El tratado naval es un relato
publicado por el Strand Magazine en noviembre de 1893 y compilado
posteriormente en la serie de historias denominada Memorias de
Sherlock Holmes. Su trama gira alrededor de un importante documento
oficial sustraído en misteriosas circunstancias al funcionario del
gobierno británico Percy Phelps. Semejante desgracia lo pone en una
delicada situación, ya que el valioso texto se encontraba bajo su
cuidado, toda vez que la desaparición sucede en la propia oficina
del susodicho estando él mismo presente. ¿Quién sino el gran
detective de Baker Street para resolver el misterioso y trascendental
caso? No entraremos aquí en mayores detalles, pero basta decir que
el momento del desenlace tiene ese ingrediente de espectacularidad
teatral bastante típica en Holmes. Resumiendo, Phelps es invitado a
desayunar en Baker Street, donde se le indica (falsamente) que el
asunto no marcha bien. Cuando le piden al pobre hombre que levante la
tapa de una de las fuentes dispuestas sobre la mesa, oh sorpresa,
allí está el tratado, sano, salvo y completamente intacto (1).
Lo que nos interesa a los efectos de
este blog es el carácter de las viandas mencionadas en el texto. El
hilo comienza con un comentario de Holmes (nunca exento de
mordacidad) del siguiente modo: la señora Hudson ha estado a la
altura de las circunstancias. Su cocina es un poco limitada, pero
tiene idea tan buena del desayuno como una escocesa. Luego se
describen los platos en cuestión: jamón con huevos y pollo al
curry. No hay nada de sorprendente en el primero de ellos, aún hoy
practicado no sólo en Reino Unido sino en buena parte del mundo
occidental. Pero sí nos interesa el pollo al curry, preparación con
fuerte influencia de la India. Ya hemos analizado con anteriordad el
error de considerar los usos y costumbres victorianos con nuestra
mirada del siglo XXI. Tal vez la modernidad nos haga ver demasiado
contundentes algunas colaciones para ser consumidas a primera hora
del día, pero en esos días el full english breakfast podía incluir
tanto tostadas, jamón y huevos como preparaciones elaboradas al
estilo del riñon endiablado o el pollo que nos ocupa.
En tal guisa me dispuse a preparar esta
vitualla singular y bastante común en la actualidad (2), aunque ya
no como desayuno. Además del pollo, los ingredientes necesarios
incluyen tomate, cebolla, zanahoria, caldo de ave, crema (opcional)
junto a los infaltables toques especiados de perejil, orégano,
pimienta, pimentón y curry. Los pasos son simples: primero hay que
sofreír las verduras frescas hasta un punto medio y luego agregar el
caldo junto con el pollo (personalmente prefiero tenerlo cocinado al
horno y troceado de antemano, al igual que las zanahorias semi
hervidas). Luego de unos minutos se agregan las especias, y
finalmente la crema. Un breve período de cocción final permite
integrar los sabores que resultan en una especie de guisado con aires
orientales, bien rico y saboroso, bastante liviano si se ha sido
prudente con la sazón aromática, aunque esto depende en gran medida
de los gustos personales o la eventual intención de darle un toque
con mayor influencia asiática: para ello sólo hay que ser más
generoso con el curry y omitir la crema.
Confieso que se trató de una cena (de
hecho, no suelo desayunar), pero de todos modos revivimos otro
momento gastronómico holmesiano original, pensado por Doyle a fines
del siglo XIX y recreado luego por los medios masivos de
comunicación.
Notas:
(1) Vale la pena repasar la escena en
el capítulo correspondiente de la serie protagonizada por Jeremy
Brett. Son realmente impagables las expresiones de la señora Hudson
y de Watson cuando Phelps levanta la tapa, una con picardía cómplice
(ella estaba al tanto) y el otro (que no sabía nada) totalmente
deslumbrado.
(2) Diferente al riñon endiablado que
repasamos hace un tiempo, casi desaparecido en las cocinas modernas.
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