221pipas, la monografía

La receta del doctor Watson y el "hot toddy" (degustación)

Pocas ciudades poseen una situación atmosférica tan característica como Londres, al punto de haberse convertido en un verdadero cliché del clima lluvioso y húmedo. Si retrocedemos en el tiempo hasta fines del siglo XIX, a ese panorama se agregaba el denso y penetrante smog producido por la quema intensiva de carbón mineral en industrias, comercios y hogares, que no era otra cosa que la antiguamente famosa "niebla londinense". Como si todo eso fuera poco, los inviernos eran extremadamente crudos, tal cual sucedió en enero de 1895, cuando la temperatura media mensual no llegó a superar los cero grados centígrados. Repasando los datos precedentes, para los tiempos de Sherlock Holmes existía una sobrecogedora combinación de frío, humedad y aire contaminado durante la mayor parte del año, lo que generaba un lógico y consecuente cuadro de enfermedades respiratorias. En ese contexto, las gripes, las anginas, los resfríos, las bronquitis, las neumonías y el asma eran afecciones endémicas entre la población de la metrópolis más importante y cosmopolita del mundo.


Hace tiempo dimos cuenta del papel medicinal que los victorianos le asignaban al alcohol, lo cual queda perfectamente demostrado en las historias canónicas a través del brandy, utilizado asiduamente como remedio casero. Y otras bebidas también, ya que en Estudio en Escarlata podemos apreciar al policía John Rance relatando lo mucho que le hubiera gustado disfrutar de un cuatro de gin caliente durante cierta ronda en una noche destemplada (1). Pero hay un caso que excluye el elemento etílico de acuerdo con cierta receta simple del doctor Watson mencionada por el propio Holmes. En efecto, promediando el relato Los lentes de oro, el inspector Stanley Hopkins llega a Baker Street en medio de una tormenta. El detective lo recibe del siguiente modo: ahora, mi querido Hopkins, acérquese y caliéntese los pies (...) El doctor tiene una receta con agua caliente y limón, que es un buen remedio en una noche como ésta. Sabia recomendación, por cierto, cuyo consumo debe haber sido un alivio cálido y vivificador para el funcionario de Scotland Yard.


En Las hazañas de Sherlock Holmes, Adrian Conan Doyle plantea una estampa provista de los elementos principales que estamos analizando: un convaleciente muy resfriado y una reconfortante bebida de larga tradición "terapéutica". Se trata de la narración La saboneta de oro (2), cuya trama incluye un crimen que exige la presencia de cierto médico jurista. Cuando una comisión es enviada por él a su domicilio lo encuentran en cama "con una bolsa de agua caliente, un vaso de hot toddy y un resfrío en la cabeza". ¿Qué es el hot toddy? Si bien la coctelería moderna lo define como un simple trago caliente del tipo ponche (con muchas variantes), la añeja y genuina versión a la que se refiere la historia es apenas más complicada que aquella receta de Watson, por lo cual me dispuse a prepararla. Para un prototipo bien "cargado" primero se coloca en la taza o vaso un pequeño rollo de canela y el jugo de una rodaja de limón, seguido por la rodaja misma. Acto seguido se añade una cucharadita de miel y finalmente whisky y agua hirviendo en partes iguales hasta completar el recipiente. Por supuesto, la proporción final del elemento alcohólico (que también puede ser brandy o ron) queda a criterio de cada consumidor.


Enfermos en el lecho, vías respiratorias congestionadas y bebidas calientes que brindan algo de alivio. La vida cotidiana decimonónica y sus hábitos singulares plasmados en las aventuras del detective ficticio más famoso de la historia.
 
Notas:

(1) Tanto el brandy como el four of gin hot fueron repasados en sendas entradas subidas en mayo de 2022 y noviembre de 2023 respectivamente.
(2) Saboneta (gold hunter watch en inglés) era el antiguo reloj de bolsillo con tapa que se sostenía del cinturón mediante una cadena.

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