221pipas, la monografía

Un licoroso legendario sobre la mesa (degustación)

Gran Bretaña fue crucial para la formación del vino licoroso con mayor celebridad mundial: el Oporto. De hecho (al igual que el Jerez) se lo considera lisa y llanamente un "invento" británico relacionado con la antigua necesidad de fortificar los envíos vinícolas agregándoles alcohol. De ese modo se evitaban la oxidación, el avinagramiento y otros defectos tan comunes al término de los ajetreados periplos navales. Casi sin quererlo, dicho sistema acabó por generar un estilo de tinto poderoso, corpulento y dulce que hizo furor entre las clases acomodadas del Reino Unido. No pasó mucho tiempo para que los negociantes e importadores ingleses afincados en Portugal comenzaran a comprar tierras cultivables sobre los márgenes del río Douro mientras emplazaban bodegas elaboradoras en la ciudad portuaria que da nombre al vino en cuestión, especialmente en un suburbio llamado Vila Nova de Gaia. Esa influencia llegó a ser muy grande (a comienzos del siglo XIX el 60% del negocio estaba en manos de empresas británicas) y aún perdura en marcas con larga tradición como Graham's, Cockburns, Burmester, Sandeman, Taylor's y Offley, por citar algunos ejemplos.

Semejante éxito de consumo durante los tiempos victorianos quedó perfectamente registrado en algunas historias canónicas originales. Por ejemplo, un Oporto resulta servido promediando los aconteceres de La Gloria Scott para matizar cierta reunión entre Holmes, Víctor Trevor y su padre, como así también al momento de la sobremesa integrada por el detective junto a Watson y Athelney Jones en El signo de los cuatro. El afamado elixir lusitano sirve asimismo para avalar un punto muchas veces sugerido pero nunca revelado por completo: sin ser técnicamente un experto (como ocurre con el tabaco), Holmes parece contar con sólidos conocimientos sobre vinos en cuanto a orígenes, tipos y calidades, aportando incluso detalles sobre alguna cosecha en particular. Esa certeza casi se obtiene en El hombre que gateaba, relato que presenta una de las típicas estadías del protagonista y su compañero en pequeños pueblos de campiña, en este caso como huéspedes de la posada The Chequers, en Camford. (1) Holmes -que ya la había vistado- afirma que allí el Oporto suele estar "por encima de la mediocridad", lo que confirma posteriormente probando una botella del famoso vintage

Por supuesto que no podía dejar de volcar aquí los resultados obtenidos al degustar un producto tan típico de Inglaterra en el siglo XIX, a pesar de conocerlo ya bastante bien. El final de un asado con amigos me sirvió para actualizar mis impresiones, esta vez con un Graham's de la categoría Tawny, lo que implica un envejecimiento en roble que otorga suavidad y agradable terminación. Lo bueno del Oporto genuino es que más allá de sus jerarquías y diferencias de precio conserva siempre cierta identidad reconocible, profunda, difícil de olvidar, y creo que eso también trasciende el paso del tiempo. Así, más allá de lo mucho que que ha cambiado la industria del vino en cuanto a modalidades productivas y recursos tecnológicos, me quedó la percepción de haber probado algo con suficiente familiaridad histórica para equipararlo a aquellos especímenes de los tiempos holmesianos. En definitiva, sus virtudes siguen siendo las mismas, sobre todo la capacidad para colmar el paladar con rasgos frutados, alicorados, espirituosos y disfrutables hasta la última copa.

Como conclusión podemos decir que no por nada fue un vino tan apreciado en el entonces núcleo económico y político del mundo. Bondades para ello no le faltan, aún probándolo tanto tiempo después de sus épocas doradas.

Notas:

(1) Camford es, al igual que Oxbridge, una locación imaginaria que surge trastocando las sílabas de las ciudades universitarias Cambridge y Oxford.  Ambas fueron usadas de manera recurrente por varios autores de habla inglesa.

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