221pipas, la monografía

Jerez, el aperitivo británico de antaño (degustación)

Según afirma cierto periodista español en una buena nota de tinte histórico (1), Jerez llegó a ser un paraíso burgués gracias al vino. Aquella ciudad antaño conventual vivió su época gloriosa durante buena parte del siglo XIX, período en el que las grandes vinícolas hicieron fortunas con la exportación de miles de litros al Reino Unido. La estadísticas antiguas confirman el dato, si bien los mayores volúmenes se negociaron en el decenio de 1870 y comenzaron a decaer para fines de la centuria. De todas maneras, desde allí hasta 1900 el Puerto de Santa María siguió acusando grandes embarques del famoso vino andaluz hacia Inglaterra, que era su principal mercado. Muchas piezas de la literatura obran como testigos de aquella moda: el Jerez era un aperitivo infaltable en los hogares de las clases medias y altas, utilizado para abrir el apetito o como trago "a deshoras", acompañando todo tipo de charlas, reuniones y tertulias. Junto al brandy y el oporto fue, sin dudas, gran protagonista de las buenas mesas británicas de la época.


La saga sherlockiana es un perfecto reflejo de dichos hábitos, comenzando por un par de menciones específicas dentro del canon original. En El aristócrata solterón, Holmes cita al Jerez mientras examina cierta factura de hotel con el precio de ocho peniques la copa, indicativo de que no era un artículo barato. En La Gloria Scott forma parte de los turbulentos recuerdos de un viejo marinero que lo bebió a bordo de su barco. Luego, el cine y la TV continuaron rememorando la fama de la bebida, colocándola en numerosas escenas que presentan al detective, a Watson y a muchos clientes disfrutando sus respectivas "dosis" provenientes de elegantes botellones dispuestos para tal fin. Pero la más interesante de todas se produce en la versión 1959 de El sabueso de los Baskerville, donde vemos al obispo Frankland (personaje inventado para la pantalla y encarnado por el legendario Miles Malleson) como un fanático consuetudinaro del producto, especialmente del que atesora Henry Baskerville en su mansión, al que califica como "el mejor en Devonshire".


Así las cosas decidí efectuar una degustación en base a un ejemplar español auténtico, en este caso perteneciente a la marca Marqués del Real Tesoro, de la categoría Cream. Ello implica un tipo encabezado dulce y oscuro se que corresponde perfectamente (a mi entender) con la mayoría de los jereces de los viejos tiempos (2). La descripción antedicha puede ampliarse hasta un interesante y profundo abanico de sensaciones que brinda en la nariz y el paladar: frutos secos, higos, uvas pasas y ese dejo infaltable que recuerda a algún tipo de torrefacción, incluso del azúcar misma de las uvas. En definitiva, la esencia de la vieja "fórmula" del Jerez no ha variado a través de los siglos: uvas muy maduras provenientes de viñedos beneficiados por un clima seco y bien soleado, combinadas con una vinificación prolija y una crianza que le brindan esa terminación incofundible. Seguramente por eso los victorianos británicos lo tenían entre sus vinos favoritos, tal cual expresan las historias del detective imaginario más famoso de todos los tiempos.


Dejando de lado los argumentos detectivescos, Doyle supo describir toda una época en base a las costumbres victorianas abarcando buena parte de lo que los británicos comían, bebían y fumaban en aquella etapa de la historia.

Notas:

(1) Jerez, la ciudad a la que el vino convirtió en edén burgués. Carlos Doncel - El País, 29 de marzo de 2021.
(2) La explicación sería muy larga, con ribetes técnicos, pero digamos que los métodos de elaboración y transporte de aquellos años no permitían la supervivencia de los vinos más frescos y delicados por mucho tiempo. El Jerez, en sus tipos amontillados, olorosos y dulces, era apto para los viajes por mar y tierra gracias a su carácter robusto y dulzón, de buen tenor alcohólico.

Un restaurante vegetariano en Saxe-Coburg Square

Saxe-Coburg Square es una plaza ficticia referida en el relato La liga de los pelirrojos. Más allá de ser una de las historias fundacionales del canon sherlockiano y que su trama está considerada entre las mejores escritas por Arthur Conan Doyle, buena parte del texto remite a diferentes lugares del centro financiero londinense. Ello le brinda un valor histórico adicional en función del constante movimiento de los protagonistas por las calles de la ajetreada y cosmopolita capital del Reino Unido. Como corolario, cierto párrafo deja entrever un dato gastronómico costumbrista no demasiado conocido en nuestros días: la existencia de restaurantes "libres de carne". Así lo describe Holmes al llevar su mente hacia esa cuadra específica de la metrópolis: me gustaría recordar el orden de las casas aquí... Es una de mis aficiones tener un conocimiento exacto de Londres. Está Mortimer's, el estanco, la pequeña tienda de periódicos, la sucursal Coburg del City and Suburban Bank, el restaurante vegetariano y la fábrica de carruajes de McFarlane.


La simple cita de un local de comida vegetariana permite conjeturar todo un movimiento cultural, social y filosófico vinculado a las ideas pacifistas y socialistas pioneras de la época, cuya existencia se encuentra ampliamente documentada. De hecho, varias publicaciones temáticas y algunas asociaciones tenían como propósito concientizar a la población y atraer inversores hacia el sector (1). Una lista contemporánea al relato en cuestión apunta ocho sitios sólo en Londres: The Alpha (Oxford Street), The Food of Health (Farrington Road), The Garden (Jewin Street), The Reform (Kingsland Road), The Arcadian (Queen Street), The Shaftesbury Hall (Aldersgate Street), The Field (Paternoster Square) y The Apple Tree (London Wall), a los que se agregan numerosas opciones en otras ciudades británicas y comercios proveedores del mismo tipo. Por lo visto, la alusión del vegetarianismo en una historia de Sherlock Holmes no tiene nada de casual o incidental. Bien al contrario, es un nítido reflejo de la realidad cotidiana en la Inglaterra decimonónica que vivió y experimentó su creador.


Pero, concretamente, ¿cuál era la oferta de platos? Considerando la inexistencia de técnicas e implementos que se usan hoy en la culinaria de vanguardia para transformar sabores y texturas (nitrógeno líquido, deconstrucción, cocción en frío o al vacío, espumas, terrificación), cierto menú del citado Alpha (2) muestra una serie de alternativas acordes a lo que podían lograr los cocineros del año 1889 conjugando sus métodos tradicionales con un poco de ingenio. El repertorio comienza por las sopas de lentejas, vegetales, arvejas y leche de tapioca. Luego se enumeran los purés o papillas (de avena, trigo y maíz, entre otras opciones dulces y saladas) y a contuación está el detalle de las tapas que hacen las veces de platos principales, como la "chuleta" de lentejas, salsa y frijoles, los macarrones con omelette o salsa de tomate, los guisantes salados con salsa de perejil y la "médula vegetal" en varias formas. También hay postres (incluyendo unas originales natillas de sagú), tartas dulces (manzana, durazno, grosellas), frutas, quesos y bebidas, todas sin alcohol.


Ciertas costumbres no han cambiado mucho, o al menos lo hicieron sólo en las formas. Después de todo, los "camuflajes" de origen cárnico siguen siendo muy comunes a la hora de presentar viandas compuestas por ingredientes vegetarianos o veganos. En los aquellos días eran chuletas y médulas, hoy son salchichas y hamburguesas.

Notas:

(1) Cranks, clerks and suffragettes: the Vegetarian Restaurant in British culture and fiction, 1880-1914. Elsa Richardson, 2021
(2) No confundir con el Alpha Inn señalado en la historia El carbunclo azul, que era una típica posada inglesa del estilo pub.