Desde las primeras historias del
canon queda claro que Sherlock Holmes trabaja en Baker Street la
mayor parte del tiempo, donde recibe a sus clientes, analiza los
casos y prepara líneas de acción. Pero también (como hemos
señalado muchas veces) se pone de manifiesto el carácter dinámico
del oficio detectivesco que obliga a realizar viajes constantes
dentro de Londres, en sus afueras y hacia distintos poblados de
Inglaterra. Casi por lógica, en ese contexto tan poco favorable para
las rutinas y los horarios fijos es frecuente la alimentación
mediante bocados, sandwiches y comidas apresuradas. Desde el "pedazo
de carne entre dos rebanadas de pan" de La corona de berilos
hasta el té con algún bocado en las estaciones del ferrocarril o
las cenas frías, los relatos de Conan Doyle ofrecen un amplio
repertorio de situaciones gastronómicas propias de una vida
ajetreada y movida, tanto como podía serlo la de un investigador
privado habitando en el enclave político y económico más
importante del mundo a fines del siglo XIX.
La cultura británica tiene entre sus
arquetipos cierta preparación casi perfecta para semejantes
ocasiones: el ploughman's lunch (almuerzo del labrador), cuyo nombre
tiene más de marketing que de realidad, puesto que se practica
asiduamente en ámbitos urbanos y a toda hora del día. Es, por asi
decirlo, el refrigerio para cualquier momento, cuya composición
resulta muy elástica por cantidad y naturaleza. Puede contener pan
(o Yorkshire pudding en su reemplazo), quesos (Cheddar, Stilton),
fiambres, encurtidos (pepinos, aceitunas), carnes frías (pollo,
cerdo, roast beef), huevos duros, hortalizas (tomates, lechuga,
zanahoria), frutas (uvas, manzana) y condimentos como manteca,
mostaza o chutney, entre otros ingredientes pensados para satisfacer
el apetito de manera rápida y sin mayores formalidades de mesa. Vale
aclarar que con sólo algo de queso, pan y pepinos ya se habla de un
genuino ploughman's lunch, así que las posibilidades son tan
diversas como los ingredientes involucrados. Esa misma simpleza exige
poco en cuanto a bebidas acompañantes, pero la tradición se inclina
por la cerveza o la sidra, ambas de histórica elaboración en el el
Reino Unido.
Considerando la ausencia de menciones
explícitas o detalladas en los textos canónicos podemos suponer con
bastante certeza que las comidas rápidas y cenas frías de Holmes y
Watson (El hombre con el labio retorcido, La aventura de Charles
Augustus Milverton, El tres cuartos desaparecido) tenían mucho de
ploughman's lunch. De hecho, los realizadores televisivos posteriores
se ocuparon de interpretar el asunto en el mismo sentido que estamos
analizando. La imagen debajo presenta un par de pantallazos bien
ilustrativos de la historia El hombre con el labio retorcido: primero
la BBC en 1965 y luego Granada TV en 1986 exhiben algunos elementos
típicos del ploughman's lunch, como pollo, queso, Yorkshire pudding
y bandejas con frutas. Más allá de lo gastronómico, la necesidad
del refrigerio veloz tiene una sólida explicación por el arribo de
los héroes a la propiedad de la familia St Clair en avanzadas horas nocturnas, mientras intentan desentrañar el intrincado y enigmático caso que los trajo desde Londres.
Ya hemos visto como Holmes y Watson
podían procurase el alimento en las situaciones más extremas y
también disfrutar de comidas sencillas en plena labor profesional.
Un costado más de esas vidas ficticias que han logrado perpetuarse
en el ánimo y las preferencias de millones de personas a lo largo
casi un siglo y medio.