221pipas, la monografía

¿Holmes y Watson bebían vinos adulterados?

Mañana, señor Bennet, seguro que nos verá en Camford. Hay, si recuerdo bien, una posada llamada "The Chequers" donde el oporto solía estar por encima de la mediocridad. Este comentario sutil del detective -plasmado en El hombre que gateaba- es un indicio de su buen conocimiento sobre los vinos que se consumían en Gran Bretaña a fines del siglo XIX. Sabemos asimismo que las alusiones canónicas más numerosas coinciden con los dos tipos de mayor éxito en volumen de ventas: el oporto y el clarete de Burdeos. Pero cierta coyuntura histórica genera algunas dudas acerca de estos productos, ya que las imitaciones, los fraudes y las adulteraciones estaban muy extendidos. ¿Acaso nuestros paladines llenaban sus copas con brebajes de dudosa procedencia y turbia elaboración? ¿Eran timados en su buena fe? ¿Qué tan sencillo resultaba detectar las estafas? Veremos a continuación que el tema es bastante complejo y atañe a realidades económicas y sociales propias de un tiempo en el que la autenticidad de los vinos estaba en tela de juicio (1).


Lo primero a considerar es que tanto Portugal como Francia sufrían entonces la peste de la filoxera, que azotó los viñedos europeos desde mediados de la década de 1860 hasta prácticamente el fin de la centuria. Para Burdeos y Oporto, eso trajo aparejada la inevitable necesidad de recurrir al corte con vinos de otras regiones menos prestigiosas, que resintieron la calidad. Incluso se llegaron a utilizar métodos muy irregulares para mejorar los niveles de alcohol y color recurriendo al azúcar y las bayas de saúco, entre otras sustancias. No obstante, la peor cara del asunto aparecía cuando los vinos llegaban al Reino Unido (mayormente en barricas), donde eran presa fácil de la corrupción enológica mediante otras mezclas, agregados y diluciones antes de su embotellamiento. Todo ello generaba desconfianza entre los consumidores, aunque era prácticamente imposible conocer los alcances del asunto debido a su alta popularidad: la demanda británica por oportos y claretes baratos era enorme. Sólo los vinos de mayor renombre que se importaban en botellas cerradas estaban libres de sospecha, al menos en las etapas finales de la comercialización.


Las frecuentes citas sobre ambos vinos en los textos sherlockianos lleva a pensar que quizás Holmes y Watson fuesen ocasionalmente víctimas de alguno de estos fraudes. Personalmente creo que consumían ejemplares de buena reputación cuando compraban para el consumo de Baker Street (2) o durante sus visitas a los opulentos restaurantes de Londres, pero estaban librados a su suerte durante los almuerzos rápidos en estaciones de ferrocarril, posadas campestres y otros lugares de naturaleza semejante. En esa misma línea parecen haberlo entendido los guionistas del recordado serial de la BBC protagonizado por Douglas Wilmer y Nigel Stock. En el capítulo correspondiente al relato El pintor retirado podemos observar una escena que recrea muy bien la situación. Durante el viaje en tren junto al sospechoso Josiah Amberley, Watson comienza a echar mano de cierto almuerzo frío adquirido en la estación antes de partir. Lo primero que hace es descorchar y probar el vino clarete incluido en la vianda, tras lo cual su expresión alegre cambia por otra de desagrado mientras murmura: oh Dios!, Chateau Liverpool Street... (3)


Tenemos así otra realidad histórica asociada a la gran saga detectivesca que nos convoca en este blog, reflejada en las letras y también en la pantalla.

Notas:

(1) Un interesante trabajo (en inglés) sobre la realidad del mercado británico de vinos en la época victoriana puede leerse en el siguiente link: Selling to reluctant drinkers: the British wine market, 1860–1914 - Simpson - 2004 - The Economic History Review - Wiley Online Library
(2) También es posible que dichos quehaceres estuviesen a cargo de la señora Hudson. ¿Tendría ella la capacidad, los conocimientos y el presupuesto suficiente para efectuar una buena selección de botellas?
(3) Liverpool Street es una de las estaciones terminales más importantes de Londres. Aunque la mención de Watson podría referirse a una etiqueta real (los ferrocarriles de la época ofrecían vinos de bajo precio embotellados con marcas propias) me inclino a pensar que se trata más bien de un comentario irónico.

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