221pipas, la monografía

Comiendo durante el "gran hiato": un guiso especiado con el Califa de Jartum (degustación)

De acuerdo con los pormenores de su propio relato, el Tibet fue la primera región del mundo visitada por Sherlock Holmes luego del incidente con el profesor Moriarty en las cataratas de Reichenbach (paso por Londres mediante) y también el lugar donde residió dos años, aunque no se quedó allí. En palabras del protagonista: luego pasé por Persia, visité La Meca e hice una breve pero interesante visita al Califa de Jartum, cuyos resultados he comunicado al Ministerio de Asuntos Exteriores (1). Este último tránsito por la capital sudanesa despierta especial interés al constituir una de las varias ocasiones en las que el detective de Baker Street desarrolla tareas de espionaje para su país en territorios extranjeros, justificadas aquí por la llamada Guerra Mahdista. Dicho acontecimiento histórico resulta típico de la expansión colonial europea durante el siglo XIX y se desarrolló a lo largo de casi dos décadas completas (1881-1899) involucrando tanto al Reino Unido y Sudán como a Bélgica, Italia, Egipto y Etiopía.


Las hostilidades tuvieron bastante repercusión internacional como para generar coberturas de prensa en Europa y Estados Unidos, así como obras de teatro con majestuosas puestas en escena (2). El arribo de Holmes coincide con cierta calma ocasionada por la retirada temporal de los británicos, pero el hecho de presentarse bajo identidad falsa en una nación hostil y ante el mismísimo Califa (3) implica la asunción de riesgos verdaderamente notorios. Sin embargo, en este espacio no analizamos tales episodios sino las costumbres gastronómicas de la época. Nuestra especulación es la siguiente: si viajó por tierra (seguramente en caravana de camellos) estuvo obligado a pasar varios días dentro del vasto territorio sudanés y debió probar alguna vianda característica de esas tierras. No hace falta investigar demasiado para toparse con la kamounia, uno de los platos más frecuentados por las cocinas del norte de África, que consiste en cierto guiso con hígado y carne de res junto a una salsa bien condimentada en especias, particularmente comino y pimentón.


Para preparar la kamounia se necesita hígado, carne vacuna, tomate picado, puré de tomates, comino (la especia prevalente), pimentón, cúrcuma, ajo, perejil, aceite de oliva, pimienta y sal. Cortados los elementos sólidos en trozos pequeños se doran con el tomate picado, ajo y aceite de oliva, luego se incorporan el puré y las especias con la posibilidad de ir agregando agua si la salsa se reduce demasiado o según la consistencia deseada. La cocción completa dura entre 20 y 30 minutos, durante los cuales se añaden sal y pimienta a gusto. Finalmente se sirve y se espolvorea con perejil. Como ocurre con cualquier tipo de guisado, los eventuales agregados o acompañamientos son casi infinitos y no tienen más limitaciones que el gusto personal: pimientos verdes, papas, otras hortalizas, arroz blanco y un largo etcétera. Personalmente preferí presentar el resultado final del modo más sencillo, respetando su espíritu basado en la textura de las carnes y el sabor estimulante de las especias.


Creo que así lo disfrutó Holmes, tal vez durante el descanso nocturno en las tiendas nómadas, quizás a bordo de una embarcación del Nilo o incluso en el palacio del Califa, pero siempre con el mismo espíritu observador, audaz y aventurero.

Notas:

(1) Detrás de esa descripción tan genérica y escueta se esconde un itinerario digno de Marco Polo, que cabe suponer fue realizado en buena parte por tierra, sobre todo durante la segunda etapa. Según el mapa político actual, comienza con un largo trayecto de Londres a Nepal y luego se va moviendo de regreso hacia occidente por Irán y Arabia Saudita. De ahí pasa al África para llegar hasta Sudán, posiblemente por la ruta Sinaí-El Cairo y posterior navegación del Nilo, o tal vez atravesando el Mar Rojo.
(2) Aquellas representaciones tuvieron su correlato muchas décadas después en la película Khartoum (1966), que narra la desafortunada campaña del general Charles Gordon en 1885.


(3) En esos días ejercía el liderazgo del califato Abdallahi ibn Muhammad, cuyo mandato se extendió desde 1885 hasta 1899.

Comiendo durante el "gran hiato": una sopa vegetariana junto al Dalai Lama del Tibet (degustación)

Dentro de la nomenclatura sherlockiana, se conoce como Gran Hiato al período de tres años transcurridos desde la caída del detective por la cataratas suizas de Reichenbach (mayo de 1891) hasta su reaparición formal en Londres, sano y salvo, frente al doctor Watson (abril de 1894). Todo esto, desde luego, tomando como parámetro la cronología ficticia de las propias historias, ya que en el mundo real pasó un tiempo mucho mayor: entre las respectivas publicaciones de El problema final (diciembre de 1893) y La casa vacía (septiembre de 1903) hay prácticamente una década completa. Este lapso quimérico, también llamado Gran Paréntesis o simplemente "años perdidos", no se encuentra sin embargo totalmente desprovisto de datos sobre las vivencias de Sherlock Holmes, dado que él mismo se encarga de mencionar sus aventuras en diferentes regiones del mundo (con una identidad falsa), incluyendo sitios tan alejados entre sí como las elevaciones asiáticas del Himalaya, el Medio Oriente, el noreste de África y la Europa Continental.


En una parte de su breve pero descriptiva reseña, Holmes refiere a Watson lo siguiente: viajé durante dos años al Tibet y me entretuve visitando Lhasa y pasando algunos días con el Dalai Lama (1). Es posible que haya leído acerca de las notables exploraciones de un noruego llamado Sigerson, pero estoy seguro de que nunca se le ocurrió que estaba recibiendo noticias de su amigo. Tenemos así bien acreditada su presencia en la sede tradicional del budismo tibetano, y más precisamente en el Palacio Potala, donde reside la máxima autoridad de dicho culto desde el siglo VI. Si estuvo allí varios días, es evidente que debió comer. Ahora bien, ¿que preparaciones resultan asequibles en un templo budista teniendo en cuenta las restricciones religiosas que condicionan la dieta de los monjes? (2) Luego de algunos sondeos decidí ensayar la repuesta con mayores probabilidades, basada en una versión concreta de cierto plato que parece ser tan común en ese lugar específico como en todo el extremo oriente: la sopa de fideos y vegetales.


La Thukpa es, en efecto, una vianda típica del lugar. Para prepararla se necesitan fideos finos de sopa, cebollas picadas, ajo picado, tomate picado fino, espinacas cortadas, rábanos picados, caldo de verduras, especias (curry, comino, pimentón, pimienta), jugo de limón, mostaza, aceite y sal. En una sartén caliente se colocan el aceite con una cucharadita de mostaza, luego se blanquean las cebollas y se agrega el tomate picado. A los dos o tres minutos se incorporan las especias, el ajo, las espinacas y el rábano. Pasados otros tres o cuatro minutos se incorpora el caldo. Una vez que hierve se añaden los fideos, se aguardan tres minutos, se agrega sal y se sirve con el toque final del jugo de limón. La consistencia depende del gusto personal, pero en este caso (como se observa en la foto) elegí una buena densidad, con menos caldo pero muchos elementos sólidos dominando la escena. Imagino que así lo han hecho los monjes desde siempre para lograr un resultado espeso y contundente, considerando el clima crudo y los inviernos durísimos en semejantes alturas.


Sherlock Holmes en el Tibet, el Dalai Lama y una sabrosa sopa vegetariana. Otra mirada histórica sobre el inmortal detective victoriano.

Notas:

(1) En ese entonces Thutben Gyatso, cuyo mandato se extendió entre 1876 y 1933.


(2) Aunque la mayor parte de su alimentación está compuesta por verduras, legumbres y lácteos, la carne no está oficialmente "prohibida" y algunos integrantes del culto pueden acceder a ella en forma limitada. www.tibettravel.org/tibetan-food/tibetan-monks-diet.html

Las pipas de Richardson

Ian Richardson (1934-2007) fue un actor británico de cine, teatro y televisión. Desde el punto de vista actoral, su mayor prestigio proviene de la participación en numerosas obras de teatro clásico como Hamlet, Ricardo II y My Fair Lady, por citar algunos trabajos destacados. No obstante, las generaciones más jóvenes lo conocen por ciertos papeles que encaró para la pantalla chica, especialmente personificando al inescrupuloso político Francis Urquhart en la exitosa serie House of Cards. Pero claro, el interés de este blog se centra alrededor de su actuación como Sherlock Holmes en dos películas para TV filmadas a principios de la década de 1980 con sendas historias canónicas bien populares: El Signo de los Cuatro y El sabueso de los Bakserville. La cosa cobra un interés especial al conocer el accidentado periplo legal y comercial que involucró ambas piezas, pensadas como inicio de una sucesión de varios films que nunca llegaron a materializarse (1).


En 1982, la compañía norteamericana encabezada por Sy Weintraub (2) se asoció con su par británica de Otto Plaschkes con el fin de producir una serie de realizaciones sobre el genial detective. Para empezar eligieron las dos novelas originales mejor posicionadas en el conocimiento público, pero -según relató años después el propio Richardson- la idea era bastante más ambiciosa y contemplaba al menos seis entregas completas. Weintraub pagó bastante dinero a la familia Doyle por los derechos de propiedad intelectual y se vió sorpendido cuando, al poco tiempo, Granada TV anunció su intención indeclinable de llevar adelante una serie sherlockiana con muchos capítulos. La cosa acabó resolviéndose en los tribunales (al parecer, Granada compensó muy bien a Weintraub) y el proyecto tuvo su fin luego de dos apariciones. Una lástima, ya que lo hecho resulta más que interesante por su buena puesta en escena y la lista las figuras involucradas, que acredita nombres como Denholm Elliot, Ronald Lacey y Martin Shaw.


Algunos críticos señalan a Richardson como un Holmes demasiado afable y sonriente, pero quien esto escribe lo considera un excelente intérprete del personaje. El costado tabaquístico se encuentra sólidamente desarrollado mediante numerosas escenas en las dos películas, sobre todo teniendo en cuenta el acertado repertorio de pipas seleccionadas para tal fin. Básicamente podemos apreciar cuatro modelos diferentes: una calabash estilo "cuerno" con borde de cazoleta metálico, un elegante brezo semi curvo (bent billiard), otro brezo recto (apple) y una arcilla de color oscuro. O sea, casi una perfecta representación de formatos holmesianos en apenas un puñado de ejemplares que combinan el canon original con los estereotipos cinematográficos posteriores. Como para reforzar el punto, los dos actores que representan a Watson (David Healy en El Signo de los Cuatro y Donald Churchill en El sabueso de los Baskerville) cumplen muy bien su papel de fumadores más calmos y relajados.


Entre tantas versiones del detective, las películas de Richardson no siempre son debidamente justipreciadas. Pero aquí, al menos, hemos valorado un compendio de pipas de una variedad históricamente bien elegida.

Notas:

(1) Richardson volvió al universo sherlockiano a comienzos del siglo XXI intepretando al doctor Joseph Bell en la mini serie Murder Rooms, Mysteries of the real Sherlock Holmes (2000).
(2) Famoso por haber realizado la popular serie Tarzán de los años sesenta.


Watson, Stamford y los cocktails de Leo Engel en el American Bar del Criterion (degustación)

Estaba de pie en el Criterion Bar cuando alguien me tocó el hombro y, al volverme, reconocí al joven Stamford, que había sido mi asistente en Barts. (1) Para cualquier sherlockiano ilustrado, esta frase plasmada en Estudio en Escarlata simboliza como pocas el inicio de los sucesos que darían lugar al primer encuentro entre el doctor Watson y Sherlock Holmes, quienes estaban destinados a formar el dúo protagónico de la saga detectivesca más célebre que haya existido. No obstante, aquí nos interesan especialmente ciertos detalles relativos al lugar y las circunstancias del suceso. Ya hemos analizado alguna vez los antecedentes del Criterion, un restaurant emblemático de Londres, pero hoy vamos a hacer foco en su anexo, el American Bar, que funcionó entre 1880 y 1884, reconocido por muchos (como el propio Doyle) bajo la denominación simplificada de Criterion Bar. Veremos asimismo una coincidencia cronológica que permite inferir con bastante grado de certeza el tipo de bebidas que se ofrecían al momento de aquella histórica ocasión, a la vez de preparar y probar algunas de ellas.


Leo Engel (1844-1893) fue un bartender de origen alemán que trabajó muchos años en Nueva York y es considerado uno de los pioneros en materia de coctelería. En 1878, ya instalado en Londres, publicó su manual de cocktails caracterizados por la impronta norteamericana. La segunda edición del año 1881 (2) (3) deja claro un dato fundamental: para ese entonces el American Bar estaba gerenciado por Engel, precisamente cuando la mayoría de los cronólogos holmesianos ubican la trama de Estudio en Escarlata. Dicho de otra manera, las preparaciones presentadas en American & Other Drinks son las mismas disponibles allí el día que Watson estaba parado en la barra (quiméricamente hablando) bebiendo un trago. ¿Qué podemos hacer mejor que experimentar algunas de aquellas recetas fundacionales? El catálogo de posibilidades es amplio (más de 300) y se encuentra prolijamente separado por tipos según la nomenclatura técnica de la especialidad: punchs, egg nogs, juleps, smashes, cobblers, cocktails y un largo etcétera,. De todos ellos elegí tres por su sencillez en cuanto a ingredientes y preparación: el Alabazam, el Gin Punch y el Jersey Cocktail.


El Alabazam contiene 1 toque de bitter Angostura, 2 cucharaditas de curazao triple sec, 1 cucharadita de azúcar, 1 cucharadita de jugo de limón y 1/2 copa de brandy. Se mezcla bien, se agrega hielo y se sirve. Resulta muy rico, algo así como un brandy refrescado y afrutado con el toque cítrico del limón. El Gin Punch (Ponche de Gin) se prepara con 1 cucharadita de jugo dulce de frutillas (fresas) (4), 1 cucharada de azúcar, 1 copa de agua, 1 y 1/2 copa de gin, el jugo de 1/2 limón y 2 rodajas de naranja (una trozada dentro del trago y otra para decorar). Se agrega hielo, se mezcla y se sirve con sorbete agregando alguna baya de estación. Otro ejemplar sabroso, con el gin redimensionado por la fruta y los cítricos. Para el Jersey Cocktail se necesitan 1 cucharadita de azúcar, 2 toques de bitter Angostura y sidra dulce hasta llenar el recipiente. Se mezcla bien y se decora con láminas de cáscara de limón. Aunque no deja de ser una fórmula extremadamente sencilla, vale la pena apreciar el buen resultado que ofrece la interacción entre sidra y bitter.


Tres cocktails preparados según las instrucciones textuales del American & Other Drinks con su estilo innovador del Nuevo Mundo, quizás sorprendente y novedoso para los británicos victorianos que asistían al Criterion hace más de ciento cuarenta años. Y también, por qué no, para Watson y Stamford.

Notas:

(1) Barts es el apelativo cariñoso y abreviado de St Bartholomew's Hospital.
(2) Algunos ubican dicha impresión en 1882, pero las fuentes más confiables (como la casa de remates Toovey's de Washington) la sitúan entre 1880 y 1881.
(3) De acceso libre en el sitio https://euvs-vintage-cocktail-books.cld.bz
(4) Que se obtiene luego de una o dos horas macerando frutillas trozadas con azúcar.

Bulldog: ¿la pipa de Watson?

Aunque las alusiones al respecto son bastante difusas, los textos de Arthur Conan Doyle parecen dejar claro que Watson fumaba mucho menos que Sherlock Holmes. Eso podría explicar la ausencia total de referencias básicas o descripciones visuales sobre las pipas pertenecientes al buen doctor. Los únicos elementos que puede brindar alguna luz son los dibujos estampados en las ediciones originales del Strand Magazine, Collier's y demás medios gráficos de la época, realizados por talentosos artistas como Sidney Paget, Frederic Dorr Steele, George Hutchinson y Gastón Simoes Da Fonseca, entre otros. En ellos se observan ejemplares que no difieren demasiado de los que utiliza Holmes, es decir, modelos de tamaño estándar y formatos rectos, sobrios, nada parecidos a los prototipos televisivos y cinematográficos que llegaron a a instalar la falsa idea del detective portador de pipas llamativas con dimensiones holgadas y curvas voluptuosas. Una única excepción canónica a dicha regla sería la pintoresca cherrywood mencionada en el relato Copper Beeches.


En cuanto a Watson, esa misma sencillez fue la mejor manera de resolver el enigma de sus cachimbas, tanto para los viejos dibujantes como por las numerosas representaciones posteriores. La lógica parece indiciar una actitud resumida en el siguiente silogismo: todo el mundo se fija en la pipa de Holmes. A nadie le interesa la de Watson. Ergo, no vale la pena complicarse demasiado. De ese modo parecen haberlo entendido los realizadores posteriores, que pusieron en boca del doctor especímenes invariablemente simples, clásicos y muy formales, de esos que pueden obtenerse sin problemas en el comercio más cercano. Aún así, una serie de reiteraciones y coincidencias entre la pantalla y el mismísimo Doyle permiten vislumbrar la existencia de cierto formato específico a tener en cuenta. Se trata de la pipa llamada bulldog en la jerga de los fabricantes y artesanos, típica por su cazoleta más bien ovoide en la parte inferior y cónica sobre el borde superior que presenta ligeras variantes de acuerdo a tamaños e inclinaciones del tubo y las boquillas.


El Watson que inicia la serie es nada menos que Nigel Bruce, proverbial compañero de Basil Rathbone en las catorce películas filmadas desde 1939 hasta 1946, cuyo transcurso permite verlo ocasionalmente con un típico representante del formato que nos ocupa. Años después, el buen actor André Morell luce una estilizada squat bulldog en la legendaria versión de El sabueso de los Baskerville (1959). Lo interesante aquí es la prolongada visualización del prototipo en varias escenas (cuatro para ser exactos) que involucran a Baker Street y al castillo de la familia Baskerville. Sin embargo, ningún intérprete del personaje resulta ser tan fiel a la misma pipa durante tanto tiempo como Nigel Stock, quien prácticamente no fuma otro modelo que bulldog a lo largo de los 29 capítulos de la serie realizada por la BBC durante las temporadas 1965 y 1968, primero con Douglas Wilmer y luego con Peter Cushing en el papel estelar. Como dato adicional, Stock es el único Watson televisivo que ostenta la rara condición de haber aparecido tanto en color como en blanco y negro.


Pero, ¿qué tiene que ver Conan Doyle? Pues bien, un registro fotográfico inequívoco permite comprobar que el creador de Sherlock Holmes también poseía una bulldog. Después de todo, muchos consideran que su verdadero alter ego en la saga sherlockiana era el doctor y no el detective. La lógica parece corroborarlo: ambos eran médicos, escritores y fumadores regulares.

Otra vuelta sobre las arvejas estudiantiles (degustación)

Durante una prolongada entrevista periodística, el escritor británico John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), más conocido como J.R.R Tolkien, se sinceró notablemente respecto a sus gustos personales en materia de gastronomía, bebidas y tabaco. Además de su conocida predilección por la cerveza y la pipa, hizo el siguiente aserto: me gusta la comida casera sencilla sin refrigerar. En esa época, tales apetencias bien podrían haber sido aplicadas a cualquier súbdito del Reino Unido, especialmente a los habitantes ubicados en aldeas, pueblos y pequeñas ciudades inglesas, galesas, escocesas e irlandesas. Desde tiempos remotos, dichas regiones aprendieron a confeccionar sus platos en base a la acotada gama de productos accesibles dentro de una isla poco favorecida por el clima y el suelo, aunque la expansión colonial de los siglos XVIII y XIX propició la llegada de nuevos ingredientes (vegetales, especias, aceites) que agregaron un poco de variedad y colorido.


En una entrada subida hace tiempo cocinamos y probamos cierta vianda que ilustra muy bien esa simpleza culinaria bajo la forma de arvejas rancheras, preparadas como emulación de la referencia existente en el relato Los tres estudiantes. Repasando su trama, Holmes y Watson deben pasar varios días en una ciudad universitaria para resolver el misterio basado en tres alumnos del colegio St. Luke, una importante beca de estudios y un manuscrito con las respuestas del examen final, aparentemente copiadas de manera furtiva por alguno de los escolares. El texto original de la historia -publicada por el Strand Magazine en junio de 1904- no termina de aclarar exactamente dónde se hospeda el dueto estelar, pero las mayores chances parecen indicar una posada de visitantes dispuesta dentro del mismo establecimiento. Entre los pormenores del caso aparece la siguiente frase de Holmes, que concentra nuestro interés: querido amigo, son casi las nueve y la casera parloteba de arvejas a las siete y media.


En esta ocasión me decidí a cocinar una preparación tan simple como la presentada anteriormente, pero con la ventaja de ser un plato histórico y extremadamente tradicional de Gran Bretaña: la pea soup, es decir sopa de guisantes (arvejas). A tal punto llega ese carácter típico que los londinenses de antaño decidieron utilizar el término pea soup como analogía para designar a la espesa bruma contaminada de su ciudad (1). Los ingredientes necesarios son cebolla, zanahoria, arvejas, caldo de verduras, crema de leche, sal, pimienta y curry. Primero se blanquean las cebollas en cacerola o sartén con aceite o manteca y luego se agregan las zanahorias cortadas en cubitos. Pasados cinco minutos se incorporan el caldo y las arvejas, tras lo cual se salpimenta y se añade un toque de curry. Luego de 25 minutos va el toque de crema, lo suficientemente sutil como para espesar el líquido sin excesos, mezclando bien. Al cabo de dos minutos más se saca del fuego, se aplasta con pisa papas y se sirve, con la opción de agregar elementos varios para decorar y saborizar (2).


Holmes, Watson y una sopa de arvejas en cierta casa de visitas universitaria: postales de época para dos personajes literarios en sus proverbiales aventuras detectivescas.

Notas:

(1) El alto contenido de azufre en la atmósfera (debido a la combustión masiva de carbón mineral en industrias, comercios y hogares) le daba una coloración de tono amarillo verdoso.


(2) Mi versión es rústica, tal vez adecuada si se quiere recrear la culinaria casera del siglo XIX. Hoy es posible obtener una textura mucho más refinada y uniforme recurriendo al mixer u otros implementos similares. La siguiente foto es del mismo plato preparado por un amigo (notoriamente mejor cocinero que yo) al modo del siglo XXI, incluyendo pequeños trozos de tocino, croutones de pan y cobertura verde tipo ciboulette.

La aventura del humo acre

Espero que no haya aprendido a despreciar mi pipa y mi lamentable tabaco. Así define Sherlock Holmes su modesta picadura en el relato La piedra Mazarino mientras dialoga con Watson. ¿Por qué razón utiliza un apelativo casi lastimoso para referirse al producto que consume tan profusamente? En la monografía Un estudio en Tabaco intentamos esclarecer esa y otras cuestiones vinculadas al humo tabaquístico del gran detective mediante un cruzamiento de citas ficcionales y elementos históricos bien documentados. Incluso se incorpora cierta hipótesis respecto a las razones por las cuales Arthur Conan Doyle eligió el tabaco shag (y no otro) como favorito de su personaje estelar. Todo eso sin perder el hilo temporal que conduce la investigación a través de antiguas referencias bibliográficas plasmadas desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del XIX. Semejante periplo transcurre también  entre pormenores referidos al período en que la denominación shag escondía un trasfondo de adulteraciones, contrabando y evasión fiscal.


Una de las acepciones del término shag es "pelusa", claramente indicativa del corte formado por hebras extremadamente angostas, aunque el significado original del vocablo fue modificándose a lo largo del tiempo según se presentaban distintas coyunturas en la industria tabacalera británica. De manera lenta pero sostenida, aquel producto con apariencia casi capilar pasó a ser el más simple, fuerte y barato del mercado sin importar el aspecto de su confección (ya no era necesariamente finito), convirtiéndose en un comodín de las clases trabajadoras por su precio accesible y su carácter rústico. De hecho, los registros de la época indican que el shag representaba por sí solo más de la mitad del mercado tabacalero del Reino Unido. Muchas veces, lamentablemente, esa masividad lo hizo un vehículo ideal para los negocios turbios: como señalamos antes, no faltaron en su evolución histórica épocas de ingresos clandestinos, fraudes impositivos y adición de componentes ilegales para ganar peso y bajar costos, algunos de naturaleza tan burda como la arena o la papa molida.


La composición de materias primas y variedades involucradas en la mezcla durante las últimas décadas decimonónicas es otro punto abordado en el estudio. No debemos olvidar que Gran Bretaña era entonces la mayor potencia económica y mercantil del mundo con acceso a una extraordinaria multiplicidad de procedencias tabacaleras. De esa manera es posible encontrar datos sobre orígenes tan diversos como pueden serlo distintas regiones de América del Norte, América del Sur, África y Asia. Sin embargo, los documentos del pasado no alcanzan para tener una visión completa del tema. Sondear los aromas y sabores de la pipa holmesiana implica además algunos ensayos sensoriales a fin de encontrar posibles semejanzas con los tabacos de nuestro tiempo, tarea ya realizada en 221pipas y vuelta a reseñar en la monografía con el fin de ofrecer algún punto de vista más integral y definitivo. 


Así como miles de aficionados buscan satisfacer su interés visitando distintos sitios de Londres, desde aquí nos hemos propuesto acercarnos al detective victoriano por medio de sus artículos de consumo predilectos, como el tabaco, tantas veces delineado por la pluma de Watson en base a su fortaleza y acritud. En definitiva, ¿cómo era el shag de Sherlock Holmes? En Un estudio en Tabaco sugerimos algunas respuestas.