Junto
con su gorra de caza y su lupa, la pipa de Sherlock Holmes es uno de
los elementos más característicos del personaje que se convirtió
en sinónimo de detective desde su primera aparición, en 1887. Pocos
héroes ficcionales han logrado un éxito tan prolongado en todo tipo
de soportes (literatura, radio, teatro, cine, televisión, cómics,
videojuegos) manteniendo casi inalterado su perfil físico y
sicológico. Ciertamentamente, esa pipa constituye un elemento
esencial originado en las mismas historias escritas por Arthur Conan
Doyle,
ámbito donde
el tabaco en pipa lidera cómodamente las menciones fumatorias del
protagonista frente a puros y cigarrillos. Para el sabueso de Baker
Street 221B no
había nada como encender su cachimba frente a la chimenea mientras
examinaba los casos que tenía ante sí. Ahora
bien, si analizamos los registros visuales generados a través de los
ciento treinta y cinco años que lleva vigente la saga sherlockiana,
hay un modelo en particular que se repite sistemáticamente.
Llamativo,
típico, de cuenco voluminoso y curvas pronunciadas, llamado
genéricamente Calabash
en
el ramo tabacalero, presenta una enorme cantidad de variantes en
tamaño y detalles de terminación. Así las cosas, parecería que el
mundo entero da por sentado que la pipa de Holmes ha sido siempre una
Calabash, tal cual lo evidencian infinidad de películas, series,
producciones fotográficas y representaciones artísticas de los
últimos cien años. Lo verdaderamente curioso es que en los textos de
Doyle no hay mención alguna del tópico; de hecho, sólo señalan
vagamente algún que otro detalle sobre las pipas que fumaba Holmes,
y cuando lo hacen se refieren mayormente a los materiales de
fabricación (arcilla, raíz de brezo y madera de cerezo) o al estado
de mantenimiento y limpieza (más bien, la falta de ella) de los
ejemplares. Incluso las ilustraciones adjuntas a los textos
originales del Strand
Magazine
son completamente opuestas a una pipa curva y ampulosa, toda vez que
los primeros dibujantes que trazaron la figura de Sherlock Holmes se
inclinaron por modelos rectos, sobrios, de porte moderado. O sea,
nada que ver con esa “pipaza” extravagante que es una Calabash.
¿De dónde surgió la costumbre, entonces?
Pocos años más tarde llegaría el cine y algunas décadas después, la televisión. Muchos actores personificaron a Sherlock Holmes, y si bien se hizo uso de muchas pipas diferentes, la portentosa Calabash resultó ser icónica hasta el día de hoy. Esto nos deja un caso singular de algo inexistente en las historias originales, pero que en algún momento llegó para tomar su lugar. Y no es el único: la famosa frase elemental, mi querido amigo, trastocada luego en elemental, mi querido Watson, tampoco se menciona en el canon de los 60 relatos originales y fue otra “creación” teatral de William Gillette.
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