221pipas, la monografía

La pipa menos pensada

Junto con su gorra de caza y su lupa, la pipa de Sherlock Holmes es uno de los elementos más característicos del personaje que se convirtió en sinónimo de detective desde su primera aparición, en 1887. Pocos héroes ficcionales han logrado un éxito tan prolongado en todo tipo de soportes (literatura, radio, teatro, cine, televisión, cómics, videojuegos) manteniendo casi inalterado su perfil físico y sicológico. Ciertamentamente, esa pipa constituye un elemento esencial originado en las mismas historias escritas por Arthur Conan Doyle, ámbito donde el tabaco en pipa lidera cómodamente las menciones fumatorias del protagonista frente a puros y cigarrillos. Para el sabueso de Baker Street 221B no había nada como encender su cachimba frente a la chimenea mientras examinaba los casos que tenía ante sí. Ahora bien, si analizamos los registros visuales generados a través de los ciento treinta y cinco años que lleva vigente la saga sherlockiana, hay un modelo en particular que se repite sistemáticamente.


Llamativo, típico, de cuenco voluminoso y curvas pronunciadas, llamado genéricamente
Calabash en el ramo tabacalero, presenta una enorme cantidad de variantes en tamaño y detalles de terminación. Así las cosas, parecería que el mundo entero da por sentado que la pipa de Holmes ha sido siempre una Calabash, tal cual lo evidencian infinidad de películas, series, producciones fotográficas y representaciones artísticas de los últimos cien años. Lo verdaderamente curioso es que en los textos de Doyle no hay mención alguna del tópico; de hecho, sólo señalan vagamente algún que otro detalle sobre las pipas que fumaba Holmes, y cuando lo hacen se refieren mayormente a los materiales de fabricación (arcilla, raíz de brezo y madera de cerezo) o al estado de mantenimiento y limpieza (más bien, la falta de ella) de los ejemplares. Incluso las ilustraciones adjuntas a los textos originales del Strand Magazine son completamente opuestas a una pipa curva y ampulosa, toda vez que los primeros dibujantes que trazaron la figura de Sherlock Holmes se inclinaron por modelos rectos, sobrios, de porte moderado. O sea, nada que ver con esa “pipaza” extravagante que es una Calabash. ¿De dónde surgió la costumbre, entonces?


La respuesta es inequívoca y está bien documentada con fechas y pormenores. En 1899, al filo del siglo XX, el actor, director y productor norteamericano William Gillette estrenó la primera de las obras teatrales sobre Sherlock Holmes, escrita por el propio Doyle. Por supuesto, ningún diálogo o cuadro especificaba qué tipo de pipa fumaría el personaje, por lo que Gillette comenzó los ensayos utilizando un modelo simple, recto, parecido a los dibujos publicados por el
Strand hasta ese momento. Fue en esos primeros sondeos sobre el escenario cuando Gillette se dio cuenta de que la pipa recta tapaba parte del rostro frente a los espectadores. Había una manera bastante sencilla de solucionarlo, que era usar un modelo muy curvado hacia abajo, que dejara el cuenco por debajo del mentón. Y así fue: la obra tuvo un éxito extraordinario y continuó representándose en giras por USA y Europa hasta mediados de la década de 1910. Miles de espectadores vieron a Holmes con su pipa Calabash en vivo, fotos, anuncios y notas periodísticas.

Pocos años más tarde llegaría el cine y algunas décadas después, la televisión. Muchos actores personificaron a Sherlock Holmes, y si bien se hizo uso de muchas pipas diferentes, la portentosa Calabash resultó ser icónica hasta el día de hoy. Esto nos deja un caso singular de algo inexistente en las historias originales, pero que en algún momento llegó para tomar su lugar. Y no es el único: la famosa frase elemental, mi querido amigo, trastocada luego en elemental, mi querido Watson, tampoco se menciona en el canon de los 60 relatos originales y fue otra “creación” teatral de William Gillette.

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