Durante los primeros tiempos de
este blog publicamos una serie de entradas consecutivas tituladas En
busca del tabaco shag. En ellas intentamos reproducir, apelando a
marcas de nuestros días, los aromas y sabores del viejo producto que
fumaban millones de británicos victorianos y que Arthur Conan Doyle
decidió poner en la pipa de Sherlock Holmes. Ahora bien, desde
aquellos posteos hasta hoy hubo un período de sondeos e
investigaciones que lograron ampliar la perspectiva del tema y dieron
lugar a la monografía Un Estudio en Tabaco. Por lo tanto,
aunque los primeros intentos fueron válidos como aproximaciones al
modelo histórico que nos proponemos reproducir, esta nueva nitidez
me hizo direccionar la búsqueda hacia nuevos rumbos. Comenzamos así
otra terna de catas con el propósito de revelar la gran incógnita
tabaquística sherlockiana conjugando elementos reales y ficticios en
tiempos diferentes: un personaje literario que fumaba en pipa, un
artículo masivo del período victoriano y tres rótulos elaborados
por la industria tabacalera del siglo XXI.
La revisión documental permite
comprender los cambios que sufrió el significado de la palabra shag
en la jerga tabacalera de habla inglesa. Para 1800 era un apelativo
evocador de filamentos tan angostos que semejaban "pelusa"
(de allí el nombre), pero varias décadas después hacía referencia
al producto más barato, áspero y rudimentario del mercado, cortado
de manera totalmente irregular. Esta última semblanza es la que
mejor coincide con la publicación de las primeras novelas y relatos
canónicos (1887-1891) y se ve confirmada por las propias reseñas de
Watson cuando habla del tabaco oscuro y fuerte que
consumía el detective, entre otros adjetivos del mismo tenor. Como
señalamos, ya entonces había dejado de ser visualmente "peluche"
y se veía veía más bien como una serie de tiras y fragmentos
cortados toscamente, aunque la gran cantidad de fábricas existentes
no permite descartar la posibilidad de que al menos una lo
procesara distinto en vista del creciente consumo de cigarrillos de
papel. Al filo del siglo XX, un shag de corte pequeño y
delgado permitía el uso con doble propósito: para pipa o para liar,
lo cual se volvería muy común luego de la Primera Guerra Mundial
(1).
El Cheetah Kentucky es un típico
espécimen para armar cigarrillos elaborado en Alemania con las
variedades Virginia, Burley y Kentucky. Dicha mezcla
añade una perspectiva renovada y permite ajustar el enfoque poniendo
énfasis en el último componente, que no había sido probado durante
las catas anteriores no obstante su frecuente mención en testimonios
decimonónicos. Las fotos adjuntas muestran un aspecto casi capilar
equiparable con aquella referencia de "pelusa", bien
diferente a cualquier picadura para pipa confeccionada como tal.
Luego del encendido y tras unos minutos aparece el borde aromático
ahumado seguido por un sabor corpulento, con nervio, incluso algo
mordaz hacia el final de la fumada. Sin dudas se trata de un ejemplar
caracterizado por la fortaleza y el picor, lo cual suena muy familiar
para todos aquellos holmesianos que hayan leído las historias
originales. Entre muchos otros detalles descriptivos sobre los
hábitos de Holmes, el de su tabaco vehemente resulta ser una
constante que adorna la ambientación victoriana de los relatos.
Podemos decir que nos acercamos un poco
más al modelo de tabaco shag que consumían los británicos
hace más de ciento veinte años. Y en esa misma dirección nos
seguiremos moviendo, muy pronto.
Notas:
(1) Reforzado, seguramente, por los
hábitos adquiridos en la dura vida de trincheras. Muchos testimonios
visuales del conflicto muestran a miles de soldados fumando
profusamente tanto cigarrillos como pipas. Los propios ejércitos
suministraban el tabaco -que por entonces era un artículo de primera
necesidad- y no hace falta ser demasiado perspicaz para inferir que
dicha provisión correspondía a un único tipo simple, económico y
práctico, apto para cualquier modalidad de consumo.