221pipas, la monografía

Las diez mejores interpretaciones de Sherlock Holmes como fumador de pipa

Pocos personajes de ficción literaria están tan asociados a la pipa como Sherlock Holmes, al punto de ser el objeto más emblemático que adorna su figura. Y aunque el héroe consumía tabaco en múltiples modalidades, su predilección por la manera que nos ocupa queda bien establecida a lo largo de las novelas y los relatos originales. La matemática es incuestionable: una compulsa minuciosa sobre las ocasiones en que el protagonista echa humo permite contabilizar el amplio predominio de la pipa (42 veces) frente a los cigarros puros (8) y los cigarrillos (7). En semejante contexto, tanto el cine como la televisión no desaprovecharon la posibilidad de explotar ese poderoso símbolo costumbrista, regalándonos así una larga lista de intérpretes sherlockianos fumadores a lo largo de cien años. Para confeccionar el repertorio con los diez mejores tuvimos en cuenta parámetros similares a los utilizados con Watson en la entrada anterior, como la frecuencia de las escenas, el porte y la credibilidad gestual, sin olvidar los ejemplares tomando en consideración sus tipos y formatos. Con ustedes, el ranking.

10- Christopher Lee


Hace muy poco reseñábamos cierto detalle gastronómico plasmado en Sherlock Holmes and the deadly necklace (1962). La misma cinta exhibe al protagonista utilizando con asiduidad y de modo convincente una elegante pipa del formato bent billiard. En la vida real, sabemos que Lee fumó cigarros puros durante muchos años. Tal vez su afinidad con los buenos tabacos le haya otorgado esa apostura natural para echar humo en cualquier modalidad de consumo.

9- Arthur Wontner


Este actor inglés fue el primer Sherlock Holmes sonoro del cine, papel en el cual totalizó cinco largometrajes entre 1931 y 1937. Todos ellos transcurren en la época de su filmación y no en los tiempos victorianos, además de presentar tramas muy peculiares donde se mezclan varias historias canónicas en un mismo argumento (Silver Blaze con El sabueso de los Baskerville, por ejemplo). No obstante, Wontner -que se parecía notablemente a los dibujos de Sidney Paget- es reconocido como un buen intérprete del detective, y lo mismo puede decirse sobre su conducta frente al acto de fumar, irreprochable desde el punto de vista de la frecuencia y las formas.

8- Robert Downey Jr


Las dos películas protagonizadas por Downey Jr en 2009 y 2012 fueron un éxito de taquilla, además de contribuir al descubrimiento del mundo sherlockiano por parte de nuevas generaciones. Ya hemos hablado sobre la sugestiva variedad de pipas seleccionadas por la producción, que conjuga extravagantes modelos americanos y asiáticos con formatos europeos tradicionales y reconocidos. Por dicha originalidad, sumada al correcto tratamiento de las escenas "humeantes", bien le vale al estadounidense un puesto en esta lista.

7- Geoffrey Whitehead


Así como algunas series de la saga han gozado de prestigio y popularidad, Sherlock Holmes and Dr. Watson de 1980 fue casi desconocida hasta hace pocos años. Diversos inconvenientes legales, comerciales y hasta políticos impidieron su difusión fuera de Polonia (donde se filmó) y Europa Oriental, pero gracias a Internet hoy podemos disfrutar este trabajo heredero de aquel serial de 1954-1955, ya que fue realizado por el mismo productor. En lo que a pipas concierne, Whitehead es un Holmes impecable y formal: fuma de acuerdo a los ritmos adecuados utilizando prototipos sobrios de brezo, tanto rectos como curvos.

6- Ronald Howard


En tiempos aún fundacionales de la televisión, Sherlock Holmes de 1954-1955 llegó a millones de hogares en los Estados Unidos, mercado para el cual fue filmada. Sus tramas son mayormente adaptaciones libres salpicadas con elementos esporádicos del canon. Pero la ambientación cronológica, el desempeño de los protagonistas y la considerable cantidad de episodios realizados (39) hacen que aún hoy se la respete. Como fumador de pipa. Howard hace lo suyo en forma muy correcta empleando a modelos curvos y rectos de brezo, nada llamativos.

5- Jeremy Brett


Junto a la serie de Granada TV propiamente dicha, Brett es el actor más aclamado entre todos los que encarnaron al detective de Baker Street. Sin embargo, el tratamiento de la cuestión pipas fue degradándose a partir de la segunda temporada hasta caer en el uso excluyente del formato churchwarden, un tipo jamás mencionado o sugerido en los textos de Doyle ni ilustrado en las ediciones antiguas. Por eso, aunque el comportamiento escénico es excelente, la caprichosa e inexplicable obstinación por utilizar algo ajeno a la figura del personaje lo sitúa en un punto intermedio entre los Holmes fumadores de la pantalla.

4- Douglas Wilmer


Parecería que cada labor artística sherlockiana sienta algún tipo de precedente. La serie de la BBC en la década de 1960 cumple con ello: fue la primera adaptación que se propuso recrear los relatos originales de Doyle con total fidelidad. Los trece capítulos que lo tuvieron como protagonista muestran a Wilmer portando especímenes clásicos mientras se compenetra con sus escenas tabaquísticas, sereno en la expresión pero dejando entrever cierta voracidad por echar humo. O sea, cien por ciento al estilo del verdadero Holmes.

3- Ian Richardson


Aunque sólo realizó dos películas encarnando al detective a principios de los ochenta (y no de las más conocidas), Ian Richardson se posiciona muy bien en esta valoración por el simple hecho de haber utilizado cuatro pipas seleccionadas con mucho acierto. Una primera calabash del tipo "cuerno" puede interpretarse como cierta concesión hacia el modelo más estereotipado de ese momento. Luego, dos elegantes brezos -uno recto u otro curvo- simbolizan las múltiples interpretaciones de Holmes a lo largo del siglo XX. Finalmente, una pequeña arcilla demuestra fidelidad a los relatos primigenios. En resumen: un gran repertorio en pocos formatos.

2- Basil Rathbone


No obstante haber pasado casi ochenta años desde su último papel cinematográfico como Sherlock Holmes, Basil Rathbone continúa siendo una figura legendaria entre los aficionados. Hasta los gruesos desajustes históricos evidentes en muchas de sus películas (que no eran culpa suya, sino del estudio Universal) pasan a segundo plano cuando se aprecia con atención esa figura decididamente análoga al personaje. ¿Quién no ha disfrutado aquellas escenas en las que fuma su pipa curva de brezo, tan distinguida como él mismo?
 
1- Peter Cushing



Sin exagerar, cuando hablamos sobre las pipas de Sherlock Holmes y mencionamos a Peter Cushing no cabe otra actitud que inclinar la cabeza en señal de reverencia. Ningún otro intéprete anterior o posterior puso semejante énfasis en ajustarse a modelos conectados con el canon. Y eso fue así durante toda su larga relación con el personaje, que comenzó en 1959 y concluyó en 1984. De hecho, no encontraremos a alguien que haya pueso en su boca tan acertada, variada y constante combinación de brezos, arcillas y cherrywoods, sin haber caído nunca en las calabash, las churchwarden u otros modelos alejados de la figura histórica del detective. Quienes lo conocieron aseguran que esa preocupación por los detalles se hacía extensiva al vestuario y los diálogos. En el caso de las pipas, por cierto, resulta bien notoria.

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De esta manera cerramos 221pipas luego de noventa y siete entradas. Durante tres años y medio hemos analizado (y también celebrado) algunas pinceladas costumbristas de la inolvidable dupla Holmes-Watson y demás personajes que los acompañaron en libros, revistas, televisores y pantallas de cine. Quizás haya sido una modesta contribución al loable propósito de mantener vivo el espíritu más genuino del detective y su inseparable compañero. Como bien dijo Vincent Starrett en su poema sobre Baker Street 221b: aquí habitan aún dos hombres notables, que nunca vivieron y por eso nunca pueden morir...

Las diez mejores interpretaciones de John Watson como fumador de pipa

Aunque las costumbres tabaquísticas de Watson nunca han sido objeto de mayores investigaciones, los textos canónicos originales presentan evidencias suficientes como para delinear un cierto perfil de fumador regular. Contrariamente al frenético detective, el doctor echa humo de modo calmo y pausado mientras divide su consumo entre la pipa, los puros y los cigarrillos. En líneas generales, el cine y la televisión tampoco dedicaron demasiado tiempo escénico al tema, por lo cual no resulta sencillo encontrar figuras ejemplificadoras. Así y todo obtuvimos un puñado de casos apropiados para realizar cierta lista con los actores más emblemáticos que encararon el asunto. El siguiente repertorio no pretende calificar las cualidades profesionales de los involucrados, sino solamente su prestancia y autenticidad mientras fuman la pipa, tomando en consideración aspectos tales como el ritmo, los gestos, las formas y otros detalles del mismo tenor. Comprendido el criterio de selección, ¿cuáles son los diez intérpretes de referencia, presentados en la típica escala de "peor a mejor"?


10 - David Burke


El motivo por el que Burke logró ingresar en esta nómina no es otro que la escasez de figuras fumadoras señalada antes. Nadie niega que era muy profesional representando el papel en la serie de los años ochenta, pero durante los trece capítulos de su participación podemos verlo con la pipa una única vez y no de la mejor manera, porque lo hizo realmente mal. El modo en que porta el utensilio, la expresión forzada y el entrecejo fruncido indican que no logró disimular su incomodidad al momento de echar humo.

9 - Donald Churchill


La versión de El sabueso de los Baskerville filmada en 1983 presenta a este actor inglés haciendo de Watson en su veta algo torpe y distraída, aunque no exenta de ciertas escenas y diálogos bastante logrados. En los comienzos del film, cuando concluye la visita del doctor James Mortimer a Baker Street, se lo puede apreciar de buen ánimo, encendiendo su cachimba y generando humareda con bastante resolución.

8 - Donald Houston


Un cronista cinematográfico escribió en su blog que Houston fue "el Watson más elegante" de la pantalla. Ciertamente hizo un buen trabajo en la recordada Study in Terror de 1965 junto al gran John Neville. Otra vez nos encontramos con una solitaria escena de Baker Street, con la particularidad de que la pipa del doctor está apagada por completo. No obstante cabe valorar positivamente la utilización de un carismático modelo Ropp cherrywood del tipo corto, capaz de "robar la escena", por decirlo de alguna manera.

7 - Robert Duvall


En términos de carrera, fama y prestigio, Robert Duvall es el actor más eminente entre todos los que interpretaron a Watson a lo largo del siglo XX. Hablamos de la película La solución del siete por ciento (1976), donde compartió cartel con otras figuras relevantes como Vanessa Redgarve, Alan Arkin, Nicol Williamson y Lawrence Olivier. También aquí no es más que un pantallazo breve y solitario, pero Duvall lo resuelve con su amplia capacidad interpretativa.

6 - Howard Marion-Crawford


Los treinta y nueve capítulos de la serie Sherlock Holmes de 1954/1955 constituyen el primer proyecto televisivo holmesiano de largo aliento y ambientado correctamente en la época victoriana. Este actor nacido en Londres acompañó a Ronald Howard a lo largo de todos los episodios, haciendo un uso bastante asiduo de pipas clásicas, generalmente curvas y con boquilla de ámbar. En esa línea, se lo puede considerar un buen Watson fumador.

5 - Donald Pickering


Sheldon Reynolds, el mismo productor de la serie de 1954/1955, volvió al ruedo veinticinco años después con otro proyecto similar, esta vez a cargo de Geoffrey Whitehead en el papel protagónico. Su compañero fue el veterano actor secundario Donald Pickering, que encarnó al doctor Watson realmente muy bien, dado que su edad, porte y actitud coincidían con las del médico y ex soldado descripto en el canon original. En materia de pipas supo mostrar una buena continuidad, fumando de manera sosegada y haciendo uso de modelos sobrios.

4 - André Morell


Si bien parece que el cine tiende a reducir al mínimo las imágenes del Watson fumandor, no fue así con El sabueso de los Baskerville de 1959, ya que Morell aparece en varias oportunidades portando activamente el estilizado modelo squat bulldog, e incluso disfrutando de algún cigarro puro. Todos los críticos señalan la calidad de su actuación como arquetipo del médico sensato e inteligente, lo cual puede extenderse con justicia a sus escenas tabaquísticas.

3 - Nigel Stock


Al igual que varios de los intérpretes presentes en esta lisa, Nigel Stock era aficionado al tabaco en la vida real. Tal vez por eso se lo puede ver fumando con soltura y perseverancia a lo largo los diferentes capítulos que emitió la BBC en la década de los sesenta, en compañia de Douglas Wilmer primero y Peter Cushing después. Un rasgo lo destaca: en todos los episodios utiliza el mismo modelo bulldog tradicional, convirtiéndose en el Watson más fiel a una misma pipa.

2 - Nigel Bruce


Si de fumadores empedernidos hablamos, nadie le gana a Nigel Bruce, el siempre recordado Watson en las catorce películas de la saga Rathbone. Este veterano actor hace uso de su pipa casi todo el tiempo, intercalando distintos formatos clásicos como poker, bulldog y apple, entre otros. También tiene diálogos con alusiones a las mezclas de tabaco y los modos para echar humo que lo hacen un genuino portavoz cinematográfico de cierta manera de fumar. Pero hay un detalle que le impide ubicarse en el escaño más alto de nuestra lista: fuma demasiado, incluso más que Sherlock Holmes, lo cual contradice las premisas del canon. Puede parecer un detalle extremadamente riguroso, pero el ganador que presentamos a continuación no cometió ningún desliz, al punto de alcanzar la excelencia total.

1 - Edward Hardwicke


Desde el punto de vista del personaje en la faceta que estamos valorando, o sea el Watson fumador, Edward Hardwicke llevó a cabo una interpretación absolutamente perfecta durante la serie de Granada TV (bien diferente a su antecesor Burke). Si tuviéramos que otorgarle una puntuación merecería sin exagerar el 100/100. Cada detalle se ajusta plenamente a la figura canónica del doctor en su modo tabaquístico: aparece con la frecuencia indicada, usa pipas sobrias de brezo, fuma de manera apacible y consume pipa, puros y cigarrillos. Hoy su labor es justipreciada de forma muy positiva, y no es para menos, incluso en cuestiones de tabaco.

Lo visto nos lleva al siguiente nivel y la siguiente pregunta: ¿cuáles fueron los diez mejores Sherlock Holmes fumadores de pipa en la pantalla? De eso nos ocuparemos en la próxima y última entrada de este blog.

El último cigarro de Charles Baskerville (degustación)

Esa noche, como de costumbre, salió a dar un paseo, durante el cual solía fumar un puro. Nunca regresó. Así comienza el doctor James Mortimer la descripción de los extraños hechos relativos a la muerte de Sir Charles Baskerville, el rico terrateniente de Dartmoor. Más tarde agrega cierto detalle que suscita la aprobación explícita de Holmes (algo poco frecuente), cuando infiere que el fallecido estuvo al menos cinco o diez minutos parado en cercanías del lugar donde se encontró su cuerpo. ¿Cómo lo sabe?, pregunta el detective. Porque se le había caído dos veces la ceniza del cigarro, responde el galeno. Dichos pormenores tabaquísticos enriquecen la trama y ayudan a crear el clima de la novela más exitosa y reconocida en la saga sherlockiana, que dio lugar a numerosas producciones cinematográficas y televisivas. Varias de ellas no desatienden el momento de nuestro interés, entre las cuales seleccionamos tres casos sin omitir los respectivos actores que encarnaron al personaje: Ballard Berkeley para la serie de la BBC (1968), David Langton durante el largometraje de Sy Weintraub (1983) y Raymond Adamson en el serial de Granada TV (1988).


Como dijimos, Sir Charles era un acaudalado latifundista, un landlord en todo sentido, poseedor de grandes extensiones que arrendaba a diferentes campesinos. En semejante contexto no hace falta mucha sagacidad para colegir su holgada posición económica, especialmente durante una época en que la superficie del terreno era directamente proporcional a la riqueza y condición social de su dueño. Ahora bien, lo que aquí nos interesa es aquello que el malogrado aristócrata fumaba al momento de su muerte. ¿Sería un cigarro indio de Trichinopoly, el más popular en el Reino Unido de entonces? ¿O tal vez uno de Europa continental (Holanda, Suiza, Alemania, Bélgica), cuyo consumo también estaba muy extendido entre los victorianos? Personalmente creo que no era nada de eso. Considerando el estatus del sujeto en cuestión, la probabilidad más lógica pasa por el lado de los habanos legítimos, es decir, la máxima expresión cualitativa de los cigarros puros. Su presencia en el mercado tabacalero británico durante el siglo XIX se encuentra ampliamente documentada, siempre encabezando el segmento más caro y exclusivo.


Mi modesta reserva de habanos me permitió elegir un ejemplar para la degustación del caso, atendiendo ciertas condiciones de rigor histórico. Para eso nada mejor que una acreditada y representativa marca de la vieja industria habanera. De ese modo opté por el celebérrimo petit corona de la proverbial fábrica Partagás, fundada en 1845 y líder en materia de exportaciones tabacaleras cubanas durante más de ciento cincuenta años. Realizadas todas la ceremonias previas correspondientes al despunte y el encendido uniforme, me encontré con ese equilibrio perfecto que llevó a la categoría hacia el olimpo de la fineza en materia de tabacos. Notas de cuero, maderas y especias dominaron la escena en el marco de un tiraje perfecto, cómodo y placentero de principio a fin. La conclusión es evidente: no por nada se trata de un lujo asociado a las clases pudientes desde hace tanto tiempo, tal cual pudo disfrutarlo el difunto Charles Baskerville en sus últimos minutos de vida.


Así concluyó este análisis durante una templada y lúgubre noche en los suburbios de Buenos Aires, que sin páramos ni sabuesos terroríficos tuvo su debida cuota de penumbra, misterio e inquietud.

La vieja y aceitosa pipa de arcilla... ¿negra?

Todos los indicios sugieren que Sherlock Holmes contaba con un único ejemplar de arcilla entre su variedad de pipas. Esto puede establecerse a partir de las menciones canónicas que señalan inequívocamente a "la pipa" o "su pipa" de arcilla (1). No hay otros pormenores relativos al formato, el tamaño o el aspecto visual, excepto dos fragmentos que hablan de una negra pipa de arcilla, ubicados en La liga de los pelirrojos y El sabueso de los Baskerville. Por este motivo, muchos entusiastas consideran que el objeto en cuestión era íntegramente de ese color. Pero cabe preguntarse lo siguiente: ¿se refería el autor a una pipa de color negro en el sentido cromático preciso o más bien a una pipa manchada y ennegrecida por el uso? La intención de esta entrada consiste en analizar dicho tópico mediante algunos vestigios históricos, la experiencia de un ejemplar propio y el simple sentido común. Como veremos, nuestras conclusiones nos llevan a enunciar que la pipa de arcilla del detective era, en realidad, de color blanco muy deslucido por el inveterado desaliño de sus utensilios para fumar.


La arcilla para fabricar pipas se llama caolín y su color natural es un blanco muy puro, intenso, casi saturado (2). Dicha característica no se modifica en absoluto durante el proceso de manufactura, por lo que todas las pipas de arcilla son blancas de fábrica, aunque pueden colorearse mediante el esmaltado en un proceso posterior. Sin embargo, esta modificación puramente ornamental pocas veces se lleva a cabo y la inmensa mayoría de los ejemplares ha salido siempre a la venta con su aspecto original. Las evidencias de la época son bien contundentes: tanto los hallazgos arqueológicos como las fotografías antiguas muestran con claridad el aplastante (casi excluyente) predominio de pipas blancas entre los hábitos victorianos. ¿Qué quiso decir entonces Watson en aquellas dos oportunidades con lo de negra pipa de arcilla? Como apuntamos al principio, no se refería literalmente al color negro homogéneo sino a un objeto sucio, descuidado, oscurecido y manchado por los residuos del tabaco, especialmente el alquitrán remanente de la combustión. El adjetivo negro cobra en estos casos un tono peyorativo relacionado con la falta de higiene, del mismo modo que decimos que los puños o el cuello de una camisa están "negros" por la suciedad, aunque no nos estemos refiriendo a ese color en el sentido literal.


Lo antedicho tiene bastante lógica considerando el carácter bohemio de Holmes frente a sus efectos tabaquísticos personales, pero no está de más confirmarlo con un experimento del mundo real. Para ello no hice otra cosa que comportarme como él, dejando de efectuar limpiezas al ejemplar de mi propiedad durante algún tiempo. El resultado puede verse en las imágenes siguientes, que contrastan la pureza inmaculada del blanco en la pipa nueva con el semblante negruzco y desaseado de la pipa usada. Pero todavía queda un detalle más que echa por tierra definitivamente la hipótesis de la pipa coloreada con esmalte negro. En el relato Un caso de identidad aparece otro comentario de Watson sobre la arcilla del detective, cuando se refiere a ella como "vieja y aceitosa". Es imposible apreciar ese detalle (visible por manchas oscuras y signos de decrepitud) en una pipa de color negro. El único modo de distinguir tales rasgos visuales es por contraste con otro color más claro de fondo, en este caso, el blanco.


Planteado, explicado y confirmado: Sherlock Holmes fumaba una pipa de arcilla blanca, o una que al menos tuvo ese color en sus orígenes. Así era él, tan prolijo en sus pensamientos, tan despreocupado a la hora de echar humo.

Notas:

(1) Para un desarrollo más extenso de tipos y cantidades ver la monografía de 221pipas.
(2) En esta foto de un yacimiento de caolín se puede observar su formidable blancura.


(3) En caso de estar sucia, la caolinita (principal componente mineral del caolín) se blanquea acercándola a la llama directa. Esa es la única forma de limpiar las pipas de arcilla: poniéndolas sobre el fuego durante un buen rato.

Una daga voladora en el roast beef de la señora Hudson (degustación)

Más allá de su conocida trayectoria en el cine de terror personificando todo tipo de monstruos y villanos, Christopher Lee (1922-2015) fue un actor polifacético, ya que también compuso roles de militares, marineros, espadachines, policías, sacerdotes, médicos, reyes, aristócratas, estadistas y magos. Como si fuera poco, su carrera incluye la participación en varias películas sherlockianas encarnando diversos personajes del canon: hizo de Sherlock Holmes (tres veces), de Mycroft Holmes y de Henry Baskerville (1). Dentro de ese grupo nos interesa una curiosa producción en blanco y negro del año 1962 que lo tuvo como protagonista, llamada Sherlock Holmes y el collar de la muerte (2). A poco de comenzar el film podemos ver una escena específica con el detective, Watson (Thorley Walters) y la señora Hudson en Baker Street. En cierto momento previo a la cena, los paladines se encuentran efectuando una práctica improvisada de defensa personal cuando la daga que empuña el doctor sale volando y cae encima del contundente plato a punto de ser servido.


Inmediatamente se produce otro suceso -un moribundo en la calle debe ser asistido- que nos permite observar desde mejor perspectiva la bandeja de servicio. En ella vemos claramente el roast beef en cuestión junto a dos recipientes, uno conteniendo papas y el otro algún tipo de adobo en generosa cantidad, tal vez la típica salsa gravy que se sirve para dichas ocasiones. En efecto, el roast beef británico se alza como una tradición gastronómica de los días domingos (sunday roast beef), aunque su popularidad trasciende ampliamente días y horarios. Ahora bien, en los relatos originales de Doyle no existe ninguna mención literal al respecto, pero su presencia se advierte se manera tangencial en la "carne fría con cerveza" de Escándalo en Bohemia y el "trozo de carne entre dos rebanadas de pan" de La corona de berilos. Los elementos para establecer esa relación son incontrovertibles: era un plato casero extremadamente habitual (aún hoy lo es) cuyos sobrantes podían comerse más tarde en forma de rebanadas. Cualquier mención de bocados o sandwiches de carne, por lo tanto, era una referencia alusiva casi segura.


El roast beef completo de hoy suele presentarse con papas, vegetales, yorkshire pudding y la mencionada salsa gravy. Para esta entrada preferí atenerme a la versión cinematográfica, disminuyendo ingredientes y cambiando la gravy por el simple jugo de cocción. Para empezar se necesita un corte de carne homogéneo y voluminoso, como lomo o peceto (tenderloin y round steak en inglés, solomillo y redondo en España, respectivamente). Habiendo optado por el segundo, el resto de la receta no presenta dificultades. Sólo hay que hervir antes las papas unos 6 a 10 minutos para que luego queden doradas por fuera y tiernas por dentro, mientras que la carne puede ser sellada sin necesidad de sartenes o planchas, recurriendo al viejo truco de tener el horno bien fuerte al momento de colocar la preparación para luego moderarlo paulatinamente hasta completar el proceso, que totaliza unos 50 minutos. Al final se sirve en lonchas que maximizan el resultado junto con papas en su punto ideal de cocción, y se echa por encima el jugo o la salsa, en caso de haberla.


Un plato bien característico de la gastronomía esencial del Reino Unido participando en las historias detectivescas más representativas de su literatura. ¿No es acaso un maridaje perfecto?

Notas:

(2) Hay buenas razones para calificarla de "curiosa". Entre otras, podemos citar la multiplicidad de nacionalidades involucradas en su realización, la banda sonora en inglés (que fue rehecha íntegramente a pesar de haberse filmado en ese idioma, por lo que todas las voces son dobladas) y la confusa ubicación temporal de la trama, con detalles victorianos junto a otros de la década de 1930.

¿Holmes y Watson bebían vinos adulterados?

Mañana, señor Bennet, seguro que nos verá en Camford. Hay, si recuerdo bien, una posada llamada "The Chequers" donde el oporto solía estar por encima de la mediocridad. Este comentario sutil del detective -plasmado en El hombre que gateaba- es un indicio de su buen conocimiento sobre los vinos que se consumían en Gran Bretaña a fines del siglo XIX. Sabemos asimismo que las alusiones canónicas más numerosas coinciden con los dos tipos de mayor éxito en volumen de ventas: el oporto y el clarete de Burdeos. Pero cierta coyuntura histórica genera algunas dudas acerca de estos productos, ya que las imitaciones, los fraudes y las adulteraciones estaban muy extendidos. ¿Acaso nuestros paladines llenaban sus copas con brebajes de dudosa procedencia y turbia elaboración? ¿Eran timados en su buena fe? ¿Qué tan sencillo resultaba detectar las estafas? Veremos a continuación que el tema es bastante complejo y atañe a realidades económicas y sociales propias de un tiempo en el que la autenticidad de los vinos estaba en tela de juicio (1).


Lo primero a considerar es que tanto Portugal como Francia sufrían entonces la peste de la filoxera, que azotó los viñedos europeos desde mediados de la década de 1860 hasta prácticamente el fin de la centuria. Para Burdeos y Oporto, eso trajo aparejada la inevitable necesidad de recurrir al corte con vinos de otras regiones menos prestigiosas, que resintieron la calidad. Incluso se llegaron a utilizar métodos muy irregulares para mejorar los niveles de alcohol y color recurriendo al azúcar y las bayas de saúco, entre otras sustancias. No obstante, la peor cara del asunto aparecía cuando los vinos llegaban al Reino Unido (mayormente en barricas), donde eran presa fácil de la corrupción enológica mediante otras mezclas, agregados y diluciones antes de su embotellamiento. Todo ello generaba desconfianza entre los consumidores, aunque era prácticamente imposible conocer los alcances del asunto debido a su alta popularidad: la demanda británica por oportos y claretes baratos era enorme. Sólo los vinos de mayor renombre que se importaban en botellas cerradas estaban libres de sospecha, al menos en las etapas finales de la comercialización.


Las frecuentes citas sobre ambos vinos en los textos sherlockianos lleva a pensar que quizás Holmes y Watson fuesen ocasionalmente víctimas de alguno de estos fraudes. Personalmente creo que consumían ejemplares de buena reputación cuando compraban para el consumo de Baker Street (2) o durante sus visitas a los opulentos restaurantes de Londres, pero estaban librados a su suerte durante los almuerzos rápidos en estaciones de ferrocarril, posadas campestres y otros lugares de naturaleza semejante. En esa misma línea parecen haberlo entendido los guionistas del recordado serial de la BBC protagonizado por Douglas Wilmer y Nigel Stock. En el capítulo correspondiente al relato El pintor retirado podemos observar una escena que recrea muy bien la situación. Durante el viaje en tren junto al sospechoso Josiah Amberley, Watson comienza a echar mano de cierto almuerzo frío adquirido en la estación antes de partir. Lo primero que hace es descorchar y probar el vino clarete incluido en la vianda, tras lo cual su expresión alegre cambia por otra de desagrado mientras murmura: oh Dios!, Chateau Liverpool Street... (3)


Tenemos así otra realidad histórica asociada a la gran saga detectivesca que nos convoca en este blog, reflejada en las letras y también en la pantalla.

Notas:

(1) Un interesante trabajo (en inglés) sobre la realidad del mercado británico de vinos en la época victoriana puede leerse en el siguiente link: Selling to reluctant drinkers: the British wine market, 1860–1914 - Simpson - 2004 - The Economic History Review - Wiley Online Library
(2) También es posible que dichos quehaceres estuviesen a cargo de la señora Hudson. ¿Tendría ella la capacidad, los conocimientos y el presupuesto suficiente para efectuar una buena selección de botellas?
(3) Liverpool Street es una de las estaciones terminales más importantes de Londres. Aunque la mención de Watson podría referirse a una etiqueta real (los ferrocarriles de la época ofrecían vinos de bajo precio embotellados con marcas propias) me inclino a pensar que se trata más bien de un comentario irónico.