221pipas, la monografía

Arvejas rancheras en la ciudad universitaria (degustación)

Si bien es un establecimiento creado por la imaginación de Arthur Conan Doyle, la descripción del St. Luke's College tiene todos los ingredientes reales de la típica institución educativa británica con cierta envergadura y prestigio. Ello incluye la existencia en sus alrededores de barrios universitarios, bibliotecas públicas, hospedajes y comercios para la provisión de papeles, textos y demás materiales. Es precisamente en las inmediaciones de uno de esos centros de enseñanza donde Sherlock Holmes y el doctor Watson se encuentran hospedados cuando surge la aventura de Los tres estudiantes, relato publicado por el Strand Magazine en junio de 1904. A partir de allí se suceden las alternativas del asunto, en especial la desaparición de un documento muy importante para ciertos exámenes que se avecinan. Como muchos otros casos holmesianos originales, la trama no implica crímenes violentos ni tiene alternativas de corte macabro, pero encierra incógnitas y acertijos tan sutiles que sólo una mente deductiva de primer orden puede resolver.

Durante una de esas jornadas, mientras van y vienen del colegio en cuestión, entre entrevistas y búsqueda de indicios, Holmes le dice a Watson: mi querido compañero, son casi las nueve y la casera parloteaba de arvejas (1) a las siete y media. En otras palabras, era tarde (mucho para los hábitos alimenticios del norte europeo) y debían volver al hospedaje si no querían quedarse sin cenar. No hay otras referencias posteriores sobre la preparación, pero al menos tenemos el ingrediente de base: arvejas o guisantes verdes, que eran muy populares entre la gastronomía inglesa de la época. Ahora bien, ¿qué hipotético plato se puede preparar considerando la circunstancia y el lugar, es decir, una modesta posada decimonónica en cierta ciudad británica de universitarios? Sin dudas, algo intermedio entre la gastronomía formal de la ciudad y la cocina rústica del campo. O, dicho de otra manera, algo simple pero a la vez rico y sustancioso.

Me decidí entonces por unas arvejas rancheras, vianda cuya sencillez de preparación contrasta con la posibilidad de servirla como plato único, tanto y tan bien como una pasta o un arroz elaborado. La cosa comienza con los ingredientes necesarios, asequibles y baratos hasta el extremo: arvejas (las de lata van muy bien), cebolla, tomate, puñado de condimentos (sal, pimienta, orégano, perejil, toque de pimentón) y huevos en cantidad a gusto según el apetito de los comensales. Picados el tomate y la cebolla se sofríen en sartén y una vez que están medianamente cocidos (más que blanqueados, menos que dorados), se agregan las arvejas escurridas. Luego de un par de minutos se ensaya un pequeño “hoyo” en el centro y allí se coloca el/los huevos, que evolucionan sin problemas dentro del jugo de cocción. Finalmente se sirve con un cucharón o espátula tipo espumadera tratando de preservar la integridad del producto de granja, colocándolo preferentemente en el centro del plato.

El resultado es ciertamente apetecible en todo sentido, más aún considerando las ventajas ya señaladas: economía, rapidez y facilidad.  Algo que sin dudas tuvo en cuenta aquella casera innominada a la hora de servir la cena para el genial detective y su inseparable compañero.

Notas:

(1) Green peas en el original.

No hay comentarios:

Publicar un comentario