En la jerga de los aficionados a
la pipa, el término "nota de habitación" (room note)
remite a las opiniones de aquellas personas -excepto el propio
fumador- que perciben los aromas de un tabaco determinado. Dicho de
otro modo, es lo que tienen para decir quienes huelen el humo de
alguien que está fumando. Por obvias razones, la cuestión resulta
muy importante para los consumidores regulares que frecuentan o
directamente conviven con terceras personas como familiares, parejas
y amigos, por lo que este dato nunca falta en los sitios donde
presentan reseñas de tabacos. Las picaduras muy potentes sin
aromatizar suelen obtener las peores consideraciones, pero ello no
es para nada excluyente. Existen decenas de perfiles aromáticos
azucarados, frutales, herbáceos, balsámicos, especiados, ahumados,
rústicos y un largo etcétera, que pueden producir reacciones muy
diferentes en distintas personas. Las impresiones dulces, por
ejemplo, gustan con bastante frecuencia, pero no siempre. Sin ir más
lejos, el autor de estas líneas considera que los tabacos afrutados
son los más "apestosos" de todos. Al fin y al cabo,
hablamos de una cuestión de gustos.
Tanto Holmes como Watson eran fumadores
regulares, pero el primero lo hacía (como ya hemos visto) de manera
casi desaforada. Nuestro detective consumía profusamente pipas,
puros y cigarrillos, en diferentes circunstancias y a toda hora del
día. El frenesí de semejante adicción hizo que las sesenta
historias canónicas originales estén salpicadas con
comentarios al respecto. Una somera revisión acusa tanto alusiones a
los aromas en sí mismos como a la densidad y el aspecto del humo, e
incluso a la apariencia poco edificante que presentaban los
utensilios tabaquísticos de Sherlock Holmes. En El Signo de los
Cuatro, por ejemplo, Watson se refiere a las gruesas guirnaldas
azules que se elevan sobre la vieja pipa de brezo del héroe, lo cual
reitera en Escándalo en Bohemia cuando habla de una "gran nube
azul" de humo, pero esta vez generada por cierto cigarrillo. La
misma analogía se repite en Las cinco semillas de naranja
con los "anillos azules de humo" que producen Holmes y su
cachimba.
El sabueso de los Baskerville contiene
una estampa mucho más cruda y destemplada sobre la cuestión. Al
ingresar en el apartamento de Baker Street, Watson señala lo
siguiente: fueron los vapores acre (1) del tabaco áspero y fuerte
los que me agarraron por la garganta y me hicieron toser. A través de
la bruma tuve una vaga visión de Holmes enrollado en el sillón con
su negra pipa de arcilla en los labios. Y no sólo se trata de humo;
en El colegio Priory el sufrido doctor describe al detective
analizando un mapa, fumando sobre él y señalando los puntos de
interés con el ámbar apestoso de su pipa (2). Finalmente,
promediando El pintor retirado hay otra descripción del humo
holmesiano que, según las palabras de su inseparable compañero, se
enrosca en lentas guirnaldas de tabaco acre. Desde el punto de vista
técnico del tabaco, todos estos comentarios se condicen muy bien con
lo que seguramente conjugaban la apariencia y el aroma del tabaco
shag en combustión: una espesa humareda hedionda y penetrante. Nada
muy distinto, en definitiva, a la polución ambiental de la
metrópolis londinense en aquellos años.
Tanto críticos literarios como
lectores entusiastas coinciden en señalar la gran habilidad de Doyle
para crear esa atmósfera particular, algo gótica, un poco lóbrega
y a veces melancólica, pero siempre costumbrista y representativa de
su época.
Notas:
(1) Acre (adjetivo): áspero, picante al gusto y el olfato.
(2) El ámbar es una resina vegetal fósil cuyo color suele variar en tonos que van del amarillo pálido hasta el marrón. Se la considera una piedra semi-preciosa y fue utilizada durante siglos para confeccionar diferentes utensilios y piezas de joyería. Las boquillas de ámbar eran muy comunes a fines del siglo XIX.
(2) El ámbar es una resina vegetal fósil cuyo color suele variar en tonos que van del amarillo pálido hasta el marrón. Se la considera una piedra semi-preciosa y fue utilizada durante siglos para confeccionar diferentes utensilios y piezas de joyería. Las boquillas de ámbar eran muy comunes a fines del siglo XIX.
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