Para mediados del siglo XIX, más
del veinte por ciento del tabaco norteamericano provenía del estado
de Kentucky, desde donde era transportado en grandes cantidades al
puerto de Nueva Orleans para su envío al exterior. Considerando que
Gran Bretaña era el principal mercado de la abundante producción
tabacalera estadounidense, no debe extrañar que el tipo así llamado
fuera (junto con Virginia) un componente muy común entre las mezclas
disponibles en el Reino Unido. Pero la denominación Kentucky
no es solamente geográfica, sino que alude además a cierto proceso
típico de esa región llamado fire cured, que consiste en
secar las hojas cosechadas mediante calor y humo del leña.
Ello le otorga al producto final colores bien oscuros junto a una
personalidad ahumada y mineral con elevado nivel de potencia. Tales
cualidades se encuentran presentes en muchas picaduras para pipa y en
algunos cigarros puros, como el célebre toscano italiano.
Los documentos antiguos no dejan dudas
sobre la presencia de Kentucky en la fórmula shag de
manufactura británica que se fumaba algunas décadas después (1),
mientras eran publicadas las primeras obras del canon holmesiano y
cobraban entidad los hábitos de su protagonista. Ahora bien, si
queremos ser todavía más rigurosos, la data del pasado es
contundente respecto a tres condiciones básicas que tenía aquel
tabaco de Sherlock Holmes, sintetizadas con la sigla SFB: simple,
fuerte y barato. Parafraseando al detective, nos
movemos en aguas profundas, ya que la identidad del shag
serpentea entre distintos vectores que involucran no sólo aroma y
sabor, sino también origen, aspecto visual, mezcla y precio, todo
ello dentro de una industria cambiante a lo largo de la centuria
decimonovena. En principio, la participación mayoritaria de Kentucky
y la pertenencia al segmento más económico parecen ser buenos
puntos para abordar, mejor aún si se conjugan en un mismo prototipo.
Hacia allí nos dirigimos, entonces, sin más demora.
La marca Forte constituye una
tradición en el universo de los tabacos italianos. Muchas reseñas
de consumidores regulares citan su humo evocador de efluvios característicos que retrotraen los sentidos a épocas pasadas, o sea
que hablamos de un rótulo histórico. Está elaborado con tabacos
Kentucky y Burley, lo que implica un blend adecuado al perfil
que pretendemos reproducir. Y para completar el cuadro de semejanzas,
es decididamente barato. Con sólo abrir el paquete ya se perciben
los aromas de tipo ahumado (maderas tostadas) y terroso (hongos
silvestres), que una vez en combustión se traducen en trazos torrefactos bien intensos, punzantes, casi agresivos. No es injusto
evaluarlo como un tabaco rudimentario, nada sofisticado y muy fuerte,
pero eso no es un problema sino todo lo contrario: gracias a las
atinadas descripciones de Watson, sabemos que el detective prefería
los especímenes de shag ubicados en el extremo superior de la
fortaleza y el contenido nicotínico. De esa manera, el Forte
parece evocar algo muy cercano al legendario "perfume" que
saturaba las habitaciones de Baker Street 221b.
Sin embargo, aún hay un borde
sensorial que nos falta añadir. Entre 1880 y 1900 el shag
contenía pequeñas proporciones de algunos tabacos sudamericanos,
africanos o asiáticos del Lejano Oriente. Las versiones I y II de
esta serie transitaron por ese camino, pero en forma de componentes
aislados. ¿Existe hoy alguna variante comercial que combine todo lo
necesario en un mismo producto? Lo comprobaremos muy pronto, en la
próxima y última entrada de nuestra búsqueda.
Notas:
(1) Las referencias al respecto son
tantas y tan explícitas que resultan incontrovertibles, como ocurre
con decenas de menciones en el informe Report of the Select
Committee on Tobacco Trade, de 1844, entre otros testimonios
documentales.
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