221pipas, la monografía

Sherlock Holmes en Suiza: el puro final (degustación)

¿Qué aspecto tienen las cataratas de Reichenbach desde lo alto? La siempre evocadora pluma de Watson dibuja el panorama del siguiente modo: de hecho, es un lugar aterrador. El torrente hinchado por la nieve derretida se hunde en un inmenso abismo del que la espuma se eleva como humo de una casa en llamas. El pozo donde se precipita el río es un enorme despeñadero bordeado por rocas brillantes, negras como el carbón (...) La larga extensión de agua verde rugiendo para siempre hacia abajo, junto a la espesa y parpadeante cortina de rocío silbando para siempre hacia arriba, marean al hombre con su grito medio humano... Lo que se dice el lugar ideal para el encuentro de dos archienemigos que buscan eliminarse, y es exactamente el marco paisajístico en donde Holmes y Moriarty acabarán enfrentándose la mañana del 4 de mayo de 1891. Pero antes nos falta conjeturar un último elemento de la cena final en el Englsicher Hof. Ya divagamos acerca de platos y bebidas espirituosas: St. Galler Bratwusrt con papas rösti y Eau de Vie de Poire Williams.


En presencia de dos fumadores regulares -uno moderado y otro frenético- lo que falta es tabaco. Tampoco hay aquí demasiadas dudas sobre la identidad del producto suizo típico para tal fin, abundante y asequible a finales del siglo XIX. Hablamos del cigarro llamado Brissago o Virginia (cigarro de la paja en los países de habla hispana), muy famoso en todo el Occidente decimonónico debido a su curiosa silueta conformada por una longitud generosa, un calibre reducido y una hebra vegetal que lo atraviesa de lado a lado. Esta última característica constituyó siempre el sello inconfundible del producto y perseguía cierta finalidad práctica: mantener un canal de aire para evitar obstrucciones que dificultan el tiraje, tan comunes en otros modelos largos y finos. Aunque su fabricación a gran escala fue iniciada en Austria alrededor de 1844, lo que nos interesa es la manufactura continuada poco después en Brissago, la localidad suiza homónima a una de sus denominaciones. Actualmente perdió su antigua fama internacional, pero continúa produciéndose de forma localizada en el centro de Europa.


Hace varios años, un imprevisto paso por el aeropuerto de Viena me permitió adquirir y atesorar algunas cajas de este artículo singular en diversos rótulos comerciales. Para la ocasión seleccioné un ejemplar de la casa suiza Villiger, célebre mundialmente por su variopinta oferta de cigarros con precios accesibles. La evaluación comenzó retirando la hebra vegetal (que el modernismo sustituyó por plástico), imprescindible antes de acercar la llama. Su diámetro estrecho como un cigarrillo no impidió el encendido cómodo y un tiro perfecto de principio a fin. Los matices aromáticos evocan tonos terrosos y amaderados mientras desarrolla un sabor de cuerpo medio, rico en volumen pero nada agresivo. Por su configuración angosta y estilizada no produce las grandes cantidades de humo tan comunes en otros módulos de formatos habaneros tradicionales, como robustos y coronas. Llevándolo con calma, el tiempo total de combustión puede estimarse aproximadamente en una hora, suficiente para apreciar sus cualidades de manera reflexiva.


Así creemos que fumaron Holmes y Watson aquella noche previa al día más dramático de todo el acontecer sherlockiano original. Y así lo evocamos luego de ciento treinta años.

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