221pipas, la monografía

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Las diez mejores interpretaciones de Sherlock Holmes como fumador de pipa

Pocos personajes de ficción literaria están tan asociados a la pipa como Sherlock Holmes, al punto de ser el objeto más emblemático que adorna su figura. Y aunque el héroe consumía tabaco en múltiples modalidades, su predilección por la manera que nos ocupa queda bien establecida a lo largo de las novelas y los relatos originales. La matemática es incuestionable: una compulsa minuciosa sobre las ocasiones en que el protagonista echa humo permite contabilizar el amplio predominio de la pipa (42 veces) frente a los cigarros puros (8) y los cigarrillos (7). En semejante contexto, tanto el cine como la televisión no desaprovecharon la posibilidad de explotar ese poderoso símbolo costumbrista, regalándonos así una larga lista de intérpretes sherlockianos fumadores a lo largo de cien años. Para confeccionar el repertorio con los diez mejores tuvimos en cuenta parámetros similares a los utilizados con Watson en la entrada anterior, como la frecuencia de las escenas, el porte y la credibilidad gestual, sin olvidar los ejemplares tomando en consideración sus tipos y formatos. Con ustedes, el ranking.

10- Christopher Lee


Hace muy poco reseñábamos cierto detalle gastronómico plasmado en Sherlock Holmes and the deadly necklace (1962). La misma cinta exhibe al protagonista utilizando con asiduidad y de modo convincente una elegante pipa del formato bent billiard. En la vida real, sabemos que Lee fumó cigarros puros durante muchos años. Tal vez su afinidad con los buenos tabacos le haya otorgado esa apostura natural para echar humo en cualquier modalidad de consumo.

9- Arthur Wontner


Este actor inglés fue el primer Sherlock Holmes sonoro del cine, papel en el cual totalizó cinco largometrajes entre 1931 y 1937. Todos ellos transcurren en la época de su filmación y no en los tiempos victorianos, además de presentar tramas muy peculiares donde se mezclan varias historias canónicas en un mismo argumento (Silver Blaze con El sabueso de los Baskerville, por ejemplo). No obstante, Wontner -que se parecía notablemente a los dibujos de Sidney Paget- es reconocido como un buen intérprete del detective, y lo mismo puede decirse sobre su conducta frente al acto de fumar, irreprochable desde el punto de vista de la frecuencia y las formas.

8- Robert Downey Jr


Las dos películas protagonizadas por Downey Jr en 2009 y 2012 fueron un éxito de taquilla, además de contribuir al descubrimiento del mundo sherlockiano por parte de nuevas generaciones. Ya hemos hablado sobre la sugestiva variedad de pipas seleccionadas por la producción, que conjuga extravagantes modelos americanos y asiáticos con formatos europeos tradicionales y reconocidos. Por dicha originalidad, sumada al correcto tratamiento de las escenas "humeantes", bien le vale al estadounidense un puesto en esta lista.

7- Geoffrey Whitehead


Así como algunas series de la saga han gozado de prestigio y popularidad, Sherlock Holmes and Dr. Watson de 1980 fue casi desconocida hasta hace pocos años. Diversos inconvenientes legales, comerciales y hasta políticos impidieron su difusión fuera de Polonia (donde se filmó) y Europa Oriental, pero gracias a Internet hoy podemos disfrutar este trabajo heredero de aquel serial de 1954-1955, ya que fue realizado por el mismo productor. En lo que a pipas concierne, Whitehead es un Holmes impecable y formal: fuma de acuerdo a los ritmos adecuados utilizando prototipos sobrios de brezo, tanto rectos como curvos.

6- Ronald Howard


En tiempos aún fundacionales de la televisión, Sherlock Holmes de 1954-1955 llegó a millones de hogares en los Estados Unidos, mercado para el cual fue filmada. Sus tramas son mayormente adaptaciones libres salpicadas con elementos esporádicos del canon. Pero la ambientación cronológica, el desempeño de los protagonistas y la considerable cantidad de episodios realizados (39) hacen que aún hoy se la respete. Como fumador de pipa. Howard hace lo suyo en forma muy correcta empleando a modelos curvos y rectos de brezo, nada llamativos.

5- Jeremy Brett


Junto a la serie de Granada TV propiamente dicha, Brett es el actor más aclamado entre todos los que encarnaron al detective de Baker Street. Sin embargo, el tratamiento de la cuestión pipas fue degradándose a partir de la segunda temporada hasta caer en el uso excluyente del formato churchwarden, un tipo jamás mencionado o sugerido en los textos de Doyle ni ilustrado en las ediciones antiguas. Por eso, aunque el comportamiento escénico es excelente, la caprichosa e inexplicable obstinación por utilizar algo ajeno a la figura del personaje lo sitúa en un punto intermedio entre los Holmes fumadores de la pantalla.

4- Douglas Wilmer


Parecería que cada labor artística sherlockiana sienta algún tipo de precedente. La serie de la BBC en la década de 1960 cumple con ello: fue la primera adaptación que se propuso recrear los relatos originales de Doyle con total fidelidad. Los trece capítulos que lo tuvieron como protagonista muestran a Wilmer portando especímenes clásicos mientras se compenetra con sus escenas tabaquísticas, sereno en la expresión pero dejando entrever cierta voracidad por echar humo. O sea, cien por ciento al estilo del verdadero Holmes.

3- Ian Richardson


Aunque sólo realizó dos películas encarnando al detective a principios de los ochenta (y no de las más conocidas), Ian Richardson se posiciona muy bien en esta valoración por el simple hecho de haber utilizado cuatro pipas seleccionadas con mucho acierto. Una primera calabash del tipo "cuerno" puede interpretarse como cierta concesión hacia el modelo más estereotipado de ese momento. Luego, dos elegantes brezos -uno recto u otro curvo- simbolizan las múltiples interpretaciones de Holmes a lo largo del siglo XX. Finalmente, una pequeña arcilla demuestra fidelidad a los relatos primigenios. En resumen: un gran repertorio en pocos formatos.

2- Basil Rathbone


No obstante haber pasado casi ochenta años desde su último papel cinematográfico como Sherlock Holmes, Basil Rathbone continúa siendo una figura legendaria entre los aficionados. Hasta los gruesos desajustes históricos evidentes en muchas de sus películas (que no eran culpa suya, sino del estudio Universal) pasan a segundo plano cuando se aprecia con atención esa figura decididamente análoga al personaje. ¿Quién no ha disfrutado aquellas escenas en las que fuma su pipa curva de brezo, tan distinguida como él mismo?
 
1- Peter Cushing



Sin exagerar, cuando hablamos sobre las pipas de Sherlock Holmes y mencionamos a Peter Cushing no cabe otra actitud que inclinar la cabeza en señal de reverencia. Ningún otro intéprete anterior o posterior puso semejante énfasis en ajustarse a modelos conectados con el canon. Y eso fue así durante toda su larga relación con el personaje, que comenzó en 1959 y concluyó en 1984. De hecho, no encontraremos a alguien que haya pueso en su boca tan acertada, variada y constante combinación de brezos, arcillas y cherrywoods, sin haber caído nunca en las calabash, las churchwarden u otros modelos alejados de la figura histórica del detective. Quienes lo conocieron aseguran que esa preocupación por los detalles se hacía extensiva al vestuario y los diálogos. En el caso de las pipas, por cierto, resulta bien notoria.

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De esta manera cerramos 221pipas luego de noventa y siete entradas. Durante tres años y medio hemos analizado (y también celebrado) algunas pinceladas costumbristas de la inolvidable dupla Holmes-Watson y demás personajes que los acompañaron en libros, revistas, televisores y pantallas de cine. Quizás haya sido una modesta contribución al loable propósito de mantener vivo el espíritu más genuino del detective y su inseparable compañero. Como bien dijo Vincent Starrett en su poema sobre Baker Street 221b: aquí habitan aún dos hombres notables, que nunca vivieron y por eso nunca pueden morir...

Las diez mejores interpretaciones de John Watson como fumador de pipa

Aunque las costumbres tabaquísticas de Watson nunca han sido objeto de mayores investigaciones, los textos canónicos originales presentan evidencias suficientes como para delinear un cierto perfil de fumador regular. Contrariamente al frenético detective, el doctor echa humo de modo calmo y pausado mientras divide su consumo entre la pipa, los puros y los cigarrillos. En líneas generales, el cine y la televisión tampoco dedicaron demasiado tiempo escénico al tema, por lo cual no resulta sencillo encontrar figuras ejemplificadoras. Así y todo obtuvimos un puñado de casos apropiados para realizar cierta lista con los actores más emblemáticos que encararon el asunto. El siguiente repertorio no pretende calificar las cualidades profesionales de los involucrados, sino solamente su prestancia y autenticidad mientras fuman la pipa, tomando en consideración aspectos tales como el ritmo, los gestos, las formas y otros detalles del mismo tenor. Comprendido el criterio de selección, ¿cuáles son los diez intérpretes de referencia, presentados en la típica escala de "peor a mejor"?


10 - David Burke


El motivo por el que Burke logró ingresar en esta nómina no es otro que la escasez de figuras fumadoras señalada antes. Nadie niega que era muy profesional representando el papel en la serie de los años ochenta, pero durante los trece capítulos de su participación podemos verlo con la pipa una única vez y no de la mejor manera, porque lo hizo realmente mal. El modo en que porta el utensilio, la expresión forzada y el entrecejo fruncido indican que no logró disimular su incomodidad al momento de echar humo.

9 - Donald Churchill


La versión de El sabueso de los Baskerville filmada en 1983 presenta a este actor inglés haciendo de Watson en su veta algo torpe y distraída, aunque no exenta de ciertas escenas y diálogos bastante logrados. En los comienzos del film, cuando concluye la visita del doctor James Mortimer a Baker Street, se lo puede apreciar de buen ánimo, encendiendo su cachimba y generando humareda con bastante resolución.

8 - Donald Houston


Un cronista cinematográfico escribió en su blog que Houston fue "el Watson más elegante" de la pantalla. Ciertamente hizo un buen trabajo en la recordada Study in Terror de 1965 junto al gran John Neville. Otra vez nos encontramos con una solitaria escena de Baker Street, con la particularidad de que la pipa del doctor está apagada por completo. No obstante cabe valorar positivamente la utilización de un carismático modelo Ropp cherrywood del tipo corto, capaz de "robar la escena", por decirlo de alguna manera.

7 - Robert Duvall


En términos de carrera, fama y prestigio, Robert Duvall es el actor más eminente entre todos los que interpretaron a Watson a lo largo del siglo XX. Hablamos de la película La solución del siete por ciento (1976), donde compartió cartel con otras figuras relevantes como Vanessa Redgarve, Alan Arkin, Nicol Williamson y Lawrence Olivier. También aquí no es más que un pantallazo breve y solitario, pero Duvall lo resuelve con su amplia capacidad interpretativa.

6 - Howard Marion-Crawford


Los treinta y nueve capítulos de la serie Sherlock Holmes de 1954/1955 constituyen el primer proyecto televisivo holmesiano de largo aliento y ambientado correctamente en la época victoriana. Este actor nacido en Londres acompañó a Ronald Howard a lo largo de todos los episodios, haciendo un uso bastante asiduo de pipas clásicas, generalmente curvas y con boquilla de ámbar. En esa línea, se lo puede considerar un buen Watson fumador.

5 - Donald Pickering


Sheldon Reynolds, el mismo productor de la serie de 1954/1955, volvió al ruedo veinticinco años después con otro proyecto similar, esta vez a cargo de Geoffrey Whitehead en el papel protagónico. Su compañero fue el veterano actor secundario Donald Pickering, que encarnó al doctor Watson realmente muy bien, dado que su edad, porte y actitud coincidían con las del médico y ex soldado descripto en el canon original. En materia de pipas supo mostrar una buena continuidad, fumando de manera sosegada y haciendo uso de modelos sobrios.

4 - André Morell


Si bien parece que el cine tiende a reducir al mínimo las imágenes del Watson fumandor, no fue así con El sabueso de los Baskerville de 1959, ya que Morell aparece en varias oportunidades portando activamente el estilizado modelo squat bulldog, e incluso disfrutando de algún cigarro puro. Todos los críticos señalan la calidad de su actuación como arquetipo del médico sensato e inteligente, lo cual puede extenderse con justicia a sus escenas tabaquísticas.

3 - Nigel Stock


Al igual que varios de los intérpretes presentes en esta lisa, Nigel Stock era aficionado al tabaco en la vida real. Tal vez por eso se lo puede ver fumando con soltura y perseverancia a lo largo los diferentes capítulos que emitió la BBC en la década de los sesenta, en compañia de Douglas Wilmer primero y Peter Cushing después. Un rasgo lo destaca: en todos los episodios utiliza el mismo modelo bulldog tradicional, convirtiéndose en el Watson más fiel a una misma pipa.

2 - Nigel Bruce


Si de fumadores empedernidos hablamos, nadie le gana a Nigel Bruce, el siempre recordado Watson en las catorce películas de la saga Rathbone. Este veterano actor hace uso de su pipa casi todo el tiempo, intercalando distintos formatos clásicos como poker, bulldog y apple, entre otros. También tiene diálogos con alusiones a las mezclas de tabaco y los modos para echar humo que lo hacen un genuino portavoz cinematográfico de cierta manera de fumar. Pero hay un detalle que le impide ubicarse en el escaño más alto de nuestra lista: fuma demasiado, incluso más que Sherlock Holmes, lo cual contradice las premisas del canon. Puede parecer un detalle extremadamente riguroso, pero el ganador que presentamos a continuación no cometió ningún desliz, al punto de alcanzar la excelencia total.

1 - Edward Hardwicke


Desde el punto de vista del personaje en la faceta que estamos valorando, o sea el Watson fumador, Edward Hardwicke llevó a cabo una interpretación absolutamente perfecta durante la serie de Granada TV (bien diferente a su antecesor Burke). Si tuviéramos que otorgarle una puntuación merecería sin exagerar el 100/100. Cada detalle se ajusta plenamente a la figura canónica del doctor en su modo tabaquístico: aparece con la frecuencia indicada, usa pipas sobrias de brezo, fuma de manera apacible y consume pipa, puros y cigarrillos. Hoy su labor es justipreciada de forma muy positiva, y no es para menos, incluso en cuestiones de tabaco.

Lo visto nos lleva al siguiente nivel y la siguiente pregunta: ¿cuáles fueron los diez mejores Sherlock Holmes fumadores de pipa en la pantalla? De eso nos ocuparemos en la próxima y última entrada de este blog.

El último cigarro de Charles Baskerville (degustación)

Esa noche, como de costumbre, salió a dar un paseo, durante el cual solía fumar un puro. Nunca regresó. Así comienza el doctor James Mortimer la descripción de los extraños hechos relativos a la muerte de Sir Charles Baskerville, el rico terrateniente de Dartmoor. Más tarde agrega cierto detalle que suscita la aprobación explícita de Holmes (algo poco frecuente), cuando infiere que el fallecido estuvo al menos cinco o diez minutos parado en cercanías del lugar donde se encontró su cuerpo. ¿Cómo lo sabe?, pregunta el detective. Porque se le había caído dos veces la ceniza del cigarro, responde el galeno. Dichos pormenores tabaquísticos enriquecen la trama y ayudan a crear el clima de la novela más exitosa y reconocida en la saga sherlockiana, que dio lugar a numerosas producciones cinematográficas y televisivas. Varias de ellas no desatienden el momento de nuestro interés, entre las cuales seleccionamos tres casos sin omitir los respectivos actores que encarnaron al personaje: Ballard Berkeley para la serie de la BBC (1968), David Langton durante el largometraje de Sy Weintraub (1983) y Raymond Adamson en el serial de Granada TV (1988).


Como dijimos, Sir Charles era un acaudalado latifundista, un landlord en todo sentido, poseedor de grandes extensiones que arrendaba a diferentes campesinos. En semejante contexto no hace falta mucha sagacidad para colegir su holgada posición económica, especialmente durante una época en que la superficie del terreno era directamente proporcional a la riqueza y condición social de su dueño. Ahora bien, lo que aquí nos interesa es aquello que el malogrado aristócrata fumaba al momento de su muerte. ¿Sería un cigarro indio de Trichinopoly, el más popular en el Reino Unido de entonces? ¿O tal vez uno de Europa continental (Holanda, Suiza, Alemania, Bélgica), cuyo consumo también estaba muy extendido entre los victorianos? Personalmente creo que no era nada de eso. Considerando el estatus del sujeto en cuestión, la probabilidad más lógica pasa por el lado de los habanos legítimos, es decir, la máxima expresión cualitativa de los cigarros puros. Su presencia en el mercado tabacalero británico durante el siglo XIX se encuentra ampliamente documentada, siempre encabezando el segmento más caro y exclusivo.


Mi modesta reserva de habanos me permitió elegir un ejemplar para la degustación del caso, atendiendo ciertas condiciones de rigor histórico. Para eso nada mejor que una acreditada y representativa marca de la vieja industria habanera. De ese modo opté por el celebérrimo petit corona de la proverbial fábrica Partagás, fundada en 1845 y líder en materia de exportaciones tabacaleras cubanas durante más de ciento cincuenta años. Realizadas todas la ceremonias previas correspondientes al despunte y el encendido uniforme, me encontré con ese equilibrio perfecto que llevó a la categoría hacia el olimpo de la fineza en materia de tabacos. Notas de cuero, maderas y especias dominaron la escena en el marco de un tiraje perfecto, cómodo y placentero de principio a fin. La conclusión es evidente: no por nada se trata de un lujo asociado a las clases pudientes desde hace tanto tiempo, tal cual pudo disfrutarlo el difunto Charles Baskerville en sus últimos minutos de vida.


Así concluyó este análisis durante una templada y lúgubre noche en los suburbios de Buenos Aires, que sin páramos ni sabuesos terroríficos tuvo su debida cuota de penumbra, misterio e inquietud.

La vieja y aceitosa pipa de arcilla... ¿negra?

Todos los indicios sugieren que Sherlock Holmes contaba con un único ejemplar de arcilla entre su variedad de pipas. Esto puede establecerse a partir de las menciones canónicas que señalan inequívocamente a "la pipa" o "su pipa" de arcilla (1). No hay otros pormenores relativos al formato, el tamaño o el aspecto visual, excepto dos fragmentos que hablan de una negra pipa de arcilla, ubicados en La liga de los pelirrojos y El sabueso de los Baskerville. Por este motivo, muchos entusiastas consideran que el objeto en cuestión era íntegramente de ese color. Pero cabe preguntarse lo siguiente: ¿se refería el autor a una pipa de color negro en el sentido cromático preciso o más bien a una pipa manchada y ennegrecida por el uso? La intención de esta entrada consiste en analizar dicho tópico mediante algunos vestigios históricos, la experiencia de un ejemplar propio y el simple sentido común. Como veremos, nuestras conclusiones nos llevan a enunciar que la pipa de arcilla del detective era, en realidad, de color blanco muy deslucido por el inveterado desaliño de sus utensilios para fumar.


La arcilla para fabricar pipas se llama caolín y su color natural es un blanco muy puro, intenso, casi saturado (2). Dicha característica no se modifica en absoluto durante el proceso de manufactura, por lo que todas las pipas de arcilla son blancas de fábrica, aunque pueden colorearse mediante el esmaltado en un proceso posterior. Sin embargo, esta modificación puramente ornamental pocas veces se lleva a cabo y la inmensa mayoría de los ejemplares ha salido siempre a la venta con su aspecto original. Las evidencias de la época son bien contundentes: tanto los hallazgos arqueológicos como las fotografías antiguas muestran con claridad el aplastante (casi excluyente) predominio de pipas blancas entre los hábitos victorianos. ¿Qué quiso decir entonces Watson en aquellas dos oportunidades con lo de negra pipa de arcilla? Como apuntamos al principio, no se refería literalmente al color negro homogéneo sino a un objeto sucio, descuidado, oscurecido y manchado por los residuos del tabaco, especialmente el alquitrán remanente de la combustión. El adjetivo negro cobra en estos casos un tono peyorativo relacionado con la falta de higiene, del mismo modo que decimos que los puños o el cuello de una camisa están "negros" por la suciedad, aunque no nos estemos refiriendo a ese color en el sentido literal.


Lo antedicho tiene bastante lógica considerando el carácter bohemio de Holmes frente a sus efectos tabaquísticos personales, pero no está de más confirmarlo con un experimento del mundo real. Para ello no hice otra cosa que comportarme como él, dejando de efectuar limpiezas al ejemplar de mi propiedad durante algún tiempo. El resultado puede verse en las imágenes siguientes, que contrastan la pureza inmaculada del blanco en la pipa nueva con el semblante negruzco y desaseado de la pipa usada. Pero todavía queda un detalle más que echa por tierra definitivamente la hipótesis de la pipa coloreada con esmalte negro. En el relato Un caso de identidad aparece otro comentario de Watson sobre la arcilla del detective, cuando se refiere a ella como "vieja y aceitosa". Es imposible apreciar ese detalle (visible por manchas oscuras y signos de decrepitud) en una pipa de color negro. El único modo de distinguir tales rasgos visuales es por contraste con otro color más claro de fondo, en este caso, el blanco.


Planteado, explicado y confirmado: Sherlock Holmes fumaba una pipa de arcilla blanca, o una que al menos tuvo ese color en sus orígenes. Así era él, tan prolijo en sus pensamientos, tan despreocupado a la hora de echar humo.

Notas:

(1) Para un desarrollo más extenso de tipos y cantidades ver la monografía de 221pipas.
(2) En esta foto de un yacimiento de caolín se puede observar su formidable blancura.


(3) En caso de estar sucia, la caolinita (principal componente mineral del caolín) se blanquea acercándola a la llama directa. Esa es la única forma de limpiar las pipas de arcilla: poniéndolas sobre el fuego durante un buen rato.

Fumando una pipa de maíz en la frontera franco-alemana (degustación)

Al mismo tiempo que Europa adoptaba las pipas hechas con maderas nobles, al otro lado del Atlántico se iba arraigando un producto más sencillo y humilde: la pipa de maíz. Desde comienzos del siglo XIX, agricultores y colonos norteamericanos comenzaron a fabricar este símbolo perdurable del ingenio y la tradición. El material utilizado (mazorcas secas) era económico, abundante y fácil de trabajar, lo que lo hacía perfecto para ejemplares caseros. Dichas creaciones rústicas funcionaban bien y se popularizaron rápidamente, sobre todo en zonas rurales donde era difícil encontrar artículos de lujo. A mediados de la centuria comenzaron a producirse en mayor escala mediante un método para hacer la mazorca ignífuga, volviéndola más duradera pero conservando su ligereza y accesibilidad. Esta innovación consolidó su status como alternativa práctica frente a materiales costosos como el brezo o la espuma de mar, sumado a que no requería cierto período de "curado"y ofrecía un sabor neutro. En otras palabras: cumplía todos los requisitos de las mejores cachimbas a un costo verdaderamente bajo.


Hace tiempo analizamos algunas "audacias creativas" entre los modelos utilizados por Robert Downey Jr, como una pipa de bambú y otra del tipo cherokee. Pero la cosa no termina allí, ya que en el film Sherlock Holmes, Juego de sombras (2012) también se lo puede ver con una genuina corn pipe entre sus labios. El pantallazo (que sólo dura unos segundos) se produce mientras el detective y su séquito viajan hacia la frontera franco-alemana para acceder a la fábrica de armas de Alfred Meinhard. Ahora bien, desde una perspectiva histórica cabe preguntarse cuantas chances había de hallar a un inglés fumando una pipa campesina rústica estadounidense en medio de la Europa continental hacia fines del período victoriano. Muy pocas, por cierto, aunque es justo advertir que el prestigio profesional de Holmes le proporcionaba una clientela bien cosmopolita, incluyendo nativos de USA y otros viajeros frecuentes que cruzaban el Atlántico. En ese contexto, la presencia de una pipa de maíz no resulta del todo inverosímil frente a un eventual obsequio, tal vez de algún cliente agradecido.


Frente a semejantes elucubraciones me dispuse a realizar una degustación con el único prototipo de esa clase que poseo. La pieza fue adquirida hace dos años a un precio realmente barato, pero los resultados obtenidos hasta hoy la sitúan entre mis mayores aciertos en la materia, ya que conjuga un sorprendente número de bondades a cambio de muy poco dinero: es práctica, liviana, noble, duradera y fuma muy bien. No por nada se extendió tan rápido en sus tiempos fundacionales y no parece casualidad su inclusión en una escena que recrea los extenuantes viajes a caballo del pasado, cuando era imprescindible portar sólo las pertenencias mínimas en tamaño y peso. Es fácil entender entonces que un inveterado fumador como Sherlock Holmes la llevara consigo, así como imaginar al personaje disfrutando una pequeña dosis de tabaco shag en cada descanso. Por lo tanto, aunque no es un utensilio sustentado por la ortodoxia canónica, la circunstancia específica de su aparición en esta "versión libre" del género holmesiano posee algo de lógica.


En las historias originales de Conan Doyle hay personajes europeos, americanos, asiáticos, africanos y oceánicos, tal cual era el carácter heterogéneo y abigarrado de la población londinense. La pipa de maíz de Sherlock Holmes... ¿por qué no?

Las pipas de Whitehead

Geoffrey Whitehead (1939) es un actor británico de radio, cine y televisión cuya carrera estuvo enfocada en el Reino Unido, con algunas colaboraciones para películas norteamericanas durante la década de 1970. Uno de los últimos papeles que realizó fue el de Wilburn Newbold en la comedia de situación Still Open All Hours, emitida por la BBC entre 2015 y 2019. Pero el principal componente de su fama proviene de una obra televisiva hecha hace más de cuarenta años, llamada Sherlock Holmes and Dr. Watson, donde encarnó al gran detective de Baker Street. La serie de 24 capítulos resultó ser una de las menos conocidas de la saga debido a su historia accidentada y llena de curiosidades (1). Todo comenzó en 1979 por idea de Sheldon Reynolds, el mismo que produjo la recordada Sherlock Holmes de 1954/1955 con Ronald Howard a la cabeza del elenco. Ahora bien, si en la década de los cincuenta fue llamativa la elección de Francia como país de rodaje (siendo una producción pensada para el mercado de USA), el segundo caso resulta todavía más notorio: nada menos que Polonia y a fines de los setenta, es decir, en plena época de la "cortina de hierro".


El hecho es que Reynolds llegó a un acuerdo con la televisión estatal polaca y se puso manos a la obra. Además de Whitehead en el personaje estelar, la serie contó con artistas reconocidos como Donald Pickering (Watson) y Patrick Newell (Inspector Lestrade), además de figuras invitadas en capítulos específicos: Glynis Barber, Victoria Tennant y Kay Walsh, entre otras. En términos generales, los guiones son muy cercanos a los de su serie antecesora, conformando una mixtura que combina elementos canónicos con ideas y personajes creados ad hoc, mientras los pormenores transcurren dentro de una Londres victoriana bastante bien reproducida en las calles de Varsovia. El resultado no están nada mal para una producción de bajo costo, aunque los problemas empezaron a surgir enseguida, cuando varios directivos de la TV polaca fueron procesados por corrupción y las cintas resultaron confiscadas. Dicho escándalo retrasó la distribución del producto, en ciertos casos para siempre: la serie nunca fue estrenada en Gran Bretaña, donde incluso se había lanzado un comic alusivo que hoy es material de culto para coleccionistas.


Por fortuna, muchos años después la tecnología puso a disposición de los fanáticos el repertorio completo de capítulos en soportes como Internet o el DVD. Fue entonces que muchos críticos vieron en esta obra una representación verdaderamente fiel de los personajes creados por Conan Doyle: el Holmes joven, activo y analítico junto al Watson sereno, observador e inteligente. Todo ello en el marco de una ambientación bastante preocupada por los detalles. La cuestión pipas tiene un buen tratamiento, comenzando por la acertada frecuencia fumatoria de los protagonistas: ambos lo hacen con bastante habitualidad, pero un poco más la estrella del programa. Luego, los ejemplares seleccionados recuerdan los usos de Howard dos décadas y media antes: pipas clásicas de brezo, con mayoría de formatos curvos y algunos diseños rectos, pero siempre dentro de los tipos más tradicionales. Para un tiempo en que la aparatosa calabash parecía estar en boca de todas las representaciones del gran detective, este voto por la prolijidad histórica resulta un bálsamo.


Así recordamos a otro intérprete y sus utensilios para echar humo, esta vez poniendo nuestra mirada en un serial olvidado durante largos años.

Notas:

(1) No confundir con la serie rusa del mismo nombre y filmada en la misma época.