221pipas, la monografía

Un plato gitano a las afueras de París (degustación)

En varias oportunidades nos hemos ocupado de las películas Sherlock Holmes (2009) y su secuela Sherlock Holmes, juego de sombras (2012). El motivo de tanta reiterancia es simple: la bilogía está abarrotada de referencias sobre los temas que tratamos en 221pipas, con algunas precisiones gastronómicas verdaderamente notables. Una de ellas tiene lugar durante el segundo film, cuyo argumento se relaciona con la existencia histórica bien documentada de poblaciones gitanas en la Europa del siglo XIX. De hecho, uno de los personajes que acompaña al dúo estelar en su periplo por diferentes países (Inglaterra, Francia, Alemania, Suiza) es la líder zíngara Simza (Noomi Rapace). No vamos a abundar demasiado en la trama, pero basta decir que durante el segmento de nuestro interés los héroes arriban a un campamento situado en cercanías de París, donde vuelven a encontrarse con la mujer en cuestión. La pregunta que ella les formula abre paso a una escena posterior donde podemos observar algunos detalles cotidianos en los asentamientos de aquella milenaria comunidad tan extendida por todo el mundo.


El interrogante planteado es elemental: ¿tienen hambre? Acto seguido vemos a Holmes y Watson dentro de una típica tienda (1) saciando el apetito munidos de sus respectivos platos y cucharas. El detective elogia la comida diciendo este es un glorioso goulash de erizo, no recuerdo haber comido otro mejor, aunque su compañero no parece disfrutarlo tanto, lo cual origina un divertido contrapunto. Vale señalar que la presencia de tan curiosa vianda es otro acierto del equipo de producción y sus asesores históricos. En efecto, el erizo (hoy protegido por leyes de conservación) era en aquel entonces un manjar para las poblaciones romaníes y el goulash constituía la forma más típica de cocinarlo. Incluso si dejamos de lado al pobre animalito cubierto de púas, este guisado es una base la cocina gitana y puede contener carnes de origen bovino, ovino, porcino o de caza, entre otras. Así las cosas me propuse reproducir la preparación mencionada en el largometraje cambiando su base animal específica por algo más adaptable a los usos modernos.


El goulash del este europeo no tiene una única versión, sino varias. Algunos lo preparan como un estofado, otros como una salsa cárnica del estilo bolognesa italiana, muchos le agregan spaetzle (pasta tipo gnocchi de las regiones germano-eslavas) y otros lo consideran simplemente un guiso de carne. De este último modo lo encaré yo, comenzando con los ingredientes necesarios que comprenden carne (de cerdo previamente horneado), tomate triturado, zanahoria en trocitos, cebolla picada, pimiento verde picado, vino tinto y un grupo interesante de especias: ajo, perejil, orégano, pimentón dulce, pimentón ahumado, laurel, aceite, sal y pimienta. Primero hay que cocinar las carne cortada en trozos hasta dorarla en un poco de aceite y más tarde freír la cebolla agregando los dos pimentones. Cinco minutos después se incorporan la zanahoria y el pimiento verde, dejando diez minutos más para sumar el vino tinto, el tomate, el resto de las especias y la sal. Tras veinticinco minutos finales se apaga el fuego y se sirve para comprobar que resulta una excelente alternativa durante los días más fríos del invierno, de tipo sabroso y rotundo.


Otra vez, la pantalla grande nos brinda una oportunidad de revivir algunas costumbres antiguas, en este caso las de una población con siglos de historia errando por el Viejo Mundo.

Notas:

(1) La ambientación del segmento completo -que incluye la comida y un posterior baile al compás de música gitana tradicional- está muy bien lograda, con todos los ornamentos y accesorios típicos de la colectividad según las imágenes antiguas accesibles en nuestros días.

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