221pipas, la monografía

Un "cuatro de gin caliente" para sobrellevar las frías noches de Londres (degustación)

En Estudio en Escarlata, Sherlock Holmes interroga a un policía (John Rance) que estuvo de ronda en cierto suburbio londinense la noche del crimen. Mientras rememora esa ocasión solitaria y fría, el servidor público expresa en sus propias palabras lo mucho que hubiera deseado “un cuatro de gin caliente” (a four of gin hot). Considerando ante todo que no se trata de un “cuarto” (quart) sino textualmente del cuatro numérico, la cita resulta bastante llamativa. ¿Qué puede ser esa bebida de nombre tan intrigante? El aspecto térmico no es engorroso de explicar dado que en esos días de inviernos húmedos y helados era muy común calentar las bebidas, tanto el vino como los destilados, solos o rebajándolos con agua caliente. El cuatro, por su parte, puede referirse a la medida volumétrica popular four fingers (cuatro dedos) o a la unidad de pago four pence (cuatro peniques), pero queda claro que su significado era muy propio del siglo XIX entre los sectores sociales de menores ingresos. Así lo entienden veteranos historiadores y expertos en bebidas que exploran el pasado.

En los tiempos victorianos el gin era, al igual que la cerveza, una bebida sumamente célebre entre la población de clase media y baja, elaborada por miles de productores pequeños y consumida por millones de fervientes seguidores. Barata y accesible debido a su crecimiento sostenido desde el siglo XVIII, había pasado ya entonces por cierta depuración de estilo desde los primitivos prototipos ásperos y endulzados conocidos como Old Tom Gin hasta los más elegantes, frescos y definidos London Dry Gin, que dominaban la escena cuando el personaje detectivesco salió a la luz por primera vez, a fines del XIX. Podríamos inferir entonces que Arthur Conan Doyle se refería a estos últimos, pero la industria en cuestión estaba todavía demasiado atomizada como para teorizar al respecto. Con toda seguridad, un modesto policía raso de la época tenía acceso a ejemplares cuyo estilo difícilmente resulta discernible hoy en día. Establecer cuál era, por lo tanto, sería pura especulación.

Con todo, decidí encarar una recreación moderna aproximada sobre lo que pudo haber sido tal costumbre en la Inglaterra del período. Para el caso no me incliné por marcas costosas y acreditadas sino por un buen espécimen argentino proveniente de pequeñas producciones, lo cual (entiendo) debe estar mucho más cerca del carácter que pretendemos recrear. Para ello busqué entre la gran variedad disponible en www.theginplace.com.ar y adquirí una simpática botella de 375cm cúbicos de la marca Alambique, elaborada en Bahía Blanca a partir de una destilación en la que participan el enebro y otros 16 botánicos naturales. El método para “climatizar” la bebida fue agregar H2O caliente (1) de acuerdo con una proporción de 2/3 de gin y 1/3 de agua mineral en su punto de hervor, todo ello valiéndome de un viejo jarrito metálico que solía obrar de “medida” para whisky y licores. Habiéndolo probado previamente puro, el resultado francamente me sorprendió: no sólo se expresan mejor los aromas vegetales (tal vez el vapor libera ciertos componentes), sino que además resulta notoriamente pleno al paladar, sabroso y reconfortante.

En nuestros días, casi la totalidad del gin se consume al modo gin tonic o integrando otros tragos, lo cual está muy bien. Pero el four of gin hot que nos acerca la epopeya literaria de Holmes abre una nueva faceta para las noches más crudas del invierno, tal cual lo entendió John Rance al expresar sinceramente su deseo en aquella gélida jornada nocturna de la capital británica.

Notas:

(1) Descarté calentar la bebida pura, ya que eso puede generar una prematura evaporación de alcoholes y aromas.

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