221pipas, la monografía

Pollos, gansos, perdices, becadas y faisanes: los plumíferos se imponen en la mesa de Baker Street

¿Cocinaba bien la señora Hudson? El propio Holmes se encarga de responderlo mediante la siguiente frase: su cocina es algo limitada, pero tiene una idea del desayuno tan buena como una escocesa (1). Dicho comentario deja claro el modesto papel gastronómico de las caseras británicas (2) hacia fines del siglo XIX, destinado a ofrecer un escueto repertorio de platos caseros sencillos, elaborados con ingredientes económicos y fáciles de conseguir. En tal sentido, la lectura del canon permite verificar lo siguiente: cuando Holmes y Watson desean una experiencia más exclusiva o sofisticada para sus almuerzos y cenas se dirigen a alguno de los reconocidos restaurantes londinenes. El ritmo de vida del detective y su compañero le añaden más sustento a esa culinaria doméstica acotada, puesto que no tendría mucho sentido esmerarse demasiado para alimentar a dos personas inmersas en una rutina tan fortuita e imprevisible, que los obliga a emprender viajes repentinos o salir de improviso en cualquier momento del día. En otras palabras: nunca se sabe si los protagonistas estarán en casa a la hora de almorzar o cenar.


No obstante y así las cosas, si nos ajustamos a los pocos casos del canon en que los platos son mencionados explícitamente, el elenco dispuesto sobre la mesa de Baker Street exhibe un fuerte predominio del mundo avícola. En El signo de los cuatro, por ejemplo, los héroes cenan ostras y un par de perdices junto al inspector Athelney Jones. Toda la trama de El carbunclo azul transita alrededor de ciertos gansos en plena época navideña, sumados a la mención concreta de dos cenas, una con becada y otra con aves sin especificar. Hacia el final de El aristócrata solterón llega a Baker Street una caja encargada por Holmes (en este caso las viandas se preparan por encargo) conteniendo becada fría, faisán y pastel de foie gras, mientras que durante el relato La inquilina encubierta aparecen nuevamente las perdices. Con sólo omitir las ostras mencionadas en primer término y agregar el pollo al curry para desayunar de El tratado naval, la preeminencia de los plumíferos se vuelve aún más rotunda (3).


Raramente vemos al dúo estelar frente a otro tipo de comestibles (como las arvejas de Los tres estudiantes o las truchas en La antigua casona de Shoscombe), y dichas ocasiones ocurren siempre fuera del domicilio de la calle Baker. La pregunta queda servida: ¿esa inclinación avícola tenía su origen en la predilección de los comensales o era una especialidad de la señora Hudson? Algún indicio parece inclinar la balanza hacia la primera proposición, ya que la opípara cena arribada a Baker Street en El aristócrata solterón no está preparada allí. Si no es por preferencia, ¿para qué pedir aves cuando existe la oportunidad de encargar algo diferente? En dirección opuesta, los casos de legumbres y pescado fuera de Londres mueven a pensar que los paladines eligen otro tipo de alternativas cuando se encuentran lejos de casa (4). Estas disquisiciones puramente ficticias bien podrían haber tenido su contraparte en la vida real, pues cabe preguntarse si tantas citas sobre aves no estaban originadas, después de todo, en los propios gustos del autor.


¿Sería Doyle un consumidor recurrente de pollos, gansos, perdices, becadas y faisanes? No lo sabemos, pero es otro punto para descubrir en la tortuosa relación entre el escritor y su personaje más exitoso.

Notas:

(1) Plasmada en El tratado naval.
(2) En este caso, el término "casera" indica una propietaria que vive allí mismo ofreciendo algunos servicios adicionales a sus inquilinos, como el aseo y las comidas.
(3) Dos excepciones cárnicas se presentan en Escándalo en Bohemia y La corona de berilos (ver detalle en la monografía de 221pipas), pero no implican almuerzos o cenas de mesa sino colaciones de apuro, frías, rápidas, al paso.
(4) Discutibles ambos, ya que no se trata de elecciones sino más bien del peso de las circunstancias. Las arvejas se sirven en una posada (donde no hay opciones) y las truchas son pescadas por los propios Holmes y Watson en cierto arroyo.

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