221pipas, la monografía

La vieja y aceitosa pipa de arcilla... ¿negra?

Todos los indicios sugieren que Sherlock Holmes contaba con un único ejemplar de arcilla entre su variedad de pipas. Esto puede establecerse a partir de las menciones canónicas que señalan inequívocamente a "la pipa" o "su pipa" de arcilla (1). No hay otros pormenores relativos al formato, el tamaño o el aspecto visual, excepto dos fragmentos que hablan de una negra pipa de arcilla, ubicados en La liga de los pelirrojos y El sabueso de los Baskerville. Por este motivo, muchos entusiastas consideran que el objeto en cuestión era íntegramente de ese color. Pero cabe preguntarse lo siguiente: ¿se refería el autor a una pipa de color negro en el sentido cromático preciso o más bien a una pipa manchada y ennegrecida por el uso? La intención de esta entrada consiste en analizar dicho tópico mediante algunos vestigios históricos, la experiencia de un ejemplar propio y el simple sentido común. Como veremos, nuestras conclusiones nos llevan a enunciar que la pipa de arcilla del detective era, en realidad, de color blanco muy deslucido por el inveterado desaliño de sus utensilios para fumar.


La arcilla para fabricar pipas se llama caolín y su color natural es un blanco muy puro, intenso, casi saturado (2). Dicha característica no se modifica en absoluto durante el proceso de manufactura, por lo que todas las pipas de arcilla son blancas de fábrica, aunque pueden colorearse mediante el esmaltado en un proceso posterior. Sin embargo, esta modificación puramente ornamental pocas veces se lleva a cabo y la inmensa mayoría de los ejemplares ha salido siempre a la venta con su aspecto original. Las evidencias de la época son bien contundentes: tanto los hallazgos arqueológicos como las fotografías antiguas muestran con claridad el aplastante (casi excluyente) predominio de pipas blancas entre los hábitos victorianos. ¿Qué quiso decir entonces Watson en aquellas dos oportunidades con lo de negra pipa de arcilla? Como apuntamos al principio, no se refería literalmente al color negro homogéneo sino a un objeto sucio, descuidado, oscurecido y manchado por los residuos del tabaco, especialmente el alquitrán remanente de la combustión. El adjetivo negro cobra en estos casos un tono peyorativo relacionado con la falta de higiene, del mismo modo que decimos que los puños o el cuello de una camisa están "negros" por la suciedad, aunque no nos estemos refiriendo a ese color en el sentido literal.


Lo antedicho tiene bastante lógica considerando el carácter bohemio de Holmes frente a sus efectos tabaquísticos personales, pero no está de más confirmarlo con un experimento del mundo real. Para ello no hice otra cosa que comportarme como él, dejando de efectuar limpiezas al ejemplar de mi propiedad durante algún tiempo. El resultado puede verse en las imágenes siguientes, que contrastan la pureza inmaculada del blanco en la pipa nueva con el semblante negruzco y desaseado de la pipa usada. Pero todavía queda un detalle más que echa por tierra definitivamente la hipótesis de la pipa coloreada con esmalte negro. En el relato Un caso de identidad aparece otro comentario de Watson sobre la arcilla del detective, cuando se refiere a ella como "vieja y aceitosa". Es imposible apreciar ese detalle (visible por manchas oscuras y signos de decrepitud) en una pipa de color negro. El único modo de distinguir tales rasgos visuales es por contraste con otro color más claro de fondo, en este caso, el blanco.


Planteado, explicado y confirmado: Sherlock Holmes fumaba una pipa de arcilla blanca, o una que al menos tuvo ese color en sus orígenes. Así era él, tan prolijo en sus pensamientos, tan despreocupado a la hora de echar humo.

Notas:

(1) Para un desarrollo más extenso de tipos y cantidades ver la monografía de 221pipas.
(2) En esta foto de un yacimiento de caolín se puede observar su formidable blancura.


(3) En caso de estar sucia, la caolinita (principal componente mineral del caolín) se blanquea acercándola a la llama directa. Esa es la única forma de limpiar las pipas de arcilla: poniéndolas sobre el fuego durante un buen rato.

Una daga voladora en el roast beef de la señora Hudson (degustación)

Más allá de su conocida trayectoria en el cine de terror personificando todo tipo de monstruos y villanos, Christopher Lee (1922-2015) fue un actor polifacético, ya que también compuso roles de militares, marineros, espadachines, policías, sacerdotes, médicos, reyes, aristócratas, estadistas y magos. Como si fuera poco, su carrera incluye la participación en varias películas sherlockianas encarnando diversos personajes del canon: hizo de Sherlock Holmes (tres veces), de Mycroft Holmes y de Henry Baskerville (1). Dentro de ese grupo nos interesa una curiosa producción en blanco y negro del año 1962 que lo tuvo como protagonista, llamada Sherlock Holmes y el collar de la muerte (2). A poco de comenzar el film podemos ver una escena específica con el detective, Watson (Thorley Walters) y la señora Hudson en Baker Street. En cierto momento previo a la cena, los paladines se encuentran efectuando una práctica improvisada de defensa personal cuando la daga que empuña el doctor sale volando y cae encima del contundente plato a punto de ser servido.


Inmediatamente se produce otro suceso -un moribundo en la calle debe ser asistido- que nos permite observar desde mejor perspectiva la bandeja de servicio. En ella vemos claramente el roast beef en cuestión junto a dos recipientes, uno conteniendo papas y el otro algún tipo de adobo en generosa cantidad, tal vez la típica salsa gravy que se sirve para dichas ocasiones. En efecto, el roast beef británico se alza como una tradición gastronómica de los días domingos (sunday roast beef), aunque su popularidad trasciende ampliamente días y horarios. Ahora bien, en los relatos originales de Doyle no existe ninguna mención literal al respecto, pero su presencia se advierte se manera tangencial en la "carne fría con cerveza" de Escándalo en Bohemia y el "trozo de carne entre dos rebanadas de pan" de La corona de berilos. Los elementos para establecer esa relación son incontrovertibles: era un plato casero extremadamente habitual (aún hoy lo es) cuyos sobrantes podían comerse más tarde en forma de rebanadas. Cualquier mención de bocados o sandwiches de carne, por lo tanto, era una referencia alusiva casi segura.


El roast beef completo de hoy suele presentarse con papas, vegetales, yorkshire pudding y la mencionada salsa gravy. Para esta entrada preferí atenerme a la versión cinematográfica, disminuyendo ingredientes y cambiando la gravy por el simple jugo de cocción. Para empezar se necesita un corte de carne homogéneo y voluminoso, como lomo o peceto (tenderloin y round steak en inglés, solomillo y redondo en España, respectivamente). Habiendo optado por el segundo, el resto de la receta no presenta dificultades. Sólo hay que hervir antes las papas unos 6 a 10 minutos para que luego queden doradas por fuera y tiernas por dentro, mientras que la carne puede ser sellada sin necesidad de sartenes o planchas, recurriendo al viejo truco de tener el horno bien fuerte al momento de colocar la preparación para luego moderarlo paulatinamente hasta completar el proceso, que totaliza unos 50 minutos. Al final se sirve en lonchas que maximizan el resultado junto con papas en su punto ideal de cocción, y se echa por encima el jugo o la salsa, en caso de haberla.


Un plato bien característico de la gastronomía esencial del Reino Unido participando en las historias detectivescas más representativas de su literatura. ¿No es acaso un maridaje perfecto?

Notas:

(2) Hay buenas razones para calificarla de "curiosa". Entre otras, podemos citar la multiplicidad de nacionalidades involucradas en su realización, la banda sonora en inglés (que fue rehecha íntegramente a pesar de haberse filmado en ese idioma, por lo que todas las voces son dobladas) y la confusa ubicación temporal de la trama, con detalles victorianos junto a otros de la década de 1930.