Ya hemos analizado a
través de una entrada subida hace pocos meses -preparación y
degustación mediante- la importancia del desayuno en el mundo
victoriano real y en la saga sherlockiana ficcional. El repertorio de
relatos canónicos está salpicado de citas sobre ese momento
cotidiano en el que abundan las viandas e infusiones de época y
lugar. El té, el café, el jamón, el tocino y las tostadas se
cuentan entre los elementos más asiduos, pero todos ellos quedan
opacados frente a los huevos, visitantes continuos de las mesas
frecuentadas por Holmes y Watson, no sólo en el célebre domicilio
de Baker Street 221b (donde brillaban las buenas artes de la señora
Hudson) sino también en otras ubicaciones distantes de la metrópoli.
Así, por ejemplo, en los relatos El signo de los cuatro, El pulgar
del ingeniero, El tratado naval, El negro Peter, El puente de Thor y
El pintor retirado tenemos alusiones enfocadas en el reducto
londinense del detective, mientras que en El valle del terror podemos
observar a los productos de granja formando parte de una merienda
servida en la posada El escudo de Westville, del pueblo Birlstone.
Alguna
referencia resulta incluso desarrollada más allá de la cuestión
puramente gastronómica que nos atañe en este blog. En El puente de Thor Holmes realiza cierta
reflexión "sesuda" mientras lee el periódico matutino
junto a Watson, refiriéndose a las noticias del día: hay poco que
compartir, pero podemos discutirlo cuando hayas consumido esos dos
huevos duros con los que nos ha obsequiado nuestra nueva cocinera
(1). Incluso un acto tan trivial como cocinar un huevo exige una
atención consciente del paso del tiempo... En cuanto a los modos de
cocción, las pocas alusiones puntuales que se pueden localizar
hablan exclusivamente de huevos duros o revueltos, si bien las
costumbres culinarias del período llevan a suponer con alto grado de
convicción que también se los preparaba fritos o poché. De un modo
u otro, lo cierto es que dentro de las 60 historias originales la
delicia aviar no tiene parangón entre los ingredientes típicos del
full english breakfast.
La
televisión y el cine tampoco dejaron de poner énfasis en la primera
comida del día que disfrutaban los protagonistas de la epopeya
holmesiana, desde la primitiva serie protagonizada por Basil
Rathbone y Nigel Bruce en la década de 1940 hasta las más
recientes películas de Robert Downey Jr y Jude Law del siglo XXI,
pasando por los buenos seriales producidos en las décadas de 1960 y
1980 encabezados por Peter Cushing y Jeremy Brett. Precisamente en
estos últimos (que cuidaban con bastante esmero los detalles
escenográficos) puede observarse un curioso e interesante utensilio
muy propio de las mesas victorianas pudientes: el hoy llamado posa
huevos (2), consistente en una especie de copa en la cual se sirve el
producto para ser roto suavemente por la cáscara y consumido con
cuchara. Huelga decir que la alternativa solamente es practicable si
los huevos son preparados según la modalidad poché, ya que en caso
de ser duros no resulta funcional (necesariamente hay que agarrarlos
con las manos al pelarlos) y directamente imposible para los
prototipos fritos o revueltos.
Sherlock Holmes y John Watson, dos oófagos empedernidos. Una mirada diferente de su vida cotidiana y del día a día en la Inglaterra del siglo XIX.
Notas:
(1) Esta "nueva cocinera" aparece sólo en ese relato, perteneciente al último grupo de historias escritas por Doyle en la década de 1920. No hay otras especificaciones posteriores, por lo cual dicha aparición quedará para siempre en el terreno de las suposiciones, al igual que la respuesta al siguiente interrogante: ¿había contratado la señora Hudson una empleada para hacerse cargo de las labores gastronómicas?
(2)
El simpático instrumento ha vuelto a ser moda, aunque supongo que
hoy persigue una finalidad puramente decorativa. Buscando "posa
huevos" en internet aparecen numerosas imágenes de modelos
cerámicos, plásticos y metálicos con diseños tradicionales o
vanguardistas
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