221pipas, la monografía

Otra vuelta sobre las arvejas estudiantiles (degustación)

Durante una prolongada entrevista periodística, el escritor británico John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), más conocido como J.R.R Tolkien, se sinceró notablemente respecto a sus gustos personales en materia de gastronomía, bebidas y tabaco. Además de su conocida predilección por la cerveza y la pipa, hizo el siguiente aserto: me gusta la comida casera sencilla sin refrigerar. En esa época, tales apetencias bien podrían haber sido aplicadas a cualquier súbdito del Reino Unido, especialmente a los habitantes ubicados en aldeas, pueblos y pequeñas ciudades inglesas, galesas, escocesas e irlandesas. Desde tiempos remotos, dichas regiones aprendieron a confeccionar sus platos en base a la acotada gama de productos accesibles dentro de una isla poco favorecida por el clima y el suelo, aunque la expansión colonial de los siglos XVIII y XIX propició la llegada de nuevos ingredientes (vegetales, especias, aceites) que agregaron un poco de variedad y colorido.


En una entrada subida hace tiempo cocinamos y probamos cierta vianda que ilustra muy bien esa simpleza culinaria bajo la forma de arvejas rancheras, preparadas como emulación de la referencia existente en el relato Los tres estudiantes. Repasando su trama, Holmes y Watson deben pasar varios días en una ciudad universitaria para resolver el misterio basado en tres alumnos del colegio St. Luke, una importante beca de estudios y un manuscrito con las respuestas del examen final, aparentemente copiadas de manera furtiva por alguno de los escolares. El texto original de la historia -publicada por el Strand Magazine en junio de 1904- no termina de aclarar exactamente dónde se hospeda el dueto estelar, pero las mayores chances parecen indicar una posada de visitantes dispuesta dentro del mismo establecimiento. Entre los pormenores del caso aparece la siguiente frase de Holmes, que concentra nuestro interés: querido amigo, son casi las nueve y la casera parloteba de arvejas a las siete y media.


En esta ocasión me decidí a cocinar una preparación tan simple como la presentada anteriormente, pero con la ventaja de ser un plato histórico y extremadamente tradicional de Gran Bretaña: la pea soup, es decir sopa de guisantes (arvejas). A tal punto llega ese carácter típico que los londinenses de antaño decidieron utilizar el término pea soup como analogía para designar a la espesa bruma contaminada de su ciudad (1). Los ingredientes necesarios son cebolla, zanahoria, arvejas, caldo de verduras, crema de leche, sal, pimienta y curry. Primero se blanquean las cebollas en cacerola o sartén con aceite o manteca y luego se agregan las zanahorias cortadas en cubitos. Pasados cinco minutos se incorporan el caldo y las arvejas, tras lo cual se salpimenta y se añade un toque de curry. Luego de 25 minutos va el toque de crema, lo suficientemente sutil como para espesar el líquido sin excesos, mezclando bien. Al cabo de dos minutos más se saca del fuego, se aplasta con pisa papas y se sirve, con la opción de agregar elementos varios para decorar y saborizar (2).


Holmes, Watson y una sopa de arvejas en cierta casa de visitas universitaria: postales de época para dos personajes literarios en sus proverbiales aventuras detectivescas.

Notas:

(1) El alto contenido de azufre en la atmósfera (debido a la combustión masiva de carbón mineral en industrias, comercios y hogares) le daba una coloración de tono amarillo verdoso.


(2) Mi versión es rústica, tal vez adecuada si se quiere recrear la culinaria casera del siglo XIX. Hoy es posible obtener una textura mucho más refinada y uniforme recurriendo al mixer u otros implementos similares. La siguiente foto es del mismo plato preparado por un amigo (notoriamente mejor cocinero que yo) al modo del siglo XXI, incluyendo pequeños trozos de tocino, croutones de pan y cobertura verde tipo ciboulette.

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