221pipas, la monografía

El clarete añejo de los tiempos victorianos (degustación)

Dentro de las referencias vínicas plasmadas en los relatos canónicos hay tres ocasiones que aluden de manera concreta al tinto de Burdeos bajo su apelativo de época, es decir, clarete. Sin embargo, esa modesta participación no le hace justicia a la popularidad que tenía entonces entre el público británico. A fines del siglo XIX, las probabilidades de que cualquier vino rojo consumido en el Reino Unido fuese clarete bordelés (y no otra cosa) eran abrumadoramente mayoritarias, tal cual lo demuestran las estadísticas de importación y demás registros incontrovertibles (1). En lo que a Holmes se refiere, podemos apreciarlo disfrutando una botella durante cierto almuerzo con Watson (La caja de cartón) y bebiéndolo para acompañar bizcochos luego de un ayuno prolongado (El detective moribundo). Encontramos también una evidencia notoria sobre la fama recién mencionada, ya que el negocio de su importación adquiere relieve en la historia Un caso de identidad, donde se menciona a "Westhouse & Marbank, los grandes importadores de clarete de Fenchurch Street". ¿Podemos asumir entonces que era uno de los vinos predilectos de nuestro héroe?


Todo lo visto parece apuntar hacia la respuesta afirmativa, pero a ella debe añadirse un ingrediente adicional que vuelve aún más interesantes los gustos de Sherlock Holmes en materia enológica. Casi al finalizar El aristócrata solterón, llega a Baker Street cierta caja conteniendo una cena "bastante epicúrea" (en palabras de Watson) encargada por el propio detective. Amén de las viandas comestibles, el festín incluye un grupo de botellas viejas y cubiertas de telarañas. De tal modo, esta imagen suma la preferencia por los vinos añejos, lo cual tiene bastante sentido considerando las tendencias predominantes en aquel tiempo, especialmente en el caso de los recios Bordeaux tintos que necesitan varios años para limar sus asperezas juveniles. En sintonía con las historias originales de Doyle, algunas piezas cinematográficas relativamente recientas coinciden en ese punto -seguramente sin proponérselo- y vuelven así más consistente la idea del Holmes amante del vino Burdeos con estacionamiento prolongado (2).


Afortunadamente tenía en mi poder algunos ejemplares genuinos adquiridos durante viajes hechos a fines del siglo XX, capaces de responder con bastante solvencia frente al desafió de la cata. Entre los candidatos elegí Chateau La Fleur Cravignac 1994, un Saint Emilion Grand Cru compuesto por las típicas variedades Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Merlot. Los 28 años de edad al momento de abrirlo (22 como mínimo en botella) me hicieron extremar todos los cuidados atendiendo -además del descorche "quirúrgico"- su debida decantación y aireación. En la copa logró exhibir todos los matices esperables en función de su estirpe, su perfil y su edad: un color dominado por los tonos de tipo teja o ladrillo que preanuncia aromas análogos al cuero, las especias, los frutos secos y el regaliz, todo ello sin ningún punto negativo del tipo mohoso. Esa vetusta franqueza quedó confirmada en el sabor, que bien podría ser definido como "terciopelo puro": muy amigable y equilibrado, pero a la vez cargado de complejidades para descubrir y saborear.


Ahora sabemos algo más sobre aquellos vinos legendarios que deleitaban a Sherlock Holmes en la ficción y a sus contemporáneos victorianos en la vida real. Porque la saga holmesiana, bien entendida, también es histórica


Notas:

(1) Más datos en la monografía de 221pipas.
(2) Se trata de Sherlock Holmes (2009) y su secuela Sherlock Holmes, Juego de Sombras (2012). En la primera hay una escena con Holmes e Irene Adler (Rachel McAdams) en la que abren una botella de Chateau Margaux 1858. En la segunda observamos al líder revolucionario Ravache bebiendo un tinto cosecha 1789 rápidamente identificado por Holmes. Si consideramos que ambas tramas se ubican alrededor de 1890, hablamos de añejamientos de tres décadas en un caso y poco más de un siglo en el otro.


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