Junto con la realización de los
años sesenta para la BBC de Londres, el serial británico de Granada
TV iniciado en 1984 se considera una de las mejores adaptaciones
televisivas holmesianas por su fidelidad respecto a los relatos
originales. El notable trabajo protagónico de Jeremy Brett
apoyado por David Burke y Edward Hardwicke como Watson
(1) justifica plenamente dicha reputación, que se entiende también
por el minucioso cuidado puesto en los detalles de época. Como suele
ocurrir siempre con el negocio del entretenimiento, la feliz
correspondencia mutua entre actores, directores, productores y
guionistas talentosos dio como resultado esta histórica saga filmada
y emitida a lo largo de 41 entregas. La muerte de Brett en 1995
impidió continuar con las historias faltantes, pero lo hecho hasta
entonces fue más que suficiente para perdurar en la memoria de
fanáticos y entusiastas de Sherlock Holmes. Lejos del ámbito fan
propiamente dicho, la serie es igualmente elogiada en función de sus
sólidos argumentos y puestas en escena. A fuer de ser sinceros, mayoritariamente se la sitúa como número uno.
Como toda fiel representación canónica
que se precie podemos ver a Holmes haciendo uso intensivo de su
cachimba, aunque con un criterio estético bastante alejado de
las narraciones primigenias. Los modelos observables son heterogéneos
respecto a sus materiales de confección (hay arcillas, brezos y
alguna espuma de mar) y un poco menos diversos en cuanto a
diseños. Amén de la pequeña arcilla que fuma en Escándalo en
Bohemia, una clásica billiard recta de brezo, la calabash presentada en El problema final y algún otro
caso aislado, el prototipo favorito del detective encarnado por
Brett parece ser la estilizada pipa churchwarden, tanto en
modalidades cerámicas (al menos dos ejemplares diferentes) como de
madera. Aquí las semejanzas con el canon se esfuman por completo, si
bien sería demasiado pretender una similitud tan ajustada a los
textos para detalles escenográficos muy específicos como las pipas.
Después de todo, las series de televisión se hacen para satisfacer
el gusto del público masivo y no para la aprobación de los
estudiosos perfeccionistas.
Sin embargo, todo lo contrario ocurre
con el doctor Watson. Las pipas elegidas para adornar su personaje
son casi "de manual" considerando los dibujos originales
del Strand Magazine y las derivaciones posteriores en la
pantalla, que muestran siempre al leal compañero de Holmes portando
tipos clásicos, nada extravagantes, con formatos sencillos y tamaños
moderados. De esa manera, las sobrias billiard y apples no
son para él la excepción sino la regla general. Si queremos añadir
cierto detalle llamativo -de esos que deleitan a los observadores
minuciosos-, hay muy pocas escenas piperas que involucren a
David Burke y muchas de Edward Hardwicke. La relación proporcional
supera incluso el hecho de que el primero filmó menos de la mitad de
capítulos que el segundo, lo que lleva a pensar si no tendrá que
ver en ello la actitud de cada uno frente a semejante modalidad de
fumar. Y eso parece, en efecto: basta ver la expresión forzada
típica de los no fumadores que exhibe Burke (ceño
fruncido, pipa sostenida con dos dedos, etcétera, tal cual se
aprecia en la foto del caso) (2) en comparación con la serenidad que
brindan el gusto y la costumbre, propia de las muchas intervenciones
tabaquísticas de Hardwicke.
Una excelente versión televisiva (tal
vez la mejor) y actores bien profesionales representando historias
repetuosas del espíritu de Arthur Conan Dyle. ¿Qué más se puede
pedir?
Notas:
(1) Dato curioso: durante los 29
episodios de los sesenta hubo dos Holmes, Douglas Wilmer (13) y Peter
Cushing (16), pero un solo Watson interpretado por Nigel Stock. La de
los ochenta, en cambio, mantuvo el mismo Holmes en los 41 capítulos
pero cambió de Watson, representado primero por Burke (13) y luego
por Hardwicke (28).
(2) La imagen corresponde a la parte final del episodio
El jorobado, por si alguien quiere observarla con mayor
precisión.
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