221pipas, la monografía

Café versus té: una vieja rivalidad británica

Las historias canónicas registran treinta y una oportunidades en las que se consumen infusiones, encabezadas numéricamente por el café (19), seguido por el té (11) y un solitario cocoa. El café prevalece entre los hábitos del propio Holmes con fuerte presencia durante los desayunos, mientras el resto de las menciones transita por los momentos nocturnos, el consumo en horas de trabajo y algún esporádico convite en Baker Street. Las distintas referencias permiten concluir que se lo bebe mayormente puro, argumento reforzado varias veces por los adjetivos "negro" y "fuerte". El té, además de su dispendio en el célebre domicilio londinense, aparece relacionado con visitas sociales, tertulias, colaciones en estaciones de tren y estadías en posadas campestres. Nada en particular se especifica sobre ninguna de las dos bebidas (tipos, calidades), lo cual parece indicar que el autor no tenía ningún interés especial por el tema. Esto contrasta con otros productos líquidos -como el vino o los destilados- y ciertos alimentos, pero sobre todo con el tabaco, que es una fuente constante de apuntes y detalles pormenorizados.


Independientemente de ello y lejos de ser un capricho de Doyle o una contingencia literaria, la relativa paridad entre café y té expone cierta realidad histórica de Gran Bretaña, donde ambos productos contaban (y aún cuentan) con una larga tradición compitiendo por las preferencias del consumidor. Un análisis estadístico permite confirmar que el café estuvo al tope de los gustos desde su llegada al continente europeo hasta mediados del siglo XIX. De hecho, a modo de ejemplo, en 1840 el Reino Unido importó 28 millones de libras de té y 70 millones de libras de café, diferencia suficientemente holgada como para demostrar lo antedicho. Pero en ese mismo momento se gestaba un gran cambio de origen colonial: luego de dos siglos comprando té de China, los británicos lograron consolidar el cultivo en su dominio de la India. Una década más tarde Inglaterra era "inundada" con té indio hasta completar su prevalencia en las tiendas y los hogares a partir de 1850. Así y todo, el café no perdió vigencia y continuó siendo muy popular. Para fines del ciclo victoriano se lo importaba desde Java, Jamaica y Brasil, entre otros orígenes.


Pero hemos visto que las aventuras del detective muestran cierto predominio cafetero, lo cual se verifica incluso atendiendo su aparición en la cronología del canon: mientras que la primera referencia al té se produce recién en la sexta historia publicada (El misterio del Valle de Boscombe), el café ya resulta mencionado en la cuatro primeras (Estudio en Escarlata, El signo de los cuatro, Escándalo en Bohemia y La liga de los pelirrojos). Dichos números también son notorios entre los hábitos del protagonista, quien muestra además alguna inclinación hacia el consumo desmesurado, como se observa en El sabueso de los Baskerville cuando asegura haber bebido "dos grandes recipientes de café" (posiblemente cafeteras metálicas). (1) Y no parece ser el único fanático de la cafeína y sus propiedades estimulantes, puesto que Reginald Musgrave bebe "café negro fuerte" en el relato que lleva su apellido, mientras que Percy Phelps se hace preparar su ración luego de una larga jornada de trabajo (El tratado naval), entre otros casos. Un último dato: en El pabellón Wisteria utilizan café para reanimar a una mujer intoxicada, siendo esa la única ocasión de todo el canon en la que no se suministra brandy con dicha finalidad.


Ya lo sabemos entonces: té y café han sido siempre dos íconos del gusto británico por excelencia, a pesar de que muchos consideren sólo al primero como "realmente inglés". Otra lección histórica que nos brinda tangencialmente el gran Arthur Conan Doyle.

Notas:

(1) Ninguna sorpresa tratándose de un fumador impenitente, que además incurre temporalmente en ciertas adicciones bastante más duras que el café o el tabaco.

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