"Una habitación grande con
dos camas había sido puesta a nuestra disposición, y yo rápidamente
estaba entre las sábanas porque me sentía cansado después de una
noche de aventuras. Sherlock Holmes, en cambio, era un hombre que
cuando tenía un problema sin resolver pasaba horas, e incluso días,
sin descanso (...) Pronto me di cuenta de que se estaba preparando
para una sesión de toda la noche (...) Con almohadas y cojines
construyó una especie de diván oriental sobre el que se posó con
las piernas cruzadas, una onza de tabaco shag y una caja de fósforos
dispuesta frente a él. En la tenue luz de la lámpara lo vi sentado
allí, con una vieja pipa de brezo entre los labios, sus ojos fijos
en la esquina del techo, el humo azul que se enroscaba en torno suyo,
silencioso, inmóvil (...) Cuando me desperté encontré el sol de
verano brillando en el aposento. La pipa aún estaba entre sus
labios, el humo todavía se curvaba hacia arriba y la habitación
estaba llena de una densa neblina de tabaco, pero no quedaba nada del
montón de shag que había visto la noche anterior". El
fragmento pertenece al relato El hombre con el labio retorcido, más
precisamente a la estadía del detective y el doctor como huéspedes
en la mansión St. Clair.
La
estampa fue llevada al dibujo por el genial Sidney Paget, cuyo
trabajo apareció en todas ediciones del Strand Magazine desde 1891
hasta 1904. (1) Ahora bien, más allá de la data literaria, algunos
detalles adyacentes en la misma historia permiten afirmar que en esta
ocasión Holmes lleva sus apremios tabaquísticos al extremo.
Repasemos en principio el dato más explícito, la onza de tabaco,
que equivale a 28 gramos. No parece mucho, pero el texto indica que
esa cantidad es consumida íntegramente en cierta noche del mes de
junio de 1889 (pleno verano londinense), con el sol poniéndose a las
21:30. Al llegar a la mansión la oscuridad ya es cerrada y aún
restan varios sucesos antes de retirarse, lo cual nos indica las
22:30 como un razonable horario de inicio. Luego, el mismo Watson se
encarga de señalarnos que al despertarse y encontrar a Holmes
finalizando su maratónica ceremonia son casi las 04:30 de la
madrugada, coincidente en efecto con el amanecer estival de
Inglaterra. El resultado es un lapso de 6 horas en total, minuto más,
minuto menos.
Una
pipa recta de brezo con dimensiones estándar (tal cual la ilustra
Paget) puede cargar aproximadamente 3 gramos de tabaco, que vamos a
retocar a 2,8 para nuestra comodidad. Los 28 gramos de la onza se
convierten así en 10 pipas a lo largo de 6 horas (360 minutos), lo
que a su vez nos deja el promedio de una pipa neta cada 34 minutos y
2 minutos adicionales entre fumadas para la operación de vaciar,
limpiar, recargar y encender otra vez, todo ello en forma consecutiva
y sin descanso alguno. Tales cifras pueden parecer normales para
quienes nunca fumaron en pipa, pero constituyen una verdadera hazaña
bronquial, pulmonar y neurológica para aquellos que entienden algo
del tema. Un fumador muy duro y experimentado rara vez llega a
consumir 10 pipas a lo largo de una jornada diaria completa (entre 14
y 16 horas), y si lo hiciese en apenas 6 horas su estado de
excitación requeriría asistencia médica urgente. La maratón
tabaquística de Holmes se convierte así en una anécdota
absolutamente notable aunque no del todo imposible. Y menos para un
superhéroe como él.
Arthur
Conan Doyle también era fumador y seguramente supo que en El
hombre con el labio retorcido llevaba a su personaje hasta el límite.
Pero justamente así lo había creado, como un hombre capaz de
alcanzar todos los extremos.
Notas:
(1)
El mismo fragmento fue elegido posteriormente por otros artistas para
ilustrar el relato en diversas publicaciones europeas.
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