221pipas, la monografía

La exclusiva mezcla Grosvenor de Grant Munro (degustación)

En los primeros párrafos del relato La cara amarilla, Sherlock Holmes hace una demostración práctica de sus amplios conocimientos sobre tabacos y modos de fumar. Ello sucede cuando el cliente Grant Munro deja olvidada su pipa en Baker Street y el detective realiza la siguiente serie de observaciones encadenadas: a) es una antigua pipa de brezo con tallo largo de ámbar; b) cuesta unos siete chelines; c) ha sido reparada al menos dos veces con anillos de metal por valor superior a su costo; d) su dueño tiene la costumbre de encenderla con una lámpara y siempre por el mismo costado, que está chamuscado; e) en ella se ha fumado un exclusivo tabaco Grosvenor Mixture de ocho peniques la onza. Semejante repertorio de sapiencias nos indica que Holmes no sólo conoce bien la realidad pipera y tabacalera de la época (con detalles específicos de manufacturas, marcas y precios) sino que además es un experto en cuestión de cenizas, tal cual sabemos desde las primeras historias canónicas gracias a la mención de su monografía enfocada en 140 variedades diferentes, a las cuales reconoce con sólo un golpe de vista.


En contraposición a otras referencias de lugares o productos en las que Doyle parece divertirse apuntando datos reales y ficticios por igual, las variedades y marcas de tabaco señalados por el autor a lo largo de los textos originales son 100% auténticas, toda vez que su existencia en el pasado puede ser verificada fácilmente mediante la búsqueda de registros históricos. Así sucede con la mezcla de tabaco para pipa Grosvenor, elaborada por la prestigiosa casa Adkin & Sons, establecida en Londres desde 1795. El sitio web tobaccocollectibles.co.uk ha detectado (mediante búsqueda de publicidades y menciones en medios gráficos) que la presencia de dicho rótulo en el mercado británico se extendió desde 1890 hasta 1930 aproximadamente, aunque su fábrica tuvo un devenir bastante más prolongado en el tiempo. La pregunta queda servida: ¿por qué Doyle mencionó esa etiqueta particular y no cualquier otra entre las miles asequibles en aquel tiempo? No tenemos repuestas para semejante interrogante, ni tampoco han quedado datos concretos sobre las características, el aroma o el sabor de Grosvenor Mixture, más allá de su aparición en viejas listas de precios mayoristas del gremio.


Pero al menos tenemos cierta certeza sobre su valor -ocho peniques cada 28 gramos era un precio alto a fines del siglo XIX- y por eso podemos suponer razonablemente que su calidad estaba en la misma sintonía. Para ensayar una degustación alegórica opté entonces por el ejemplar más caro en mi poder: el buen (aunque no tan difundido) tabaco Chacom N° 1, elaborado en Alemania por la casa Kohlhase & Kopp. Se trata de una típica mixtura de los tipos virginia, oriental y black cavendish junto con algún ligero toque de latakia. El resultado es análogo a lo que exhiben innumerables marcas globales ofreciendo un perfil estilizado, fino, con mucho equilibrio, leve dejo dulce y sabores suaves sin estar desprovistos de matices. Hay perfumes que pueden ser comparados con frutos secos, maderas ahumadas y demás complejidades aromáticas. En otras palabras, algo decididamente selecto, elegante y exclusivo, propio de una persona con buen nivel económico, tal cual deduce Holmes sobre Grant Munro al decir: como puede obtener un excelente tabaco por menos de la mitad de ese precio, es evidente que no necesita practicar el ahorro.


Otro espécimen del consumo histórico plasmado en los relatos del investigador más celebre y otra cata destinada a entender (o al menos, tratar de hacerlo) cómo vivían los habitantes de la Inglaterra victoriana.

Chianti, Tokay y tabaco en narguile: los excéntricos gustos de Taddeus Sholto

¿Puedo ofrecerle una copa de Chianti, señorita Morstan? ¿O de Tokay? No guardo otros vinos. ¿Debo abrir una botella? ¿No? Pues bien, confío en que no tenga ninguna objeción al humo y el olor balsámico del tabaco oriental. Estoy un poco nervioso, y encuentro en mi narguile un sedante invaluable... En tan pocas líneas, con palabras proferidas por el propio personaje, Arthur Conan Doyle describe perfectamente a Taddeus Sholto, un "pequeño y espasmódico hombrecito" que resulta crucial durante la trama de El Signo de los Cuatro. Considerando el lugar y la época de los hechos (Londres a fines del siglo XIX), los gustos de Sholto bien pueden ser calificados como extravagantes dentro de una inclinación por todo lo foráneo, con acento especial en aquellos objetos y costumbres provenientes de la India. Algunos apuntes adicionales sobre la decoración interior de su residencia incrementan esa atmósfera indostánica, como las cortinas y tapices más ricos y brillantes, la alfombra de color ámbar y negro, las pieles de tigre, la lámpara con forma de paloma plateada, las pinturas sobrecargas y los jarrones orientales.


Ahora bien, ninguno de los suministros necesarios para dichos consumos era difícil de conseguir en la Inglaterra decimonónica. Ya hemos hablado en este blog sobre el vino húngaro Tokay, un dulce y costoso elixir bastante frecuentado por las clases altas europeas durante el período victoriano. Mucho más accesiblee aún era el celebérrimo Chianti, tan popular entre la abundante colectividad italiana existente entonces en el Reino Unido. La modalidad de fumar en narguile, por su parte, tenía fuerte sustento gracias a las colonias británicas ubicadas en remotos países desde donde proviene el hábito, sobre todo en las actuales India, Pakistán, Sri Lanka y Bangladesh. El narguile -también conocido como pipa de agua- es un artefacto diseñado para fumar diferentes tabacos de modo parecido al vapor, con un alto grado de humedad que permite además incorporar múltiples esencias florales, frutales o especiadas. Según el texto, Sholto utiliza para el caso agua de rosas. Repasando la escena tenemos vinos húngaros e italianos, tabacos orientales y un narguile con agua de rosas entre tapices, alfombras y pieles de tigre. Más estrafalario, imposible.


El Signo de los Cuatro fue publicada originalmente por Lippincot's Magazine en febrero de 1890 y tuvo un éxito relativamente interesante que allanaría el camino para las entregas posteriores del Strand. Con el tiempo se convirtió en uno de los "caballitos de batalla" del canon holmesiano junto a historias tales como El sabueso de los Baskerville o Escándalo en Bohemia, por citar un par de ejemplos. No es de extrañar entonces que haya sido adaptada reiteradamente para el cine y la televisión. El sitio www.arthur-conan-doyle.com contabiliza once obras realizadas entre 1913 y 2013 en Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania y Rusia con protagonistas de todo tipo y celebridad, desde los emblemáticos Peter Cushing o Jeremy Brett hasta actores mucho menos rutilantes. Ello incluye a quienes encarnaron al estrambótico Taddeus Sholto, de los cuales rescatamos tres para la foto que sigue: Paul Daneman, Richard Heffer y Ronald Lacey. Este último, según creo, es el más logrado por su notable similitud física frente a las descripciones canónicas.


En nuestros días, las costumbres de Sholto serían definidas como kitsch (pretenciosas, vulgares y decadentes), en perfecta concordancia con el perfil que quiso imprimir el autor al personaje. Bien entendida, semejante vigencia atemporal explica bastante bien por qué Sherlock Holmes sigue siendo un superhéroe de la cultura popular a 136 años de su primera aparición.