221pipas, la monografía

Tres influencias extranjeras en la gastronomía de los relatos holmesianos

Existe cierta imagen estereotipada que presenta a la cocina típica inglesa como pobre, aburrida y falta de variedad. La idea puede ser relativamente cierta comparándola con sus similares francesa, italiana o española (surgidas en países mucho más agraciados por el clima y el suelo), pero no parece tan así al ponerla en paralelo con países equiparables en términos de latitud y geografía, como Polonia, Alemania, Holanda o las naciones escandinavas. También es verdad que los pueblos mediterráneos le asignan a la comida un valor de enorme significado cultural, lo que explica en gran medida sus respectivos desarrollos culinarios, mientras que los británicos suelen ser menos apasionados a la hora de alimentarse. Pero hay otro costado del asunto que muchas veces se olvida, y es que el Reino Unido de la época victoriana era la mayor potencia económica, naval y militar del mundo, con acceso a un incontable número de materias primas provenientes de los cinco continentes, sin olvidar la impronta de las colectividades foráneas instaladas en aquel país, que ciertamente no eran pocas.


Las historias originales de Sherlock Holmes dan cuenta de este fenómeno en formas que van desde la mención explícita de preparaciones caseras con toques exóticos hasta el estilo opulento y cosmopolita de los restaurantes londinenses visitados por el dúo estelar. Si nos concentramos en las alusiones manifiestas, lo más notorio surge de la India, Francia e Italia. El componente indio (1) resulta casi obvio tratándose de la mayor colonia imperial y se basa en productos como en el té, las especias, los aceites y determinadas técnicas de cocción. En los relatos de Doyle, un prototipo bien conocido es el pollo al curry para desayunar referenciado en El tratado naval, mientras que la cinematografía tiene sus propias menciones alusivas, como el chutney que aparece en Sherlock Holmes, juego de sombras (2012). Desde luego, el mundo real de la época contaba con una nomenclatura mucho más amplia merced a platos como la sopa mulligatawny, los aceites de mostaza o sésamo, los hornos del tipo tandoor y diversas mezclas de especias, por mencionar sólo algunos ejemplos.


En el caso de Francia, su influencia no parece tan evidente a simple vista (no hay viandas francesas mencionadas explícitamente a lo largo del canon) (2), pero bien sabemos que Holmes y Watson frecuentaban algunos restaurantes prestigiosos de Londres como el Criterion o el Simpson's, donde las costumbres del período imponían un "afrancesamiento" casi obligado. De esa manera, los platos estaban muy afectados por la cultura gala en sus nombres y su preparación, con superabundancia de souflees, mayonnaises, omelettes, consommés y civets, entre otros. La usanza de entonces queda demostrada también por la plétora de libros sobre cocina francesa para el público inglés, ubicados siempre entre los mayores éxitos editoriales. Por último, no podemos omitir la presencia del arte culinario itálico, bien destacado a través de los restaurantes Marcini (El sabueso de los Baskerville) y Goldini (Los planos del Bruce Partington), donde el detective y el doctor asistían para deleitarse -seguramente- con propuestas elaboradas a partir de ingredientes inusuales en la cocina local, como el tomate, el ajo y el aceite de oliva.


Así repasamos otro borde costumbrista de la saga sherlockiana, cuyos detalles de época también pertenecen a la historia.

Notas:

(1) Entendiendo como indio a todo lo surgido en el extenso territorio colonial que abarcaba entonces dicha denominación, correspondiente hoy a la suma de India, Pakistán, Bangladesh y Birmania.


(2) Se podría sugerir como excepción el pastel de foie gras de El aristócrata solterón, pero en realidad se trata sólo de cierto ingrediente principal con ascendencia francesa (el foie gras)  dentro de un plato casi universal (el pastel).

Los cigarrillos de Bradley, en Oxford Street (degustación)

Si de veras quiere despistarme, es preciso que cambie de tabaquería. Cuando veo la colilla de un cigarrillo con la marca "Bradley - Oxford Street", sé que mi amigo Watson anda por los alrededores. Puede ver la colilla allí, junto al sendero. Seguramente la tiró en el momento de abalanzarse hacia el refugio vacío. La frase del genial detective marca un momento clave en El sabueso de los Baskerville, más precisamente cuando doctor es descubierto por Holmes dentro de su escondite provisorio. Hay varios puntos interesantes respecto al párrafo anterior, empezando porque no es la única cita alusiva a dicho comercio. Bastante antes, mientras los héroes aún se encuentran en Londres, el protagonista le pide a su compañero que al pasar por Bradley encargue el envío de una libra del tabaco shag más fuerte. Estas referencias parecen indicar que el establecimiento era proveedor habitual de algunos artículos concretos (1) para ambos personajes. Hemos dedicado varias entradas y una monografía completa a la picadura shag de Holmes, pero nunca abordamos los cigarrillos que consumía su compinche de aventuras (2). ¿Cómo serían aquellos productos? ¿Es posible intentar una recreación a partir de materias primas actuales?


Aunque no parece haber existido ninguna tienda del ramo llamada Bradley en la ajetreada Oxford Street durante los tiempos victorianos, su simple condición de estanco tiene muchos ingredientes que nos hablan sobre las costumbres de la época. Desde el patentamiento de la primera máquina para enrollar cigarrillos de papel (1880), la industria había comenzado un acelerado proceso de mecanización. Pero como toda gran transformación económica y tecnológica, no se produjo de inmediato. Era todavía la era de las cigarrerías tradicionales, de las tiendas que generaban una clientela fiel merced a sus pequeñas producciones exclusivas y artesanales con marcas propias, sobre todo en los segmentos de precio alto. Por eso, a pesar de ser un establecimiento imaginario, la mención de Bradley parecen apuntar hacia una de aquellas manufacturas limitadas en volumen pero reconocidas en calidad, capaces de satisfacer la demanda por artículos superiores a la media industrial. Así me propuse saborear algo dentro de esa línea, aprovechando el presente furor tipo revival por el consumo de cigarrillos armados.


Para la ocasión aproveché los buenos oficios de un amigo que prepara sus propios ejemplares según fórmulas y mezclas que varían de acuerdo a distintos papeles y marcas de tabacos. De ese modo pude acceder a dos "recetas" muy interesantes. La primera presenta una mezcla de tabacos Pepe Zware y Argento Negro, lo que implica un blend de variedades Virginia, Criollo y "tabacos negros aromáticos" (en palabras del fabricante) sin especificar, todo ello enrollado en papel de maíz, con resultado rico, de sabor pronunciado y cuerpo medio, que se consume relativamente rápido. La segunda, contenida en papel clásico de combustión lenta, incluye también el Pepe Zware junto a Don José, es decir un mix parecido de Criollo y Virginia pero en diferentes proporciones. Resulta más ahumado, firme e intenso (es decir más potente), con un tiempo de consumo prolongado. No obstante, uno y otro se equiparan al expresar el equilibrio que se logra conjugando tabacos honestos en proporciones sabiamente calculadas, más aún cuando se emplean papeles naturales de calidad.


No hay manera de conocer las composiciones que utilizaban la imaginaria tabaquería Bradley o sus contemporáneas del mundo real (que eran muchas), pero pudimos acercarnos un poco al estilo artesanal, exclusivo y personal de sus creadores. En otras palabras, al gusto de Watson.

Notas:

(1) ¿O de todos? Sabemos que los dos fumaban pipa, cigarros puros y cigarrillos de papel. ¿Comprarían solamente en Bradley, o cada uno acudiría a otras tiendas específicas según el tipo de producto?
(2) La versión de El sabueso de los Baskerville realizada por Granada TV en los ochenta no sólo nos muestra la escena de la colilla en el páramo, sino que además nos regala varios cuadros anteriores donde vemos a Watson fumando los cigarrillos en cuestión, e incluso hay una vista fugaz de su elegante cigarrera metálica.

Navidad de 1888 con cerveza, vino y un tabaco misterioso

¿Qué historia canónica transcurre durante la época navideña? Frente a semejante interrogante, ningún aficionado sherlockiano de la vieja escuela dudará en responder El carbunclo azul con absoluta seguridad. En efecto, este relato publicado por el Strand Magazine en enero de 1892 transcurre entre la navidad y el año nuevo de un año indeterminado (1). Su temática gira alrededor del insólito descubrimiento de cierta piedra preciosa en el buche de un ganso, lo cual no deja de ser una contundente señal costumbrista acerca del amplio consumo de aves en la Gran Bretaña victoriana para aquellos típicos festejos cristianos. Además de la abundante información histórica sobre la crianza y comercialización de dichos animales, tanto el relato original como sus derivaciones posteriores en la televisión nos ofrecen un puñado de momentos con presencia de bebidas, tabacos y comercios típicos que vale la pena pormenorizar. Por si no fuera suficiente, también tenemos al Watson televisivo haciendo obsequios de navidad a Holmes, algo que difícilmente haya imaginado jamás el propio Arthur Conan Doyle.


La narración cuenta con varios pasajes que son verdaderos clásicos (las deducciones acerca del sombrero o la visita al mercado de Covent Garden, por ejemplo), pero nuestro interés inicial se enfoca en el paso de los protagonistas por el Alpha Inn, un bar ubicado en el vecindario de Bloomsbury (2), donde piden cerveza. Yendo a las versiones de televisión, la serie de Granada TV reproduce muy bien aquel ambiente que hoy asociamos con los viejos pubs, incluyendo barriles, jarras de gres y otros detalles ornamentales de época. Al final del episodio, la cena en Baker Street vuelve sobre las bebidas sin hacer ninguna mención en los diálogos, aunque la botella con formato burdeos (3) sobre la mesa sugiere que se trata del característico vino tinto clarete bordelés. Un dato no menor es que durante las sesenta historias del canon la cerveza apenas se menciona en dos oportunidades y de manera genérica, mientras el vino cuenta con decenas de referencias, muchas de ellas bien puntualizadas en cuanto a clases y procedencias. Una vez más nos preguntamos si esta abrumadora diferencia numérica no será acaso un reflejo de los propios gustos de Doyle, trasladados inconscientemente a sus obras.


Como ocurre siempre con los relatos más populares de Sherlock Holmes, no faltan los reversionamientos y las modificaciones, desde cambios profundos en la trama hasta pequeños detalles circunstanciales. Entre estos últimos, el capítulo de la BBC de 1968 esconde una verdadera "perla" tabaquística, cuando Watson le presenta a Holmes su inesperado obsequio de navidad. El sorprendido detective agradece efusivamente, abre el paquete, huele su contenido y comienza a preparar una pipa. Es allí cuando su compañero realiza la siguiente aclaración: me temo que no es su mezcla habitual, ese terrible black shag, pero creo que le gustará. Al no haber ningún otro comentario revelador sobre la identidad del producto, una primera inferencia lógica es que podría tratarse del célebre tabaco Arcadia fumado en ese entonces por el buen doctor. Sin embargo, esta deducción se derrumba enseguida porque sabemos positivamente que Holmes conocía bien dicha marca y la fumaba mediante convites ocasionales de Watson (4). Parece claro que es una mezcla nueva para el obsequiado, pero: ¿cuál? Nunca lo sabremos, desde luego, tratándose de algo inventado por un guionista televisivo hace más de medio siglo.


Así, mientras realizamos un viaje por libros en papel y viejas series de televisión, podemos imaginar las navidades en Londres, sus bares y sus calles, pero muy especialmente en el 221 de la calle Baker.

Notas:

(1) El texto sólo puntualiza "dos días después de navidad" (27 de diciembre), sin más datos. Los cronólogos sugieren distintas posibilidades entre 1887 y 1890. Personalmente adhiero a 1888.
(2) Aunque no hay precisiones sobre el domicilio exacto del comercio, uno de los mejores candidatos actuales a ser lugar de referencia (o lo que allí existía en el siglo XIX) es el Museum Tavern sito en la esquina del 49 Great Russell Street. https://gazetteer.sherlock-holmes.org.uk/places/museum-tavern/


(3) Cilíndrica de bordes rectos y hombros altos, bien definidos.
(4) Como sucede en El Jorobado.

Un plato gitano a las afueras de París (degustación)

En varias oportunidades nos hemos ocupado de las películas Sherlock Holmes (2009) y su secuela Sherlock Holmes, juego de sombras (2012). El motivo de tanta reiterancia es simple: la bilogía está abarrotada de referencias sobre los temas que tratamos en 221pipas, con algunas precisiones gastronómicas verdaderamente notables. Una de ellas tiene lugar durante el segundo film, cuyo argumento se relaciona con la existencia histórica bien documentada de poblaciones gitanas en la Europa del siglo XIX. De hecho, uno de los personajes que acompaña al dúo estelar en su periplo por diferentes países (Inglaterra, Francia, Alemania, Suiza) es la líder zíngara Simza (Noomi Rapace). No vamos a abundar demasiado en la trama, pero basta decir que durante el segmento de nuestro interés los héroes arriban a un campamento situado en cercanías de París, donde vuelven a encontrarse con la mujer en cuestión. La pregunta que ella les formula abre paso a una escena posterior donde podemos observar algunos detalles cotidianos en los asentamientos de aquella milenaria comunidad tan extendida por todo el mundo.


El interrogante planteado es elemental: ¿tienen hambre? Acto seguido vemos a Holmes y Watson dentro de una típica tienda (1) saciando el apetito munidos de sus respectivos platos y cucharas. El detective elogia la comida diciendo este es un glorioso goulash de erizo, no recuerdo haber comido otro mejor, aunque su compañero no parece disfrutarlo tanto, lo cual origina un divertido contrapunto. Vale señalar que la presencia de tan curiosa vianda es otro acierto del equipo de producción y sus asesores históricos. En efecto, el erizo (hoy protegido por leyes de conservación) era en aquel entonces un manjar para las poblaciones romaníes y el goulash constituía la forma más típica de cocinarlo. Incluso si dejamos de lado al pobre animalito cubierto de púas, este guisado es una base la cocina gitana y puede contener carnes de origen bovino, ovino, porcino o de caza, entre otras. Así las cosas me propuse reproducir la preparación mencionada en el largometraje cambiando su base animal específica por algo más adaptable a los usos modernos.


El goulash del este europeo no tiene una única versión, sino varias. Algunos lo preparan como un estofado, otros como una salsa cárnica del estilo bolognesa italiana, muchos le agregan spaetzle (pasta tipo gnocchi de las regiones germano-eslavas) y otros lo consideran simplemente un guiso de carne. De este último modo lo encaré yo, comenzando con los ingredientes necesarios que comprenden carne (de cerdo previamente horneado), tomate triturado, zanahoria en trocitos, cebolla picada, pimiento verde picado, vino tinto y un grupo interesante de especias: ajo, perejil, orégano, pimentón dulce, pimentón ahumado, laurel, aceite, sal y pimienta. Primero hay que cocinar las carne cortada en trozos hasta dorarla en un poco de aceite y más tarde freír la cebolla agregando los dos pimentones. Cinco minutos después se incorporan la zanahoria y el pimiento verde, dejando diez minutos más para sumar el vino tinto, el tomate, el resto de las especias y la sal. Tras veinticinco minutos finales se apaga el fuego y se sirve para comprobar que resulta una excelente alternativa durante los días más fríos del invierno, de tipo sabroso y rotundo.


Otra vez, la pantalla grande nos brinda una oportunidad de revivir algunas costumbres antiguas, en este caso las de una población con siglos de historia errando por el Viejo Mundo.

Notas:

(1) La ambientación del segmento completo -que incluye la comida y un posterior baile al compás de música gitana tradicional- está muy bien lograda, con todos los ornamentos y accesorios típicos de la colectividad según las imágenes antiguas accesibles en nuestros días.

¿Del Barco o Arcadia? Una cronología básica sobre los tabacos del doctor Watson

Dentro del amplio mundo de la afición sherlockiana, los llamados cronólogos son aquellos entusiastas que tratan de ubicar temporalmente las historias originales escritas por Arthur Conan Doyle basándose en la información de los propios relatos. Dicho de otra manera, el asunto consiste en tratar la ficción como si fuera realidad asignando fechas históricas a hechos imaginarios (1). Ahora bien, en este blog hemos analizado los tabacos fumados por Watson según dos únicas menciones canónicas. Las respectivas historias están datadas de modo coincidente por casi todos los expertos: el tabaco Del Barco aparece en Estudio en Escarlata (1881) y la mezcla Arcadia en El jorobado (1888). Tomaremos esa información con el fin de realizar nuestra propia línea de tiempo "tabaquística" y determinar los períodos en que el buen doctor fumó uno u otro ejemplar según las diferentes circunstancias de su vida personal. De ese modo -tal vez- podremos hallar respuestas a ciertos interrogantes que plantea esta labor.


El rústico y marinero Del Barco se menciona durante los párrafos iniciales de Estudio en Escarlata, cuando los protagonistas son presentados por primera vez. Luego, en El Jorobado, sabemos que Watson modificó sus hábitos inclinándose hacia el prestigioso y equilibrado tabaco Arcadia (Craven Mixture del mundo real). Tal cambio de producto tiene sólidas motivaciones en el reciente matrimonio con Mary Morstan y en la notable mejoría de sus ingresos económicos, aunque cierta frase de Holmes añade un nuevo enigma: veo que ha vuelto a fumar la mezcla Arcadia de sus días de soltero. El problema es que Watson era soltero cuando conoció a Holmes y para esa época fumaba Del Barco. ¿Cómo explicar semejante discordancia? ¿Debemos suponer que durante su temprana juventud había fumado Arcardia? ¿Cuándo exactamente? ¿Cuántas veces pasó de un tabaco a otro considerando que más tarde enviudó, regresó a Baker Street, volvió a casarse y se fue nuevamente? (2) Bien, en base a lo que sabemos sobre la vida del doctor podemos esbozar la siguiente cronología.


Todo indica que John H. Watson nació alrededor del año 1852. En 1872 ingresa a la universidad y comienza a fumar la mezcla Arcadia, de la cual se vuelve consumidor regular. Su graduación se produce en 1878 e inmediatamente inicia el curso para ejercer como médico del ejército. En 1880 es destinado a la India. Durante el viaje, agotada su provisión de Arcadia, empieza a fumar el tabaco Del Barco elaborado y consumido por los marineros. A principios de 1881, de vuelta en Londres (3), renta las habitaciones de Baker Street 221B conjuntamente con el detective Sherlock Holmes, otro fumador de tabacos fuertes. En 1888 conoce a Mary Morstan, con quien se casa luego de un rápido noviazgo. Deja así el apestoso Del Barco para volver al más delicado y tolerable Arcadia de sus tiempos universitarios. Lamentablemente, su primera esposa fallece en 1892. En el afán por superar la tristeza abandona el Arcadia y regresa al viejo y batallador Del Barco, que le trae buenos recuerdos sobre los primeros años de aventuras junto a Holmes. Para 1894 está nuevamente instalado en Baker Street y allí permanece hasta 1903, cuando un segundo matrimonio lo hace abandonar otra vez el tradicional domicilio. Al año siguiente el mismo Holmes se retira de la profesión para establecerse en el campo. No especulamos sobre lo que pasó de allí en más, porque no hay elementos suficientes para sostener alguna hipótesis.


De acuerdo con lo visto, los períodos de consumo para cada tabaco pueden establecerse del siguiente modo:

1872 a 1880: Arcadia (universidad, curso para médico del ejército)
1880 a 1887: Del Barco (viaje a la India, primeros años en Baker Street)
1888 a 1892: Arcadia (matrimonio con Mary Morstan)
1893 a 1903. Del Barco (segunda etapa junto a Sherlock Holmes)
1904 en adelante: desconocido


Una pregunta lógica es cómo hacía el doctor para conseguir su provisión de tabaco marinero estando en tierra. No hay ningún problema para explicarlo: además de un eventual suministro a través de algún amigo del gremio naval (perfectamente factible), el mercado tabacalero británico contaba con varios émulos de alcance comercial bajo la denominación Ship's o sus tipos similares Roll, Pigtail y Carrot. A fines del siglo XIX eran asequibles ejemplares de las casas John Player & Sons (Genuine Old Fashion Ship's Plug), W & M Taylor (Bendingo Roll, Irish Roll), Edwards, Ringer & Biggs (Stockade Roll, Stockade Pigtail) y Stephen Mitchell & Sons (Main Deck Carrot Cut) (4).


Así, alternando Del Barco con Arcadia, no dudamos que Watson tuvo una larga vida como fumador de pipa.

Notas:

(1) Como para hacer más difícil esta curiosa labor, sólo algunos casos cuentan con referencias explícitas. La mayoría presenta datos puramente genéricos, ambiguos o contradictorios. Por ese motivo no existe ninguna cronología definitiva y todo es objeto de sesudas investigaciones.
(2) Algunos cronólogos creen que Watson tuvo otros matrimonios, pero en este punto me declaro conservador y prefiero atenerme a las pocas pistas que ofrecen los relatos, según los cuales sólo se puede hablar de dos.
(3) La estadía en la India es breve porque resulta herido durante la batalla de Maiwand, acaecida en Afganistán el 27 de julio de 1880.


(4) Según la completa nomenclatura del sitio www.tobaccocollectibles.co.uk

Desayunando cocoa en el colegio Priory (degustación)

El colegio Priory es un relato corto cuya publicación original fue realizada casi en simultáneo por las revistas Collier's y Strand Magazine (enero y febrero de 1904 respectivamente). La historia se presenta bien oscura y complicada desde el principio, ya que sus ingredientes incluyen la desaparición de un alumno, el asesinato de cierto profesor y otros pormenores que transcurren en la pequeña localidad de Mackleton, al norte de Inglaterra, hacia donde los personajes centrales deben viajar con celeridad. Ahora bien, aunque las precisiones cartográficas suelen ser elementos que adornan constantemente los textos de Doyle, tal vez ningún otro caso resulte tan "geográfico" como el que nos ocupa. Tanto es así que el propio Holmes, a la hora de explicar sus avances investigativos, se ve obligado a improvisar un mapa que sería reproducido por los artistas profesionales encargados de ilustrar las ediciones correspondientes mencionadas al principio: Frederic Dorr Steele para Collier's y el gran Sidney Paget para el Strand.


Esta no es una de esas aventuras que se analizan y resuelven en el sillón de Baker Street. Por el contrario, el detective y su compañero se ven a obligados a hacer mucho trabajo de campo. Mientras ello ocurre cuentan con el hospedaje brindado por el propio colegio (1), lo cual lleva a pensar que las tareas domésticas del lugar estaban a cargo del personal interno del establecimiento, compuesto quizás por un cuidador y su esposa. Pero lo que aquí nos importa es cierta frase expresada por Holmes al comienzo de una jornada de trabajo: ahora, Watson, hay cocoa caliente en la habitación de al lado. Debo rogarle que se apresure, porque tenemos un gran día por delante. Vale aclarar que la palabra cocoa no es otra cosa que el modo inglés para referirse al cacao (2), especialmente cuando se trata de su versión líquida caliente. En el Reino Unido del siglo XIX, si bien no era tan popular como el té o el café, contaba con un importante y dinámico mercado de producción, comercialización y consumo. Algunas renombradas marcas de la época perduran en nuestros días, como Cadbury, que resume muy bien el gusto británico por el chocolate en general.


Preparar una taza de chocolate parece tarea fácil, pero ocurre que existen más versiones de las que muchos pueden imaginar. A los ejemplares modernos del estilo "instantáneo" (que por supuesto descartamos en esta oportunidad) se suman variantes tradicionales con distintos tipos de chocolate, con leche, con agua y con agregados de todo tipo: canela, frutos secos, especias, cáscara de cítricos y un largo etcétera. Como de costumbre, mi versión se adapta a los modos y las posibilidades históricas considerando el lugar y la época. En primer término, se ralla una buena cantidad de chocolate oscuro en barra (aquí en Argentina se lo llama "de taza"), el cual se coloca en el recipiente de consumo junto con azúcar a gusto. Estos dos ingredientes se disuelven en un poco de agua caliente, y recién después se procede al agregado de leche hirviendo. Finalmente se retoca con un hilo frío de crema de leche (nata) para darle una consistencia más espesa. De manera optativa -pero muy recomendable- se puede espolvorerar por encima el remanente de chocolate rallado al comienzo.


¿A quién no le gusta una taza de cocoa caliente para desayunar? A nuestros héroes también, y así lo hicieron cierta mañana en aquel paraje inglés.

Notas:

(1) Del mismo modo que ocurre en Los tres estudiantes (otro relato focalizado en un centro educativo), el lugar preciso de alojamiento no se menciona de manera explícita. Como dato interesante, en este caso se les ofrece un albergue alternativo mucho más cómodo (la casa del Duque de Holdernesse), pero Holmes lo rechaza aduciendo que prefiere permanecer "en el lugar de los hechos".
2) Las versiones del origen del vocablo son dos: una asegura que fue el resultado de un entrevero ortográfico entre "coco" y "cacao", mientras otra sostiene que la deformación se produjo porque cocoa es mucho más fácil de pronunciar que cacao para los angloparlantes.

Pollos, gansos, perdices, becadas y faisanes: los plumíferos se imponen en la mesa de Baker Street

¿Cocinaba bien la señora Hudson? El propio Holmes se encarga de responderlo mediante la siguiente frase: su cocina es algo limitada, pero tiene una idea del desayuno tan buena como una escocesa (1). Dicho comentario deja claro el modesto papel gastronómico de las caseras británicas (2) hacia fines del siglo XIX, destinado a ofrecer un escueto repertorio de platos caseros sencillos, elaborados con ingredientes económicos y fáciles de conseguir. En tal sentido, la lectura del canon permite verificar lo siguiente: cuando Holmes y Watson desean una experiencia más exclusiva o sofisticada para sus almuerzos y cenas se dirigen a alguno de los reconocidos restaurantes londinenes. El ritmo de vida del detective y su compañero le añaden más sustento a esa culinaria doméstica acotada, puesto que no tendría mucho sentido esmerarse demasiado para alimentar a dos personas inmersas en una rutina tan fortuita e imprevisible, que los obliga a emprender viajes repentinos o salir de improviso en cualquier momento del día. En otras palabras: nunca se sabe si los protagonistas estarán en casa a la hora de almorzar o cenar.


No obstante y así las cosas, si nos ajustamos a los pocos casos del canon en que los platos son mencionados explícitamente, el elenco dispuesto sobre la mesa de Baker Street exhibe un fuerte predominio del mundo avícola. En El signo de los cuatro, por ejemplo, los héroes cenan ostras y un par de perdices junto al inspector Athelney Jones. Toda la trama de El carbunclo azul transita alrededor de ciertos gansos en plena época navideña, sumados a la mención concreta de dos cenas, una con becada y otra con aves sin especificar. Hacia el final de El aristócrata solterón llega a Baker Street una caja encargada por Holmes (en este caso las viandas se preparan por encargo) conteniendo becada fría, faisán y pastel de foie gras, mientras que durante el relato La inquilina encubierta aparecen nuevamente las perdices. Con sólo omitir las ostras mencionadas en primer término y agregar el pollo al curry para desayunar de El tratado naval, la preeminencia de los plumíferos se vuelve aún más rotunda (3).


Raramente vemos al dúo estelar frente a otro tipo de comestibles (como las arvejas de Los tres estudiantes o las truchas en La antigua casona de Shoscombe), y dichas ocasiones ocurren siempre fuera del domicilio de la calle Baker. La pregunta queda servida: ¿esa inclinación avícola tenía su origen en la predilección de los comensales o era una especialidad de la señora Hudson? Algún indicio parece inclinar la balanza hacia la primera proposición, ya que la opípara cena arribada a Baker Street en El aristócrata solterón no está preparada allí. Si no es por preferencia, ¿para qué pedir aves cuando existe la oportunidad de encargar algo diferente? En dirección opuesta, los casos de legumbres y pescado fuera de Londres mueven a pensar que los paladines eligen otro tipo de alternativas cuando se encuentran lejos de casa (4). Estas disquisiciones puramente ficticias bien podrían haber tenido su contraparte en la vida real, pues cabe preguntarse si tantas citas sobre aves no estaban originadas, después de todo, en los propios gustos del autor.


¿Sería Doyle un consumidor recurrente de pollos, gansos, perdices, becadas y faisanes? No lo sabemos, pero es otro punto para descubrir en la tortuosa relación entre el escritor y su personaje más exitoso.

Notas:

(1) Plasmada en El tratado naval.
(2) En este caso, el término "casera" indica una propietaria que vive allí mismo ofreciendo algunos servicios adicionales a sus inquilinos, como el aseo y las comidas.
(3) Dos excepciones cárnicas se presentan en Escándalo en Bohemia y La corona de berilos (ver detalle en la monografía de 221pipas), pero no implican almuerzos o cenas de mesa sino colaciones de apuro, frías, rápidas, al paso.
(4) Discutibles ambos, ya que no se trata de elecciones sino más bien del peso de las circunstancias. Las arvejas se sirven en una posada (donde no hay opciones) y las truchas son pescadas por los propios Holmes y Watson en cierto arroyo.