antiquísimos poblados
enmarcados por colinas, campos y bosques. Lo notable
es que su atmósfera no cambió mucho a través de los siglos:
podemos apreciar cuadros de situación semejantes en obras de
escritores británicos como Thomas Hardy, Jane Austen, G.K.
Chesterton y J.R.R. Tolkien, que transcurren en épocas medievales,
renacentistas o victorianas por igual, con tono histórico,
costumbrista o épico, de la realidad y la ficción. Allí reside
precisamente lo genial y grandioso de Sherlock Holmes, tan situado en un período
específico pero a la vez tan atemporal. ¿O no es prueba de ello la plena vigencia del personaje cuando han pasado 135 años desde su
primera aparición?
Hoteles, mesones y posadas en plena campiña inglesa. Lugar de tradiciones y
parroquianos, pero también de misterios y detectives...
Notas:
(1)
The Chequers, juego de damas en inglés (más conocido por su
sinónimo checkers).