Aunque las alusiones al respecto
son bastante difusas, los textos de Arthur Conan Doyle parecen dejar
claro que Watson fumaba mucho menos que Sherlock Holmes. Eso podría
explicar la ausencia total de referencias básicas o descripciones visuales sobre las pipas
pertenecientes al buen doctor. Los únicos elementos que puede
brindar alguna luz son los dibujos estampados en las ediciones
originales del Strand Magazine, Collier's y demás
medios gráficos de la época, realizados por talentosos artistas
como Sidney Paget, Frederic Dorr Steele, George
Hutchinson y Gastón Simoes Da Fonseca, entre otros. En
ellos se observan ejemplares que no difieren demasiado de los que
utiliza Holmes, es decir, modelos de tamaño estándar y formatos
rectos, sobrios, nada parecidos a los prototipos televisivos y
cinematográficos que llegaron a a instalar la falsa idea del
detective portador de pipas llamativas con dimensiones holgadas y
curvas voluptuosas. Una única excepción canónica a dicha regla
sería la pintoresca cherrywood mencionada en el relato Copper
Beeches.
En cuanto a Watson, esa misma sencillez
fue la mejor manera de resolver el enigma de sus cachimbas, tanto
para los viejos dibujantes como por las numerosas representaciones
posteriores. La lógica parece indiciar una actitud resumida en el
siguiente silogismo: todo el mundo se fija en la pipa de Holmes. A
nadie le interesa la de Watson. Ergo, no vale la pena complicarse
demasiado. De ese modo parecen haberlo entendido los
realizadores posteriores, que pusieron en boca del doctor especímenes
invariablemente simples, clásicos y muy formales, de esos que pueden
obtenerse sin problemas en el comercio más cercano. Aún así, una
serie de reiteraciones y coincidencias entre la pantalla y el
mismísimo Doyle permiten vislumbrar la existencia de cierto formato
específico a tener en cuenta. Se trata de la pipa llamada bulldog
en la jerga de los fabricantes y artesanos, típica por su
cazoleta más bien ovoide en la parte inferior y cónica sobre el borde
superior que presenta ligeras variantes de acuerdo a tamaños e
inclinaciones del tubo y las boquillas.
El Watson que inicia la serie es nada
menos que Nigel Bruce, proverbial compañero de Basil
Rathbone en las catorce películas filmadas desde 1939 hasta
1946, cuyo transcurso permite verlo ocasionalmente con un típico
representante del formato que nos ocupa. Años después, el buen
actor André Morell luce una estilizada squat bulldog en
la legendaria versión de El sabueso de los Baskerville
(1959). Lo interesante aquí es la prolongada visualización del
prototipo en varias escenas (cuatro para ser exactos) que involucran
a Baker Street y al castillo de la familia Baskerville. Sin embargo,
ningún intérprete del personaje resulta ser tan fiel a la misma
pipa durante tanto tiempo como Nigel Stock, quien
prácticamente no fuma otro modelo que bulldog a lo largo de
los 29 capítulos de la serie realizada por la BBC durante las
temporadas 1965 y 1968, primero con Douglas Wilmer y luego con Peter
Cushing en el papel estelar. Como dato adicional, Stock es el
único Watson televisivo que ostenta la rara condición de haber
aparecido tanto en color como en blanco y negro.
Pero, ¿qué tiene que ver Conan Doyle?
Pues bien, un registro fotográfico inequívoco permite comprobar que
el creador de Sherlock Holmes también poseía una bulldog.
Después de todo, muchos consideran que su verdadero alter ego en
la saga sherlockiana era el doctor y no el detective. La lógica
parece corroborarlo: ambos eran médicos, escritores y fumadores
regulares.
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