Dentro de la nomenclatura
sherlockiana, se conoce como Gran Hiato al período de tres años
transcurridos desde la caída del detective por la cataratas suizas
de Reichenbach (mayo de 1891) hasta su reaparición formal en
Londres, sano y salvo, frente al doctor Watson (abril de 1894). Todo
esto, desde luego, tomando como parámetro la cronología ficticia de
las propias historias, ya que en el mundo real pasó un tiempo mucho
mayor: entre las respectivas publicaciones de El problema final
(diciembre de 1893) y La casa vacía (septiembre de 1903) hay
prácticamente una década completa. Este lapso quimérico, también
llamado Gran Paréntesis o simplemente "años perdidos", no
se encuentra sin embargo totalmente desprovisto de datos sobre las
vivencias de Sherlock Holmes, dado que él mismo se encarga de
mencionar sus aventuras en diferentes regiones del mundo (con una
identidad falsa), incluyendo sitios tan alejados entre sí como las
elevaciones asiáticas del Himalaya, el Medio Oriente, el noreste de
África y la Europa Continental.
En una parte de su breve pero
descriptiva reseña, Holmes refiere a Watson lo siguiente: viajé
durante dos años al Tibet y me entretuve visitando Lhasa y pasando
algunos días con el Dalai Lama (1). Es posible que haya leído
acerca de las notables exploraciones de un noruego llamado Sigerson,
pero estoy seguro de que nunca se le ocurrió que estaba recibiendo
noticias de su amigo. Tenemos así bien acreditada su presencia en la
sede tradicional del budismo tibetano, y más precisamente en el
Palacio Potala, donde reside la máxima autoridad de dicho culto
desde el siglo VI. Si estuvo allí varios días, es evidente que
debió comer. Ahora bien, ¿que preparaciones resultan asequibles en
un templo budista teniendo en cuenta las restricciones religiosas que
condicionan la dieta de los monjes? (2) Luego de algunos sondeos
decidí ensayar la repuesta con mayores probabilidades, basada en una
versión concreta de cierto plato que parece ser tan común en ese
lugar específico como en todo el extremo oriente: la sopa de fideos
y vegetales.
La Thukpa es, en efecto, una vianda
típica del lugar. Para prepararla se necesitan fideos finos de sopa,
cebollas picadas, ajo picado, tomate picado fino, espinacas cortadas,
rábanos picados, caldo de verduras, especias (curry, comino,
pimentón, pimienta), jugo de limón, mostaza, aceite y sal. En una
sartén caliente se colocan el aceite con una cucharadita de mostaza,
luego se blanquean las cebollas y se agrega el tomate picado. A los
dos o tres minutos se incorporan las especias, el ajo, las espinacas
y el rábano. Pasados otros tres o cuatro minutos se incorpora el
caldo. Una vez que hierve se añaden los fideos, se aguardan tres
minutos, se agrega sal y se sirve con el toque final del jugo de
limón. La consistencia depende del gusto personal, pero en este caso
(como se observa en la foto) elegí una buena densidad, con menos caldo pero muchos
elementos sólidos dominando la escena. Imagino que así lo han hecho
los monjes desde siempre para lograr un resultado espeso y
contundente, considerando el clima crudo y los inviernos durísimos
en semejantes alturas.
Sherlock Holmes en el Tibet, el Dalai
Lama y una sabrosa sopa vegetariana. Otra mirada histórica sobre el
inmortal detective victoriano.
Notas:
(1) En ese entonces Thutben Gyatso,
cuyo mandato se extendió entre 1876 y 1933.
(2) Aunque la mayor parte de su
alimentación está compuesta por verduras, legumbres y lácteos, la
carne no está oficialmente "prohibida" y algunos
integrantes del culto pueden acceder a ella en forma limitada.
www.tibettravel.org/tibetan-food/tibetan-monks-diet.html