Samuel Gawith es una
legendaria fábrica inglesa de tabacos situada en la localidad de
Kendal, que aún elabora su producción con métodos antiguos. ¿Qué
tanto? Algo así como dos siglos a juzgar por la presunta fundición
de cañones napoleónicos que dio origen al metal de sus maquinarias
más viejas. Mito o verdad, lo cierto es que el año 1792 resulta
aceptado como data originaria de la firma, sumado al hecho de ser
reconocida como la última tabacalera británica que continúa
utilizando procedimientos artesanales e históricos (1). Bien
entendida, semejante "vetustez" industrial nos viene como
anillo al dedo para encarar la tercera y última versión en nuestra
búsqueda sensorial del tabaco shag que fumaba Sherlock Holmes. En
las dos entradas anteriores analizamos sendos ejemplares argentinos
cuya presunta semejanza residía en perfiles de potencia, rusticidad
y sencillez, pero ahora nos centraremos en las cuestiones
cronológicas y geográficas que implican degustar un genuino
producto británico manufacturado a la usanza de antaño. Para la
ocasión seleccioné el Samuel Gawith Full Virginia Flake basándome
en los registros del siglo XIX que señalan una presencia mayoritaria
de la variedad Virginia en el shag de la época (2). En forma
adicional, la etiqueta incluye una típica estampa del detective con
su pipa y su gorra de caza, lo cual vuelve casi imposible evitar una
inmediata empatía. Su presentación pertenece al tipo llamado
flake en la jerga del sector, equivalente a una serie de "pastillas"
delgadas de tabaco prensado más o menos irregulares.
Para
fumarlo es necesario deshilvanar primero las hebras que lo componen y
luego cortar éstas en pequeños copos que son, finalmente, los que
llegan hasta la pipa. Semejante producto no es sencillo de mantener
en combustión durante las primeras pitadas debido a su alto grado de
humedad (contrario, en principio, al modelo sherlockiano), aunque una
vez carbonizado no presenta mayores problemas. Esto nos lleva a su
faz aromática y gustativa. Es intenso y complejo; en crudo posee
notas que personalmente defino como "membrillo" y al
fumarlo aparecen acentos de buen tabaco natural (no tostado, no
ahumado, no endulzado), corpulento sin ser picante, rico y
perdurable. Con todo, lo más atrayente para nuestro propósito es
que tiene las cualidades emblemáticas de los viejos tabacos para
pipa seleccionados, añejados y procesados con ese esmero que la
industria moderna perdió hace tiempo. Como muy bien señala un
lúcido usuario del sitio www.tobaccoreviews.com al decir: es un tabaco de la
vieja escuela en el sentido más puro, (...) preparado por una
empresa de la vieja escuela, que utiliza métodos de la vieja
escuela. Aunque, desde luego, la cosa no es tan simple. Hay una
evidente falla estructural que lo separa de las reseñas del doctor Watson: es demasiado bueno...
Al
finalizar esta cata cabe preguntarse si entendemos un poco mejor cómo
era el tabaco más módico y elemental que se comercializaba en Reino
Unido a fines del siglo XIX. Es difícil afirmarlo con certeza,
aunque considero haber develado "un poquito" del misterio
shag en cada una de las tres degustaciones realizadas al efecto. En
la primera abordamos la cuestión desde el costado del precio mínimo y la
absoluta rusticidad de un espécimen compuesto por sobras de cigarros
puros. En la segunda mezclamos cierto tabaco de calidad modesta con
picadura criolla que aportó la necesaria cuota salvaje y agreste. En
la última degustamos un legítimo y acreditado virginia puro
fabricado en Inglaterra con métodos que vienen de lejos en el tiempo.
Seguramente el shag victoriano era -a su manera- ninguno de ellos en
particular y un poco de todos en general: simple, ordinario y tosco
por un lado, pero también corpóreo y duradero por otro. Y más que
nada, con sabor muy inglés.
Tal vez algún día encontremos nuevas evidencias que nos hagan probar otro producto en el afán de entender el humo del gran detective creado por Arthur Conan Doyle. Y así lo haremos, llegado el caso, sin dudar un instante.
Notas:
(1)
Hace ya varios años, el foro de internet El Rincón de la Pipa
presentó un excelente
testimonio fotográfico obtenido in situ. La sola observación del
mismo ahuyenta cualquier duda sobre la antigüedad de la empresa y
sus métodos artesanales: Samuel Gawith, reportaje fotografico de Marcelino Piquero (foroactivo.com)
(2)
Mayoritaria aunque no exclusiva. De hecho, hacia fines de la centuria
los indicios documentales señalan que el shag se había vuelto
bastante "mestizo" en cuanto a tipos, calidades y
procedencias (para más datos ver monografía).
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