221pipas, la monografía

Las pipas de Rathbone y Bruce

Basil Rathbone y Nigel Bruce fueron dos actores británicos encargados de representar a Sherlock Holmes y John Watson durante una serie de catorce películas para cine, e hicieron lo propio en las audiciones tituladas The new Adventures of Sherlock Holmes para la radio estadounidense NBC Network. No obstante numerosas iniciativas preexistentes desde los años veinte, dicha saga (extendida desde 1939 hasta 1946) se considera el primer éxito internacional holmesiano verdaderamente masivo, cuyo suceso perduró por varias décadas mediante la emisión de los filmes en TV. Frente a un mundo de posguerra que se inclinaba de modo lento pero inexorable hacia los medios visuales en detrimento de la palabra escrita, las películas de Rathbone y Bruce tuvieron un carácter sherlockiano iniciático para varias generaciones. Como ocurre con muchas joyas cinematográficas y radiales, en las décadas siguientes las cintas sufrieron todos los vaivenes y descuidos que llevan al deterioro, pero finalmente lograron ser restauradas gracias a la Warner Bros y el aporte de un fan multimillonario. (1) (2)

Rathbone respondía muy bien a las descripciones físicas apuntadas por Conan Doyle en el canon escrito, del mismo modo que ocurrió posteriormente con otras figuras como Jeremy Brett o Peter Cushing. Bruce, en cambio, resultaba bastante pasado en años y kilos, aunque su papel invariablemente distraído, torpe y bonachón (muy alejado del Watson original) supo ganar el cariño de millones de seguidores. Los argumentos también diferían de la ortodoxia canónica, que fue mayormente respetada en las primeras entregas El sabueso de los Baskerville y Las aventuras de Sherlock Holmes. A partir de entonces, tras profundos cambios en la realización -con menos presupuesto, entre otras cosas- las tramas se alejaron por completo del período victoriano para situarse en la década de 1940. Podemos ver así a Holmes desbaratando planes nazis durante la Segunda Guerra Mundial o conduciendo modernos automóviles, si bien el espíritu esencial del personaje basado en la observación, el análisis y la deducción no se alteró jamás. Seguramente por eso, a pesar de sus evidentes discrepancias cronológicas, la saga goza hoy de un sólido respeto entre los aficionados.



Como en toda representación de nuestro héroe que se precie, las pipas abundan a lo largo de los catorce filmes. Un dato interesante es que ambos protagonistas eran fumadores regulares en la vida real; Rathbone lo hacía en pipa sólo ocasionalmente y Bruce todo el tiempo, al punto de existir numerosas fotografías de este último disfrutando su cachimba en circunstancias personales. Dentro del set los diferenciaba cierta particularidad bien notoria: Holmes hacia uso excluyente de pipas curvas con formato inequívoco (tanto que ese  modelo se conoce hoy como pipa Sherlock Holmes Rathbone) mientras Watson era usuario de pipas rectas con leves variaciones de formato. Esto también demuestra que los detalles victorianos no interesaban aquí, ya que en ningún momento se observan especímenes de arcilla o la portentosa cherrywood tan reproducida por otras realizaciones. Como contrapartida, quizás ninguna serie de televisión o saga cinematográfica haya hecho semejante hincapié en la cuestión que nos ocupa, dado que las pipas aparecen profusamente no sólo en la pantalla sino también en cada una de las fotos, afiches y tomas publicitarias efectuadas durante sus tiempos de éxito.

¿Podemos decir entonces que las actuaciones de Rathbone y Bruce poseen sello distintivo e identidad propia? Sin dudas que sí, lo que les ha valido legiones de fanáticos y detractores por igual, pero ni unos ni otros osan omitir la importancia que tuvieron en su época. Y verlas hoy constituye un interesante ejercicio que nos enseña momentos fundamentales del acontecer holmesiano en la cultura popular del siglo XX.

Notas:

(1) Quien no fue otro que Hugh Hefner, el célebre magnate de Playboy.

(2) Todas las películas y programas de radio son accesibles en youtube y diversas plataformas virtuales.

Un licoroso legendario sobre la mesa (degustación)

Gran Bretaña fue crucial para la formación del vino licoroso con mayor celebridad mundial: el Oporto. De hecho (al igual que el Jerez) se lo considera lisa y llanamente un "invento" británico relacionado con la antigua necesidad de fortificar los envíos vinícolas agregándoles alcohol. De ese modo se evitaban la oxidación, el avinagramiento y otros defectos tan comunes al término de los ajetreados periplos navales. Casi sin quererlo, dicho sistema acabó por generar un estilo de tinto poderoso, corpulento y dulce que hizo furor entre las clases acomodadas del Reino Unido. No pasó mucho tiempo para que los negociantes e importadores ingleses afincados en Portugal comenzaran a comprar tierras cultivables sobre los márgenes del río Douro mientras emplazaban bodegas elaboradoras en la ciudad portuaria que da nombre al vino en cuestión, especialmente en un suburbio llamado Vila Nova de Gaia. Esa influencia llegó a ser muy grande (a comienzos del siglo XIX el 60% del negocio estaba en manos de empresas británicas) y aún perdura en marcas con larga tradición como Graham's, Cockburns, Burmester, Sandeman, Taylor's y Offley, por citar algunos ejemplos.

Semejante éxito de consumo durante los tiempos victorianos quedó perfectamente registrado en algunas historias canónicas originales. Por ejemplo, un Oporto resulta servido promediando los aconteceres de La Gloria Scott para matizar cierta reunión entre Holmes, Víctor Trevor y su padre, como así también al momento de la sobremesa integrada por el detective junto a Watson y Athelney Jones en El signo de los cuatro. El afamado elixir lusitano sirve asimismo para avalar un punto muchas veces sugerido pero nunca revelado por completo: sin ser técnicamente un experto (como ocurre con el tabaco), Holmes parece contar con sólidos conocimientos sobre vinos en cuanto a orígenes, tipos y calidades, aportando incluso detalles sobre alguna cosecha en particular. Esa certeza casi se obtiene en El hombre que gateaba, relato que presenta una de las típicas estadías del protagonista y su compañero en pequeños pueblos de campiña, en este caso como huéspedes de la posada The Chequers, en Camford. (1) Holmes -que ya la había vistado- afirma que allí el Oporto suele estar "por encima de la mediocridad", lo que confirma posteriormente probando una botella del famoso vintage

Por supuesto que no podía dejar de volcar aquí los resultados obtenidos al degustar un producto tan típico de Inglaterra en el siglo XIX, a pesar de conocerlo ya bastante bien. El final de un asado con amigos me sirvió para actualizar mis impresiones, esta vez con un Graham's de la categoría Tawny, lo que implica un envejecimiento en roble que otorga suavidad y agradable terminación. Lo bueno del Oporto genuino es que más allá de sus jerarquías y diferencias de precio conserva siempre cierta identidad reconocible, profunda, difícil de olvidar, y creo que eso también trasciende el paso del tiempo. Así, más allá de lo mucho que que ha cambiado la industria del vino en cuanto a modalidades productivas y recursos tecnológicos, me quedó la percepción de haber probado algo con suficiente familiaridad histórica para equipararlo a aquellos especímenes de los tiempos holmesianos. En definitiva, sus virtudes siguen siendo las mismas, sobre todo la capacidad para colmar el paladar con rasgos frutados, alicorados, espirituosos y disfrutables hasta la última copa.

Como conclusión podemos decir que no por nada fue un vino tan apreciado en el entonces núcleo económico y político del mundo. Bondades para ello no le faltan, aún probándolo tanto tiempo después de sus épocas doradas.

Notas:

(1) Camford es, al igual que Oxbridge, una locación imaginaria que surge trastocando las sílabas de las ciudades universitarias Cambridge y Oxford.  Ambas fueron usadas de manera recurrente por varios autores de habla inglesa.

Restaurantes londinenses a la medida de Sherlock Holmes

En sintonía con la condición andariega del trabajo detectivesco, el dúo estelar de la saga que nos ocupa visita de todo tipo de comercios gastronómicos durante el desarrollo de sus historias. Como nación receptora de miles de viajeros, Inglaterra ya contaba entonces con una extensa industria que incluía establecimientos rústicos para el despacho de bebidas (cervecerías, tabernas, tiendas de gin), así como bares, restaurantes y hoteles en un amplio abanico de categorías. Aquellos bares y restaurantes mencionados en el canon holmesiano original se concentran dentro de la ciudad de Londres, donde además de los clásicos hay un par de sitios pertenecientes a la colectividad italiana. Nada para extrañarse: Gran Bretaña -al igual que muchos países del mundo- recibió una gran oleada migratoria desde la península a fines del siglo XIX. En ese orden de cosas, tanto el detective como su compañero parecen tener buen juicio para elegir lugares donde almorzar y cenar si nos atenemos a los vestigios históricos del mundo real, ya que el autor también echó mano frecuente de nombres, marcas y locaciones imaginarias o apócrifas.

El más renombrado y antiguo entre los emprendimientos que nos ocupan es Simspon's, abierto en 1828 como club para caballeros hasta mutar en el restaurante formal de la era victoriana tardía. Muy apreciado por Holmes, está incluido en los casos El detective moribundo y El cliente ilustre. Algunos estudiosos sherlockianos aseguran que a él asistía el mismo Doyle, al igual que figuras literarias de la talla de Charles Dickens o George Bernard Shaw. Luego tenemos el opulento restaurante Holborn, legendario punto del buen comer sito en Kingsway 129 hasta su demolición ocurrida en 1955. Para 1880 un anuncio lo equiparaba con los principales establecimientos parisinos pero al mismo tiempo se distanciaba de ellos, asegurando que allí reinaban "la tranquilidad y el orden esenciales para la costumbre inglesa". Cuenta con sendas menciones en Estudio en Escarlata y en Los tres gabletes, aunque se lo puede apreciar bastante más en el cine y la TV, sobre todo durante la ocasión en que Watson presenta formalmente a su futura esposa Mary Morstan ante el detective. (1) Debajo de este párrafo hay dos imágenes de sendos filmes que explotaron el momento de marras: Sherlock Holmes y el caso de la media de seda (2004) y Sherlock Holmes (2009).

No podemos dejar de mencionar el Criterion Bar, citado por Watson al comienzo de Estudio en Escarlata y todo un clásico de la gran urbe. Desde su apertura en 1873 fue siempre un lugar de reunión para aristócratas y personajes que buscaban mostrarse vinculados con la alta sociedad. Allí se podía beber junto a la barra y sentarse a almorzar o cenar en sus fastuosas mesas. Aún existe, tras muchas administraciones y cambios, con el nombre de Savini Criterion. Pero no todo pertenece a la cultura británica. Bien lejos de lo que podría suponerse, la epopeya detectivesca incluye dos especímenes de la gastronomía italiana. Uno es el resutaurante Marcini, apuntado en la última oración de El sabueso de los Baskerville. Aunque no hay registros de tal establecimiento en el pasado londinense, la denominación pone de manifiesto su ascendencia italiana. El restaurante Goldini, por su parte, también parece haber sido creado por la imaginación de Doyle, pero en este caso el autor hace algunos comentarios que denotan cierto chauvinismo inglés propio de la época: lo llama garish, es decir "llamativo" o "chillón".

Con todo y así las cosas, dos ingleses de pura cepa como Holmes y Watson no dudaron en cenar allí durante la trama de Los Planos del Bruce Partington. ¿Acaso algún humano puede despreciar un plato de apetitosa pasta?

Notas:

(1) Pura invención de la pantalla. Aunque el enlace matrimonial de Watson y Morstan fue efectivamente pensado y escrito por Doyle, dicha cena de presentación ante Holmes no existe en el canon literario.

Arcadia, el tabaco ficticio y a la vez real del doctor Watson (degustación)

La historia El jorobado presenta algunos párrafos alusivos a la nueva vida conyugal de Watson, alejado temporalmente de Baker Street. Allí se lo describe disfrutando su pipa nocturna cuando recibe la inesperada visita del viejo compañero de aventuras. Éste no necesita demasiadas pistas para deducir con exactitud qué fuma su anfitrión: por cierta ceniza “esponjosa” advierte la presencia del tabaco Arcadia. (1) Lo bueno de la cita es que el producto tuvo existencia real bajo otro nombre y su inclusión en la literatura de Doyle cuenta con curiosos antecedentes, cuyo detalle puede ser ubicado en la monografía de 221pipas. Resumidamente, el imaginario Arcadia era sinónimo del auténtico Craven Mixture fabricado en Inglaterra hasta bien entrada la década de 1990. Iniciado el siglo XXI fue lanzada por única vez una edición especial a modo de revival que se agotó rápidamente, pero aún así lograron probarla suficientes aficionados como para encontrar aún hoy reseñas válidas sobre sus características. O sea que podemos entender cómo era en términos de sabor.

Un rótulo marcario famoso durante mucho tiempo como Craven deja indicios añejos, y así sabemos también que hacia 1900 estaba compuesto por un equilibrado blend del tipo llamado “oriental”, lo que en la jerga tabacalera equivale a conjugar tabacos Virginia y Latakia, este último proveniente de Siria, Chipre o los Balcanes según época y disponibilidad. Ahora bien, si Craven Mixture ya no se produce, ¿qué alternativa puede actuar como reemplazo en una degustación alegórica? Hay muchas, pero me incliné por el tabaco irlandés Peterson Wild Atlantic. Según el propio fabricante, esta mezcla ofrece virginias anaranjados, finas hojas orientales y un Latakia superior de los Balcanes. La rica y generosa cantidad de Latakia le da su carácter inglés y una típica nota a humo. En otras palabras, todo lo que parecen haber sido tanto el prototipo literario referido por Doyle como su alter ego del mundo tangible.

Probado en pipa recta de brezo resultó sencillo de encender y con buena combustión a lo largo de toda la fumada (muchos tabacos tienden a apagarse una y otra vez). En cuanto a sus componentes, el afamado Virginia de USA brinda sabor y cuerpo, mientras el Latakia (cuya elaboración incluye ahumado con leña) le da un toque especial tan fácil de detectar como difícil de definir: algo balsámico, tal vez con cierto dejo de cuero y resinas. Digamos que se trata de un prototipo ideal para quien busca buen balance de sensaciones: tiene cuerpo pero no es fuerte, es aromático sin llegar a los perfumes exacerbados, no es dulce pero brinda una frescura especial que hace muy placentero saborearlo de principio a fin. Debo admitir que la elección no fue casual; tenía muy buenas referencias previas gracias a sitios y foros de aficionados que lo ponderan sin excepción, en especial el imprescindible www.tobaccoreviews.com

Se puede resumir entonces que en El Jorobado Watson fuma un producto de sólido renombre con rasgos elegantes, aromáticos, complejos y refinados que le hacen honor. Lógicamente, los registros del pasado indican que nunca fue barato: se ubicaba en el rango de precio acorde a la excelente fama que logró portar por más de cien años.

Arcadia en la ficción, Craven en la realidad. Bien por el doctor.

Notas:

(1) Arcadia representa toda una evolución para los gustos de Watson, ya que en la primera historia del canon (Estudio en Escarlata) asegura fumar tabaco Del Barco, un rústico espécimen elaborado a bordo por los marineros de la época (ver monografía). Pronto vamos a degustar el émulo moderno de ese consumo típico en los buques británicos durante los siglos XVIII y XIX.